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¿Servir una misión o no? Mi búsqueda
“Me di cuenta de que al servir una misión podría traer almas a Cristo para que esas almas pudieran ser salvas”.
Nací en una familia que me enseñó el evangelio de Jesucristo. Mientras crecía me decían que debía servir una misión de tiempo completo; hasta el momento nadie lo ha hecho. De niño me cuestionaba si en verdad quería ir a la misión. El sentimiento de ir fue disminuyendo, pero nunca desapareció. Durante el último año de Seminario encontré la respuesta a mis inquietudes.
Encontré lo que buscaba
En Seminario estudié por primera vez Doctrina y Convenios. Encontré la respuesta en Doctrina y Convenios 4:4, “pues he aquí, el campo blanco está ya para la siega; y he aquí, quien mete su hoz con su fuerza atesora para sí, de modo que no perece, sino que trae salvación a su alma”.
Me di cuenta de que al servir una misión podría traer almas a Cristo para que esas almas pudieran ser salvas. Tuve la oportunidad de salir con los misioneros; mis deseos de servir una misión aumentaron más y más. Cuando me tocó compartir mi testimonio, me llené de gozo y mucha felicidad. Supe lo que tenía que hacer.
Debemos vencer las dudas
Por unos meses me alejé de la Iglesia, hubo momentos que pensé que era mejor empezar mis estudios universitarios en lugar de ir a la misión. Logré vencer esas dudas y regresé a la Iglesia con un testimonio fuerte. Llené la carpeta misional y estoy esperando mi asignación.
Mi testimonio ha crecido, he podido deleitarme cuando preparo algún mensaje. Mi habilidad para expresarme ha mejorado mucho. Mi familia se ha unido y he tenido el privilegio de compartir el Evangelio y bautizar a mi padrastro. Ahora hay otro poseedor del sacerdocio en mi hogar. Mis experiencias espirituales han aumentado a medida que comparto el Evangelio. La mejor manera de obtener un testimonio de un mandamiento es vivirlo primero.
Con el auxilio de María José Chávez