2019
La mayor expresión del amor de Dios
Abril de 2019


La última palabra

La mayor expresión del amor de Dios

De un discurso de la Conferencia General de abril de 1988

Dios expresa Su amor por nosotros al proporcionarnos la guía que necesitamos para progresar y alcanzar nuestro potencial. Aquel que lo sabe todo de nosotros, que conoce nuestro potencial y nuestras posibilidades eternas, nos ha dado consejo divino y mandamientos en Sus manuales de instrucciones: las Sagradas Escrituras. Cuando comprendemos y seguimos esas instrucciones, nuestra vida tiene propósito y significado. Aprendemos que nuestro Hacedor nos ama y desea que seamos felices. En una manifestación incomparable de Su amor divino por nosotros, Él envió a Su Hijo Unigénito Jesucristo.

“Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna.

“Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” (Juan 3:16–17).

Jesús nació en el mundo. Vivió en forma perfecta y, al hacerlo, marcó el sendero que debemos seguir. Él enseñó a Sus discípulos: “… Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12).

Quizás podamos tener una idea de la profundidad del amor de Cristo por nosotros al considerar que estuvo dispuesto a expiar y sufrir el dolor de nuestros pecados, “que hizo que [Él], Dios, el mayor de todos, temblara a causa del dolor y sangrara por cada poro y padeciera, tanto en el cuerpo como en el espíritu” (Doctrina y Convenios 19:18).

En esta Pascua, demos fervientes gracias a Dios por la expiación y resurrección de Su amado Hijo Jesucristo. Porque en Él, por Él y mediante Él, esta condición mortal y temporaria se puede convertir en una existencia permanente y perfecta, hecho por el cual no hay palabras con las que podamos expresar nuestro gozo.

Todas las maravillas de la naturaleza son atisbos del poder divino y de las expresiones del amor de Dios. No obstante, todavía nos espera el más grande de todos los milagros, el que tendrá lugar cuando nos levantemos de la tumba a un mundo nuevo que no tendrá fin, en el cual, si somos dignos, estaremos con Cristo y con nuestro Padre Celestial para siempre jamás.

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