1990–1999
“Bienaventurados los misericordiosos…”
Abril 1990


“Bienaventurados los misericordiosos…”

“La misericordia constituye la esencia misma del Evangelio de Jesucristo. El grado al cual la manifestemos reflejará si somos realmente discípulos de nuestro Señor y Maestro.”

Mis hermanos y hermanas, comprendo la Imponente responsabilidad de dirigiros la palabra en esta gran conferencia. Decenas de miles de vosotros estáis escuchando con gran expectación tanto aquí en el Tabernáculo como en vuestra casa y en mas de dos mil edificios de la Iglesia. Quisiera decir para comenzar que os amo como mis hermanos y hermanas de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días. Os amo por vuestra fe y por vuestra fidelidad. Os amo por vuestra integridad. Os amo por vuestro anhelo de vivir como el Señor desea que viváis y por el esfuerzo que hacéis por lograrlo.

Se que muchos de vosotros sobrelleváis cargas muy pesadas. Se que muchos de vosotros vivís bajo extremados apremios y tensión. Se que estáis deseosos de hacer lo bueno y que oráis y os esforzáis por hacerlo. También se que ninguno de nosotros ha alcanzado la perfección que se nos ha amonestado a buscar; por lo tanto, y sólo con el deseo de animar, me tomo la libertad de tratar un tema que me parece se aplica a todos nosotros; proviene del sermón que Jesús dio a la multitud congregada en el monte: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzaran misericordia” (Mateo 5:7).

Vivimos en un mundo donde reinan la aspereza y el rigor. Vivimos en un mundo lleno de hostilidad, mal genio y maldad. Por la naturaleza humana, muchísimos se inclinan a actuar con absoluto egoísmo sin importarles el daño que causen a los demás.

Un día conversé con una joven madre a la que su marido había abandonado. Con muy poca preparación, procuraba ganarse la vida para mantener a sus hijos. Angustiada y desalentada, con lagrimas en los ojos, me dijo: “El mundo laboral es muy cruel; en el, no se conoce la misericordia”.

¡Que divina cualidad es la misericordia! Esta no puede disponerse por la ley, ya que debe salir del corazón; tiene que brotar del alma. La misericordia es parte de lo que hemos recibido como hijos de Dios y partícipes del linaje divino. Suplico que todos nos esforcemos mucho mas por dar mas amplia expresión y extensión a ese instinto que poseemos. Estoy convencido de que llegara la ocasión, quizá muchas ocasiones, en que tendremos que clamar pidiendo misericordia a otras personas. ¿Cómo podremos esperar recibirla si nosotros mismos no hemos sido misericordiosos?

Una parábola del Maestro me viene a la memoria:

“Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacia cada día. banquete con esplendidez.

“Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquel, lleno de llagas,

“y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico …

“Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado.

“Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno.

“Entonces el, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mi, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama.

“Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora este es consolado aquí, y tu atormentado.

“Además de todo esto, una gran sima esta puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá para acá.” (Lucas 1ó:19-2ó.)

Suplico que tengamos un mayor espíritu de compasión en todas nuestras relaciones personales, que tengamos mas misericordia, puesto que la promesa es cierta de que si somos misericordiosos recibiremos misericordia.

Junto con vosotros, he observado en los pasados meses el cambio asombroso y casi increíble que se ha verificado en algunas naciones de la tierra. Dictadores han caído y la voz del pueblo se oye otra vez con un nuevo canto de libertad.

Vi en televisión el juicio sumario que se aplicó a uno que había sido un déspota despiadado y que al verse en peligro deseó que sus acusadores tuvieran misericordia con el. No se nada del sistema judicial bajo el cual el y su esposa fueron procesados; sólo se que el juicio fue breve, la sentencia, muerte y la ejecución rápida. El no había tenido ninguna clemencia a lo largo de años de opresión cruel e implacable, y en esos momentos cruciales ninguna misericordia se tuvo para con el.

La misericordia constituye la esencia misma del Evangelio de Jesucristo. El grado al cual la manifestemos reflejara si somos realmente discípulos de nuestro Señor y Maestro.

Os recuerdo que El dijo: “… a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra …” (Mateo 5:39).

El dijo: “… y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa” (Mateo 5:40).

E1 dijo: “… y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con el dos” (Mateo 5:41).

El dijo: “Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehuses” (Mateo 5:42).

El dijo a la mujer sorprendida en pecado:

“… ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? …

“Ni yo te condeno; vete, y no peques mas.” (Juan 8:10-11.)

El, cuando colgaba en la cruz en espantosa agonía, clamó: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34).

El, el Hijo del Padre sempiterno, fue el mas grandioso ejemplo de la misericordia. Su ministerio se caracterizó por su compasión para con

los pobres, los enfermos, los oprimidos, las víctimas de la injusticia y de la crueldad del hombre. Su sacrificio en la cruz fue un acto de misericordia sin parangón en bien de toda la humanidad.

¡Que gran virtud es la clemencia! Las mas de las veces es silenciosa y modesta, y no se pregona. Es la antítesis de la venganza y del odio, de la codicia y del detestable egotismo. Como lo dice Porcia en El mercader de Venecia, de Shakespeare:

“La propiedad de la clemencia es que no sea forzada; cae como la dulce lluvia del cielo sobre el llano que esta por debajo de ella; es dos veces bendita. bendice al que la concede y al que la recibe … sienta mejor que la corona al monarca sobre su trono. El cetro puede mostrar bien la fuerza del poder temporal … Pero la clemencia esta por encima de esa autoridad del cetro; tiene su trono en los corazones de los reyes; es un atributo de Dios mismo …” (acto cuarto, escena primera, Obras completas, Madrid: Aguilar, 1967).

Si todas las personas la cultivaran, se daría fin a las atrocidades de la guerra. Desde hace ya muchos años hemos visto el conflicto que existe en el norte de Irlanda. Sin duda, los que lo han vivido y que han sufrido sus consecuencias deben de estar hartos de todo eso. Una efusión de clemencia de ambas partes pondría fin al destructivo odio que ha reinado y crecido durante tanto tiempo. Ya es hora de que cada lado actúe con mas compasión para con el otro. Se que si eso ocurre, los que muestren misericordia hallaran la misericordia que tanto anhelan.

De todas las guerras que ha habido en los Estados Unidos, ninguna ha producido tanto sufrimiento ni tanta muerte, ni ha estado tan impregnada de encono y de odio como la guerra civil. En las paginas de la historia, hay pocas escenas tan conmovedoras como la del 9 de abril de 18ó5 en Appomattox, estado de Virginia, cuando el general Robert E. Lee se rindió ante el general Ulysses S. Grant. El general Grant escribió un breve informe de las condiciones bajo las cuales los soldados del sur quedaban libres de volver a sus hogares con sus armas personales, sus caballos y sus pertrechos respectivos.

No hubo recriminación alguna, ni exigencia de reparaciones, ni se requirieron excusas ni se impusieron castigos. Eso ha pasado a las crónicas de la guerra como un gran y magnifico acto de clemencia.

En la historia de nuestra propia gente, se destaca el ejemplo de la actitud de Brigham Young para con los indios. El que haya dicho: “Es preferible alimentarles a pelear con ellos” pone en evidencia no sólo la innata misericordia de su alma, sino la mayor sabiduría inherente a la compasión para con el menos afortunado.

Espero me disculpéis por emplear un ejemplo de esa actitud que he sacado de la historia de mi propia familia. Mi abuelo, Ira Nathaniel Hinckley, recibió en 18ó7 el llamamiento de Brigham Young de construir un fuerte en Cove Creek, en el camino al sur de Utah, para que allí se protegiera de los indios a los viajeros. Pero nunca hubo dificultades con los indios de trascendencia alguna a causa de la norma de tratamiento clemente hacia ellos que siguió mi abuelo durante los años en que estuvo a cargo de ese solitario fuerte.

Hay en nuestra sociedad tanta contención y conflictos civiles que podrían mejorar con un poco de clemencia. Gran parte de eso ha llegado al punto de que la ley mosaica de ojo por ojo y diente por diente se ha agrandado hasta exigir tres ojos por un ojo y tres dientes por un diente. Muchas víctimas, atormentadas y angustiadas, claman en vano pidiendo un poco de bondad.

Vemos violentas disensiones entre empleadores y trabajadores. Si cada lado estuviera mas dispuesto a contemplar con mas clemencia los problemas del otro, la mayor parte del conflicto se evitaría.

Hace poco se nos ha hecho saber que en los Estados Unidos todavía persiste, pese a la protección de la ley, una despiadada explotación de niños en ciertas industrias.

Y todavía hay personas, y no son pocas, que sin compasión “[muelen] las caras de los pobres” (Isaías 3:15).

Hay actualmente críticos en los medios de difusión que creen realizar una tarea excelente y muy ingeniosa al atacar sin misericordia a hombres y a mujeres que ocupan puestos públicos y otros cargos directivos. Toman una línea o un párrafo fuera de contexto y persiguen a su víctima como un enjambre de abejas asesinas. Atacan ferozmente con injuriosas y sarcásticas insinuaciones a los que no tienen modo de defenderse y a los que, con el espíritu de las enseñanzas del Maestro, prefieren volver la otra mejilla y seguir adelante.

En muchos lugares del mundo, los gobiernos están combatiendo en contra de las drogas ilegales. Cabe subrayar que no hablo negativamente de los esfuerzos de los funcionarios gubernamentales por detener el funesto trafico de las drogas; pero, en lo que a esto respecta, hace falta mostrar compasión hacia muchas de las víctimas de las drogas. Cada vez que ayudemos a alguien a cambiar de vida, nuestro esfuerzo será un acto de misericordia seguido de agradecimiento en lugar de un acto de castigo seguido de resentimiento.

La triste situación de los que no tienen hogar niega públicamente la grandeza de los Estados Unidos. Elogio con la mayor efusión a los que, impulsados por el espíritu de la bondad, extienden una mano de ayuda a los afligidos, no importa quienes sean, y les alimentan, les visten y les bendicen. Se que a esas personas misericordiosas el Dios del cielo las bendecirá y a sus descendientes después de ellas, con Su divina misericordia. Creo firmemente que a los que dan tan generosamente no les faltara lo necesario en la vida y que tendrán alimento en la mesa y un techo sobre su cabeza. No es posible ser misericordioso con los demás sin recibir una cosecha de misericordia a cambio.

Y esto me lleva a mencionar otro lugar donde hace mucha falta esa misericordia que habla de paciencia, bondad, clemencia, compasión. Me refiero al hogar de la gente.

Todo niño, con unas pocas excepciones, es el producto de un hogar, sea este bueno, malo o indiferente. Al ir creciendo los niños a lo largo de los años, llegan a ser. en gran medida, una extensión y un reflejo de las enseñanzas de su familia. Si hay aspereza, maltrato, ira descontrolada, deslealtad, los frutos se discernirán fácilmente y, con toda

probabilidad, se repetirán en la generación que sigue. Si, por otro lado, hay tolerancia, perdón, respeto, consideración, bondad, misericordia y compasión, del mismo modo, los frutos serán equiparables y eternamente satisfactorios; serán buenos, gratos y magníficos. Si los padres son misericordiosos, la misericordia se repetirá en los actos de los de la siguiente generación.

Suplico a los padres y a las madres de todas partes que desechemos la aspereza, que dominemos la ira, que bajemos el tono de la voz y que nos tratemos con clemencia, amor y respeto mutuos en nuestros hogares.

Como el élder James E. Talmage lo escribió: “Religión sin moralidad, profesar santidad sin caridad, ser miembro de una iglesia sin responsabilidad adecuada, en lo que atañe a la conducta individual en la vida diaria, son como metal que resuena y címbalo que retiñe … ‘La religión pura y sin mácula delante de Dios y Padre es esta: Visitar los huérfanos y las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha de este mundo.’ La sinceridad de propósito, la integridad del alma, la pureza individual, la libertad de conciencia, el deseo de hacer bien a todos los hombres, aun a los enemigos, la benevolencia pura, estas cosas son algunos de los frutos que distinguen la religión de Cristo; y sobrepujan en importancia y valor la promulgación de dogmas y la declaración de teorías.” (Los Artículos de Fe, págs. 471-472.)

En cuanto a ese mismo tema, el Señor, por medio de la revelación moderna, nos ha mandado: “… socorre a los débiles, levanta las manos caídas y fortalece las rodillas desfallecidas” (D. y C. 81:5).

Y además: “Por tanto, fortalece a tus hermanos en toda tu conducta, en todas tus oraciones, en todas tus exhortaciones y en todos tus hechos” (D. y C. 108:7).

En los Estados Unidos, hemos oído hablar mucho en los meses recién pasados de “una nación mas bondadosa y mas benigna”.

Para que eso se haga realidad, debe cristalizarse por medio de la expresión espontanea de millones de seres humanos mas bondadosos, mas benignos.

Seamos mas clementes. Abandonemos la arrogancia, la vanidad, el egotismo. Seamos mas compasivos, mas benignos, llenos de tolerancia y de paciencia y de mayor respeto de unos para con otros. Al hacerlo, nuestro solo ejemplo llevara a otras personas a ser mas clementes y nosotros mismos podremos pedir con un motivo mas firme la misericordia de Dios, que en su amor será generoso con nosotros.

“Pues he aquí, ¿no somos todos mendigos? ¿No dependemos todos del mismo Ser. si, de Dios, por todos los bienes que tenemos; por alimento y vestido; y por oro y plata y por las riquezas de toda especie que poseemos?

“Y ahora, si Dios, que os ha creado, de quien dependéis por vuestras vidas y por todo lo que tenéis y sois, os concede cuanta cosa justa le pedís … ¡oh cómo debíais impartiros el uno al otro de vuestros bienes!” (Mosíah 4:19, 21.)

Así habló el rey Benjamin, a lo cual añado que el poder del Maestro es cierto y su palabra segura. El cumplirá su promesa para con los que sean compasivos. “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzaran misericordia” (Mateo 5:7).

Se que a todos nos llegara la hora en que, ya sea por enfermedad o por achaques de la edad, por pobreza o angustia, por opresión en contra de nosotros del hombre o de la naturaleza, anhelaremos misericordia. Y si, a lo largo de nuestra vida, hemos sido misericordiosos para con los demás, también nosotros recibiremos misericordia.

“Porque así dice el Señor- Yo, el Señor, soy misericordioso y benigno para con los que me temen, y me deleito en honrar a los que me sirven en justicia y en verdad hasta el fin.

“Grande será su galardón y eterna será su gloria.” (D. y C. 76:5-6; cursiva agregada.)

De estas cosas doy fe y testifico que Dios nuestro Padre Eterno vive, que E1 es un Dios misericordioso, y que su Hijo dio su vida en su gran y misericordiosa expiación por todos nosotros, y ruego que recibamos esa misericordia por haber sido misericordiosos con nuestros semejantes, en el nombre de Jesucristo. Amen.

Imprimir