2023
El poder del ejemplo
Enero de 2023


“El poder del ejemplo”, Liahona, enero de 2023.

Retratos de fe

El poder del ejemplo

Sabía que la única manera de poder llevar a mi esposa a la Iglesia era por medio de mi ejemplo. Cuando cambié mi comportamiento, ella comenzó a sentir el Espíritu de Dios.

Imagen
Un esposo y una esposa orando

Fotografía por Cody Bell

Un día, de camino al trabajo, vi a dos jóvenes que predicaban la palabra de Dios en la calle. Me detuvieron y me preguntaron si deseaba saber más acerca de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. En aquel momento, no sabía hacia dónde se dirigía mi familia, no teníamos una brújula espiritual que nos indicara el camino.

Había bebido alcohol esa mañana, así que no recuerdo mucho de lo que me dijeron los misioneros, pero me entregaron un ejemplar del Libro de Mormón y un folleto sobre el profeta José Smith, junto con su número de teléfono. Aquel mismo día, más tarde, comencé a leer. Algo me conmovió el alma cuando leí el Libro de Mormón y me sorprendió que un joven de catorce años pudiera tener una visión tan importante.

Yo buscaba la verdad, así que empecé a reunirme con los misioneros. Después de recibir la mayoría de las lecciones, supe que debía ser bautizado, pero cuando se acercaba el día de mi bautismo, tuvimos una lección que me resultó difícil escuchar: la lección era sobre la Palabra de Sabiduría.

Esa lección me resultó muy difícil porque bebía mucho alcohol. Mi ambiente de trabajo era difícil y todas las personas con las que trabajaba bebían, así que yo también lo hacía. A menudo salía a beber después del trabajo y regresaba a casa muy tarde por la noche.

Sin embargo, los misioneros hicieron un excelente trabajo, todavía los amo por ello. Me enseñaron que Dios desea que seamos fuertes y nos dio la Palabra de Sabiduría para bendecirnos. Obedecer esta ley resultó ser muy difícil para mí, pero poco a poco empecé a vivirla. Recuerdo que llamaba a los misioneros todos los días, los ponía al día sobre mi progreso y les decía que no había bebido ese día. Ellos estaban muy contentos con mi progreso.

Con su ayuda, fui bautizado y entré en el redil de Jesucristo. Aquel hermoso día sentí el Espíritu, pero estaba solo cuando me uní a la Iglesia y quería que mi familia estuviera conmigo.

Cuando hablé con mi esposa, Clirime, sobre la Iglesia, al principio ella no quería escuchar. Su abuelo pertenecía a una religión diferente y ella se preguntaba incluso por qué La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días había ido a Albania. Sabía que la única manera en que podía llevarla al Evangelio era por medio de mi ejemplo. Por medio de nuestras acciones, las personas pueden ver quiénes somos de verdad.

Clirime percibió cambios en mí cuando dejé el alcohol y empecé a regresar pronto a casa después de salir del trabajo. Debido a los cambios que yo efectuaba, ella comenzó a sentir el Espíritu de Dios cuando le hablé de la Iglesia. No puedo describir el sentimiento de gozo que experimenté cuando me dijo que un día ella también sería bautizada. En poco tiempo, comenzó a recibir las lecciones misionales, las cuales ayudé a los misioneros a enseñar. En particular, me sentí feliz cuando ella fijó una fecha para su bautismo, seis meses después de que yo fuera bautizado.

Con su bautismo, y el bautismo de nuestros dos hijos cuando cada uno de ellos cumplió ocho años, sentí que podíamos llegar a ser una familia eterna. No obstante, el bautismo era solo el comienzo. Para prepararnos para ir al templo, sabíamos que teníamos que seguir a Dios hasta el fin de nuestra vida, guardar los mandamientos, asistir a la Iglesia, tomar la Santa Cena, prestar servicio en llamamientos, leer las Escrituras y aprender más sobre los convenios y el Plan de Salvación.

El día en que nos sellamos como familia en el Templo de Fráncfort, Alemania, fue otro hermoso día. En el templo, llegué a comprender más en cuanto al plan de felicidad que nuestro Dios tiene para nosotros y sentí Su amor.

Todavía recuerdo las promesas que Clirime y yo efectuamos en el templo. Siempre que algo sale mal o estamos pasando un mal momento, vuelvo a pensar en esas promesas.

Como familia, tratamos de vivir en armonía unos con otros porque eso es lo que sentimos en el templo. Cada vez que pienso en el templo, me siento contento y bendecido; sé que Dios es real y que Él nos ama y desea que seamos felices.