2023
Los cambios que queremos —y los que no queremos— afrontar
Julio de 2023


“Los cambios que queremos —y los que no queremos— afrontar”, Liahona, julio de 2023.

Jóvenes adultos

Los cambios que queremos —y los que no queremos— afrontar

¿Cuál es tu meta a largo plazo? Si sabes cuál es tu objetivo, estarás preparado, e incluso entusiasmado, por hacer cambios en tu vida.

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un hombre escoge una dirección a la cual dirigirse ante una bifurcación en el camino

¿Alguna vez has tenido que hacer algún cambio que en realidad no te sentías motivado a hacer? ¿O algún cambio que no esperabas que tendrías que hacer?

Hace unos quince años, mi médico me dijo que tenía que hacer un cambio en mi forma de vida: “Empieza a ser más activo, o no vivirás mucho tiempo”, me dijo. Tomé en serio su advertencia, y decidí empezar a correr.

Para que ese cambio en mi forma de vida fuera un éxito, debía tener en mente una perspectiva amplia, pues si tenía miras estrechas solamente, no iba a llegar muy lejos.

Mi perspectiva amplia es la meta recurrente de correr un maratón cada año. Esa meta me ayuda a levantarme y correr todos los días porque sé que cierto día del año entrante voy a tener que correr 42,2 kilómetros (26,2 millas). Soy disciplinado para entrenar y cumplo mis metas a corto plazo cada semana porque sé que estas me preparan para el día de la carrera.

A veces hay cosas que tratan de detenerme, como el clima. Tal vez hace demasiado calor o demasiado frío afuera, o tal vez llueve. Así que tengo que correr adentro, en la caminadora [cinta de andar], aunque prefiero mucho más correr en la calle. Las lesiones también tratan de detenerme. Tal vez no haya elongado adecuadamente antes de correr, así que me da un tirón. O quizás no sea necesariamente culpa mía que me lesione. Sin embargo, no importa cómo suceda, no puedo darme por vencido, porque sé que voy a correr un maratón el año entrante. Así que hago cambios en mi entrenamiento, me recupero y vuelvo a salir a correr.

Correr me ha enseñado mucho acerca del Evangelio. En el Evangelio, todos tenemos la meta a largo plazo de perseverar hasta el fin y lograr la exaltación. Pero nos fijamos metas a corto plazo que nos ayuden a lograrlo, como tomar la Santa Cena en la Iglesia cada semana, por ejemplo. Nos lesionamos espiritualmente cuando cometemos errores. Pero no nos damos por vencidos. Nos arrepentimos y volvemos a intentar. La única manera en que podemos lograr nuestra meta a largo plazo es hacer pequeños cambios a lo largo del camino para mantener el rumbo.

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una mujer escoge una dirección a la cual dirigirse ante una bifurcación en el camino

Escoger cambiar

Durante más de una década, trabajé como vicepresidente general de Walmart en Brasil. Mi familia era económicamente estable, yo disfrutaba de mi trabajo y la vida era buena. Sin embargo, el empleo era exigente. Requería que viajara mucho, lo cual interfería con nuestra familia y con mi servicio en la Iglesia. Después de once o doce años, llegó a ser demasiado.

Mi esposa y yo deliberamos en consejo y planteamos que dejara ese trabajo. Lo hablamos bastante con nuestros hijos y juntos dijimos: “Es hora de que hagamos un cambio”.

Cuando renuncié, tuve una caída en picada: de vicepresidente general a desempleado. Tardé casi un año en encontrar y aceptar otro empleo. Cuando finalmente acepté un cargo en una pequeña empresa de bienes raíces en los Estados Unidos, me sentí bien al respecto. Ese trabajo me permitiría dedicar más tiempo a las cosas que en verdad importaban.

Sin embargo, otras personas me dijeron que estaba loco. ¿Por qué dejar un empleo estable para trabajar en una compañía de bienes raíces de la que nadie ha oído hablar? ¿Y mudarse al otro lado del mundo, a los Estados Unidos?

Tenían razón de que el cambio que habíamos elegido hacer era enorme, pero estaban equivocados con respecto a que fuera una mala decisión.

Tuvimos que tener mucha fe para cambiar de empleo y mudarnos a otro país, pero el Señor cuidó de nosotros, y tuve más tiempo para cumplir con mis responsabilidades como esposo, padre y miembro del barrio.

Creo que el cambio es imprescindible para lograr nuestro potencial. Nunca llegaremos a ser lo que el Padre Celestial quiere que seamos si permanecemos estáticos en la vida. Nos volvemos como Él cuando hacemos cambios deliberados con fe.

Obligados a cambiar

Otro gran cambio que ocurrió en mi familia fue cuando mi hermano menor murió en un accidente automovilístico. No elegimos ni queríamos que aquello le sucediera a él ni a nosotros, y todavía es doloroso, aun después de diez años. Los cambios forzados nunca son fáciles.

Sin embargo, los cambios que no escogemos también pueden convertirse en oportunidades de edificar nuestra fe en el Padre Celestial y en Jesucristo. Es fácil mantenerse fiel cuando todo marcha como deseamos. Pero, ¿podemos conservar la fe y seguir adelante cuando los cambios no nos favorecen?

El divorcio, la infertilidad, el desempleo, las enfermedades y otras experiencias dolorosas como esas no son vivencias que esperemos ni que planeemos tener. Pueden hacernos sentir que la vida transcurre fuera de nuestro control. No obstante, eso no es totalmente cierto. En medio de las circunstancias que no deseas, aún hay cosas que sí puedes controlar. Puedes fijarte metas pequeñas, aunque solo sea la meta de sobrellevarlo un día más. ¡Tú puedes! ¡Puedes sobrellevar todas las cosas con paciencia! (Véase Alma 38:4).

José de Egipto es el ejemplo perfecto de ello. Su vida estuvo llena de cambios forzados; ¡hasta perdió su libertad dos veces! (Una vez cuando sus hermanos lo vendieron como esclavo, y otra cuando Potifar lo envió a la cárcel). Sin embargo, José no se desmoronó debido a que no deseara sus circunstancias ni las hubiera planeado. Se adaptó y creció por medio de sus experiencias, y al final, salvó a su familia y a toda una nación. El Señor lo fue forjando y preparando durante todo el proceso (véase Génesis 37–46).

Es difícil ser paciente cuando algún cambio forzado altera tu plan, pero recuerda que la meta a largo plazo es lograr la exaltación. El Padre Celestial sabe lo que necesitamos para llegar allí: “No podéis aguantar ahora la presencia de Dios, ni la ministración de ángeles; por consiguiente, continuad con paciencia hasta perfeccionaros” (Doctrina y Convenios 67:13).

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Hombre caminando en un sendero

El cambio nos ayuda a llegar a ser como el Salvador

El Padre Celestial te ama y desea que tengas éxito; Él desea que seas feliz, y ha trazado un plan para que logres ambas cosas.

Cuando veo la vida terrenal como lo que se supone que ha de ser, es decir, un entrenamiento, los cambios que afronto en la vida se vuelven más significativos. El cambio me ayuda a lograr mi meta a largo plazo, la cual es llegar a ser como mi Salvador Jesucristo. Sé que el Padre Celestial tiene la misma meta a largo plazo para mí y para todos Sus hijos. Tal como mi médico sabía que yo debía cambiar algo por el bien de mi salud, Dios ve claramente los cambios que debemos hacer para llegar a ser como Él. Él nos sostiene y nos proporciona recursos como las Escrituras, una congregación local y un profeta viviente para ayudarnos en nuestra búsqueda de cambiar para mejor.

En los días más difíciles —esos días en los que es difícil salir de la cama y ponerte el calzado para correr, cuando sabes que tienes que arrepentirte, o cuando luchas con algún otro cambio inesperado— recordamos el amor infinito de Dios y Su deseo de que seamos aun más felices de lo que somos ahora.

Ese recordatorio nos da la fortaleza para hacer los cambios que el Espíritu nos inspira a hacer; y nos ayuda a confiar en que los cambios inesperados que nos vemos forzados a hacer son parte de Su plan para nuestra mayor felicidad.