2019
El abrigo perdido
Abril de 2019


El abrigo perdido

La autora vive en Iowa, EE. UU.

“Yo, el Señor, perdonaré a quien sea mi voluntad perdonar, mas a vosotros os es requerido perdonar a todos los hombres” (Doctrina y Convenios 64:10).

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The Missing Coat

“Mamá, ¡no está mi abrigo!”, exclamó Brad. Ya era hora de irse de la Iglesia a la casa, pero Brad no encontraba su abrigo en el perchero.

“¿Estás seguro de que lo colgaste ahí?”, preguntó mamá.

“Sí. Estaba aquí mismo”. El abrigo de Brad era de color azul y rojo intensos. Era imposible no notarlo.

“Tal vez alguien lo puso en otra parte. Veamos por el edificio”, sugirió papá.

Mamá, papá y Brad se separaron para buscar en diferentes salones. Buscaron en la caja de objetos perdidos, en la capilla, en el salón de la Escuela Dominical de Brad, en el salón de la Primaria y en todos los percheros. Incluso buscaron en los baños, pero no encontraron el abrigo.

“Tal vez alguien se lo llevó por accidente. Estoy seguro de que lo devolverán la próxima semana en cuanto se den cuenta de que no es de ellos”, indicó papá.

“Mientras te puedes poner el abrigo viejo”, dijo mamá.

Brad frunció el ceño. No le gustaba su viejo abrigo. No era nada grueso, se había desteñido y le quedaba pequeño. Le encantaba la forma en que su nuevo abrigo rojo y azul lo hacía verse como un superhéroe.

“Probablemente alguien vio lo lindo que es mi abrigo y se lo robó”, pensó Brad. ¿Cómo podría suceder eso en la Iglesia? Se supone que todos deben ser honrados. Brad no iba a permitir que el ladrón se saliera con la suya. Él tenía un plan. El siguiente domingo estaría muy atento para ver quién llevaba puesto su abrigo. Entonces se lo arrebataría a la persona y le gritaría: “¡Alto, ladrón!”. La persona se lamentaría por haberlo tomado.

Brad ansiaba que llegara el domingo para llevar a cabo su plan. Sin embargo, el domingo siguiente hacía demasiado calor como para abrigarse y lo mismo sucedió el siguiente.

El domingo después, Brad examinó con sospecha a todos los niños de la Primaria, preguntándose quién se había robado su abrigo. ¿Sería aquel niño alto? O tal vez había sido una niña. Sentía como que no podía confiar en nadie. A Brad no le gustaba esa sensación.

Después de las reuniones en la capilla, se apresuró a recorrer el edificio para ver a las familias ponerse sus abrigos. Sin embargo, no vio su abrigo en ninguna parte. Incluso fue a ver de nuevo la caja de objetos perdidos… pero el abrigo no estaba ahí. ¿Dónde podría estar?

De camino a casa, Brad ideó un nuevo plan. Iba a orar. Él sabía que el Padre Celestial podía encontrar objetos perdidos. Esa noche oró y dijo: “Padre Celestial, por favor dime quién se llevó mi abrigo. Quiero recuperarlo”.

Brad esperó que le acudiera a la mente el nombre o el rostro del ladrón. En lugar de ello, comenzó a pensar en su amigo Carl. Brad normalmente se sentaba junto a Carl en la Primaria. Ellos bromeaban y reían mucho juntos. Carl no había ido a la Iglesia en varias semanas. Brad lo extrañaba.

¿Y si fue Carl quien se llevó el abrigo? Tal vez Carl ahora tenía miedo de ir a la Iglesia, ya que pensaba que Brad ya no querría ser su amigo. Brad deseaba que Carl volviera a la Iglesia. Decidió que si Carl había sido el que se llevó el abrigo, no se enojaría con él. Más bien, lo perdonaría.

Brad se metió en la cama sintiéndose mejor.

El domingo siguiente en la Primaria, Carl no estaba ahí, pero sí había un nuevo niño. Llevaba puesta una corbata con franjas rojas y azules.

“Bonita corbata”, comentó Brad, sentándose junto al niño. “Te da un aspecto de superhéroe”.

El niño sonrió.

Brad también sonrió. Ya no estaba buscando ladrones. Lo que buscaba era amigos. ●