La paz mundial
La fórmula para obtener la paz: es preciso obedecer los mandamientos de Dios. Las guerras y los conflictos son el resultado de la iniquidad; la paz es el producto de la bondad … Cada persona favorece la causa de la paz mundial cuando guarda los mandamientos de Dios y vive en paz con sus familiares y vecinos.”
Hace unos años, un conocido mío que se iba a radicar en Washington, D. C., fue a una oficina a rendir el examen de conductor. Tuvo que llenar un formulario que le preguntaba la dirección del trabajo y su ocupación. Lo acababan de nombrar juez de la Suprema Corte de Justicia; por lo tanto, anotó la dirección de dicha corte. Donde pedía su ocupación escribió: “justicia” (palabra que también quiere decir juez). El encargado leyó “justicia”, frunció el ceño, y dijo: “¿Justicia? ¡Justicia! Supongo que esta bien. La semana pasada alguien anotó ‘la paz’”.
Todos nosotros debemos ocuparnos de ‘la paz’”, pero, ¿qué es la paz y cómo la encontramos?
Muchos piensan que la paz es el resultado lógico de la ausencia de guerras. Todos queremos esa clase de paz. Se proclama en canciones y en carteles.
Mucha gente quiere lograr la paz oponiéndose a la guerra. Quieren leyes y tratados para abolir la guerra, forzar el desarmamento o reducir las Fuerzas Armadas.
Esos métodos pueden reducir el costo y la probabilidad de que haya guerras, pero oponerse a las guerras no asegura la paz, porque la verdadera paz es algo más.
Durante mas de cincuenta años, he oído a los líderes de nuestra Iglesia enseñar que la paz se obtiene sólo por medio del Evangelio de Jesucristo, y estoy comenzando a entender la razón.
La paz que nos brinda el evangelio no es tan sólo la ausencia de la guerra: es lo contrario de la guerra. La paz del evangelio es lo contrario a cualquier conflicto armado o sin armas. Es lo opuesto a las hostilidades entre naciones o razas, y a las rivalidades civiles y familiares.
Durante la Primera Guerra Mundial, el presidente Joseph F: Smith dijo:
“Durante años se ha afirmado que la paz sólo se asegura cuando uno esta preparado para la guerra. La guerra que peleamos ahora debería convencernos de que la paz sólo se asegura preparándose para la paz, enseñando a la gente a ser digna y justa, y eligiendo tanto los gobernantes como el pueblo adopten el Evangelio de Jesucristo, lo entiendan como se debe, lo obedezcan y lo pongan en práctica.” (Improvement Era, Sept. de 1914, págs. 1074-1075.)
Una generación después, durante las salvajes hostilidades de la Segunda Guerra Mundial, el presidente David 0. McKay declaró:
“La paz solo se consigue y se mantiene cuando triunfan los principios de la paz y se vencen sus enemigos, como el odio, la envidia, la ganancia por medios ilícitos y el dominio injusto de unos sobre otros. Dejarse llevar por esos males ocasiona desdicha a las personas y lleva a la guerra entre los países” (Gospel Ideals, Salt Lake City: Deseret Book Co., 1953, pág. 280.)
Este ha sido el mensaje de los profetas de todas las épocas. Refiriéndose a las primeras familias de la tierra, Moisés escribió:
“Y en aquellos días Satanás ejercía dominio entre los hombres y tiranizaba sus corazones; y desde entonces hubo guerras y la efusión de sangre.” (Moisés 6:15.)
En su época, Moisés dio a los hijos de Israel la promesa del Señor:
“Si anduviereis en mis decretos y guardareis mis mandamientos … yo daré paz en la tierra … y la espada no pasara por vuestro país.” (Levítico 26:3, 6.)
Muchas veces en el Libro de Mormón el Señor declara: “Según guardéis mis mandamientos, prosperaréis en la tierra” (2 Nefi 1:20).
Cuando tratamos de comprender la causa de la guerra, las persecuciones y los conflictos civiles, nos damos cuenta de que generalmente tienen raíces en la corrupción.
Los asesinatos en masa de este siglo son unos de los crímenes más atroces que se hayan cometido en contra de la humanidad. Es difícil entender la magnitud del asesinato de mas de cinco millones de judíos en Europa por los nazi, las purgas políticas y los campos de concentración de Stalin, en los que murieron entre cinco y diez millones en la Unión Soviética, y los dos o tres gobernantes que respeten la voluntad justa del pueblo “Hay una sola cosa que puede asegurar la paz del mundo y es que millones de civiles que murieron asesinados o de hambre durante la guerra de Biafra. Toda esas masacres, y otras como esas, tienen sus raíces en la antigua iniquidad que Satanás enseñó: que esta bien asesinar para beneficio propio (véase Moisés 5:31). Los asesinos de este siglo mataron para obtener riquezas y para dominar a otros.
Por medio del profeta Moisés, el Señor Dios de Israel mandó:
“No matarás
No cometerás adulterio.
No hurtarás.
No hablarás contra tu prójimo falso testimonio.
No codiciarás …” (Exodo 20:13-17.)
La obediencia a esos mandamientos, que son la base moral de todos los cristianos y judíos, hubiera prevenido las grandes tragedias de este siglo.
Todavía vivimos en una época de intranquilidad. Hay guerras entre algunas naciones, conflictos armados en otras y violentas disputas en la mayoría. Hay lugares en los que se asesina todos los días y hay otros en los que reina el odio. En todos lados, la paz es la que sufre.
Si tan sólo accediéramos a la invitación del Señor Dios de Israel: “Venid a mí, vosotros, todos los extremos de la tierra” (2 Nefi 26:25). Como enseña el Libro de Mormón, Dios ha creado a todo hombre: “Y en su vista un ser es tan precioso como el otro”. (Jacob 2:21.) El ha dado la salvación gratuitamente a todos y “… todo hombre tiene tanto privilegio como cualquier otro, y nadie es vedado”. (2 Nefi 26:27-28.)
“… el invita a todos ellos a que vengan a el y participen de su bondad; y a nadie de los que a el vienen desecha, sean negros o blancos, esclavos o libres, varones o hembras; y se acuerda de los páganos; y todos son iguales ante Dios …” (2 Nefi 26:33.)
Las bendiciones del evangelio son universales y también lo es la fórmula para obtener la paz: es preciso obedecer los mandamientos de Dios. Las guerras y los conflictos son el resultado de la iniquidad; la paz es el producto de la bondad.
Durante el ultimo año hemos visto muchos cambios revolucionarios en los gobiernos de muchas naciones. Nos sentimos agradecidos de que en la mayoría de los países estos cambios han ocurrido sin guerras ni matanzas, aunque todavía estemos lejos de que haya seguridad de paz en esos países y en el resto del mundo.
Muchos encuentran consuelo en la profecía del Antiguo Testamento que dice que las naciones harán azadones con sus espadas y hoces con sus lanzas (véase Miqueas 4:3). Pero esta profecía se refiere a la época de paz que sigue al tiempo en que el Dios de Jacob “… nos enseñara en sus caminos, y andaremos por sus veredas …” (Miqueas 4:2).
Por ahora, tenemos guerras y conflictos y todos ellos están arraigados en la violación de los mandamientos de Dios.
Los lideres de algunos países han asesinado sistemáticamente a sus oponentes. En otros, los gobernantes roban propiedades públicas y privadas para vivir con lujos, mientras descuidan las necesidades mas básicas de los hambrientos y destituidos de sus países.
Hay gente común que contribuye a la pobreza robando, corrompiendo a los empleados del gobierno y oprimiendo a los pobres e indefensos.
Al otro lado de la frontera de algunas naciones están los campos de sus propios refugiados, cuya situación deplorable también puede achacarse a que el hombre no cumple los mandamientos de Dios.
La moral de algunos países es el resultado de lo que según el profeta Ezequiel ocurría en la ciudad sangrienta de Jerusalén:
“Sus príncipes en medio de ella son como lobos que arrebatan presa, derramando sangre, para destruir las almas, para obtener ganancias injustas.
“El pueblo de la tierra usaba de opresión y cometía robo, al afligido y menesteroso hacia violencia …”
(Ezequiel 22:27, 29.)
La democracia no garantiza la paz.
Cuando una nación se gobierna de acuerdo con la voz del pueblo, sus acciones reflejaran tanto la bondad como la maldad del pueblo.
No podemos tener paz entre las naciones si el pueblo que las compone no es digno y justo. El élder John A. Widtsoe dijo:
“La única manera de tener una comunidad pacífica es enseñar a sus habitantes a ser pacificadores. Cada persona, de acuerdo con la doctrina de Cristo y su Iglesia, es responsable de la paz del mundo.
“Eso me hace tanto a más como a todos ustedes individualmente responsables de la paz mundial, responsabilidad que no puede delegarse a otra persona ni ser arrojada sobre los hombros del gobierno ni de ninguna otra organización que tenga autoridad.” (Conferenee Report, octubre de 1943, pág. 113.)
Si las personas no son básicamente buenas en su tratamiento unos de otros, nunca lograremos la paz mundial. La ambición, el odio o el deseo de poderío de una nación sobre otra es simplemente un reflejo de la ambición, el odio y el egoísmo de las personas que la componen.
Del mismo modo, cada persona favorece la causa de la paz mundial cuando guarda los mandamientos de Dios y vive en paz con sus familiares y vecinos. Estas personas cumplen con la oración expresada en la letra de una
canción popular que dice: “Que haya paz en la tierra y que yo sea el primero en promulgarla”. (Sy Miller y Jill Jackson, “Let there be peace on Earth”.)
El Salvador y sus Apóstoles no contaban con un método para lograr la paz mundial que no fuera la dignidad personal. No se opusieron al gobierno de Roma ni al de sus tiranos en Israel. Predicaron la integridad individual y enseñaron que los hijos de Dios debían amar a sus enemigos (véase Mateo 5:44) y estar “en paz con todos los hombres” (Romanos 12:18).
La historia contemporánea nos recuerda que los pueblos que continúan odiándose después de una guerra se pelearan otra vez, mientras que el vencedor y el perdedor que se perdonen gozaran de paz y prosperidad.
Los miembros de nuestra Iglesia demostraron el poder curativo y pacificador del amor cuando enviaron comestibles y ropa a los miembros alemanes después de la Segunda Guerra Mundial. El presidente de Estados Unidos, Harry Truman, se asombró cuando el presidente George Albert Smith le dijo que lo que enviábamos no iba a ser vendido. “¿Se lo van a donar?” preguntó incrédulo. Y el presidente Smith le contestó: “Son nuestros hermanos y están necesitados”. (Véase Edward I,. Kimball y Andrew E. Kimball, Jr., Spencer W. Kimball, Salt Lake City: Bookcraft, 1977, pág. 222.) Pocos meses después, el élder Ezra Taft Benson vio a un miembro alemán que emocionado le dijo, mientras acariciaba una caja de trigo: “Hermano Benson, me cuesta creer que personas que nunca nos han visto hagan tanto por nosotros”. (Sheri L. Dew, Ezra TafF Benson, Salt Lake City: Deseret Book Co., 1987, pág. 219.)
¿Qué puede hacer una sola persona para promover la paz mundial? La respuesta es sencilla: Cumplir los mandamientos de Dios y servir a Sus hijos.
Un obispo que trata de solucionar los problemas de un matrimonio o de resolver un conflicto entre dos personas es un pacificador. También lo es la víctima de un acto de violencia que se esfuerza con todo su ser por perdonar al que le hizo daño.
Los jóvenes contribuyen a la paz mundial cuando se privan del placer temporario de algo que les plazca hacer para servir al prójimo de una manera u otra.
Los que tal vez tengan mas influencia que nadie son los padres fieles. Los peores crímenes en contra de la humanidad fueron cometidos por personas que habían sido traumadas por los pecados de otras personas, a menudo sus propios padres o guardianes. Los padres que crían con amor a sus hijos y a los de otros y les enseñan a ser dignos contribuyen a la paz mundial. También lo hacen los padres que enseñan a sus hijos lo que aconsejó el rey Benjamin: a no pelearse, y a amarse y servirse unos a otros (véase Mosíah 4:15).
Los que tratan de reducir el sufrimiento humano y los que fomentan la comprensión entre los pueblos también contribuyen a la paz.
Una acción buena o una reconciliación también pueden tener impacto. E1 autor de la biografía del presidente Abraham Lincoln nos cuenta que un oficial del ejército, mientras este era comandante supremo, le solicitó permiso para asistir al entierro de su esposa. E1 presidente Lincoln se lo negó porque se aproximaba otra batalla y necesitaría a todos sus oficiales. A la mañana siguiente, Lincoln se arrepintió y decidió darle permiso. Fue a la habitación del hombre, le dio la mano y dijo:
“Mi estimado coronel, fui muy grosero anoche. No tengo ninguna excusa. Es cierto que estaba muy preocupado, pero no tenia derecho a tratar mal a nadie y menos a usted que se ha jugado la vida por su patria,
además de haber venido a mí con el corazón destrozado. Me ha remordido la conciencia toda la noche y vine a pedirle que me disculpe.” (Carl Sandburg, Abraham Lincoln, The War Years, 4 tomos, Nueva York; Harcourt, Brace and Co., 1939,1:514.)
Nuestros misioneros, los jóvenes y los matrimonios adultos, favorecen la paz mundial, como también las personas fieles que los mantienen.
Al igual que la Iglesia que los envía, nuestros misioneros no tienen intenciones políticas ni planes específicos de desarmamento ni de reducción de fuerzas. No circulan peticiones, no promulgan leyes ni apoyan candidatos políticos. Son siervos del Señor y Su programa para la paz mundial depende de la bondad, no de la retórica. Sus métodos incluyen el arrepentimiento y la reforma y no las manifestaciones con carteles.
Al predicar la rectitud, nuestros misioneros combaten las causas de la guerra. Enseñan el arrepentimiento a los corruptos, avaros y opresores porque sólo si nos reformamos podemos vencer la corrupción y la opresión de los grupos y las naciones. Al invitar a todos a arrepentirse y a “venir a Cristo”, los misioneros ayudan a las personas a cambiar, favoreciendo así la paz mundial.
En La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días, sabemos que es verdad lo que enseñó el profeta y rey Benjamin: que los que reciben el perdón de sus pecados, gracias a la expiación de Cristo, están llenos del amor de Dios y del conocimiento de lo que es recto y verdadero. Y esas personas pierden el deseo de dañarse unos a otros y sólo quieren vivir pacíficamente. (Véase Mosíah 4: 12-13.)
Este es nuestro método, y la salvación y la paz para toda la humanidad es nuestra meta.
Jesucristo es nuestro Salvador. Él nos ha enseñado cómo debemos vivir. Si seguimos sus mandamientos y tenemos buena voluntad hacia todos, tendremos paz en la tierra.
Ruego que Dios nos bendiga a todos en esta gran empresa y lo pido en el nombre de Jesucristo. Amen.