2023
Tienes que estar con tu hijo
Enero de 2023


“Tienes que estar con tu hijo”, Liahona, enero de 2023.

Voces de los Santos de los Últimos Días

Tienes que estar con tu hijo

Después de que el Espíritu le habló a mi padre durante mi ordenación al sacerdocio, él cambió su vida.

Imagen
Ordenación de un jovencito

Four Generations [Cuatro generaciones], por Kwani Povi Winder

Me volví activo en la Iglesia cuando mi tío Bill nos llevó a mis dos hermanas y a mí a la Primaria. Mi maestra de la Primaria, Jean Richardson, era una figura maternal muy bondadosa. Me caían bien tanto ella como mis nuevos amigos de la Iglesia, que eran mucho más amables conmigo que los niños de mi vecindario, así que decidí quedarme.

Mi duodécimo cumpleaños se aproximaba y el obispo Dal Guymon me invitó a recibir el Sacerdocio Aarónico y a ser ordenado diácono. No estaba seguro de lo que eso significaba, pero dije que sí. El obispo me dijo: “¿Por qué no le pides a tu papá que venga contigo el próximo domingo? Nosotros te ordenaremos”.

Papá y su familia habían dejado de asistir a la Iglesia cuando él tenía unos trece años. De adulto, pasaba la mayoría de los fines de semana en los bares locales o pescando. Había servido en la Marina de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Corea. Fumaba puros, bebía alcohol y decía malas palabras, pero tenía la reputación de ser honrado y justo en nuestro pequeño pueblo de Montana.

Cuando papá me llevó a la Iglesia el domingo siguiente, fue todo un acontecimiento. Cuando llegó el momento, el obispo Guymon me llamó y me pidió que me sentara en una silla. Varios hombres, pero no mi papá, me pusieron las manos sobre la cabeza y efectuaron la ordenanza.

Sentí el peso de varias manos grandes sobre mí. Papá, sentado en una banca cercana, sintió otro tipo de presión, en su caso en el pecho. Una voz interior le habló, diciendo: “Tienes que estar con tu hijo la próxima vez que esto suceda”.

En las semanas siguientes, papá cambió su vida y comenzó a asistir a la Iglesia todos los domingos. La Iglesia no tardó en convertirse en el centro de nuestra vida familiar.

Papá llegó a ser mi asesor del cuórum de diáconos, maestros y presbíteros, mi maestro de la Escuela Dominical y mi entrenador de baloncesto, sóftbol y voleibol. Mientras fuimos compañeros de orientación familiar, papá ayudó a otros hombres y familias a regresar a la actividad en la Iglesia.

Con la ayuda de mi papá, experimenté mi propia conversión transformadora y personal. Desde entonces, he tratado de estar al tanto de los hombres que, al igual que mi papá, podrían responder a una invitación a llegar a ser el mejor padre que puedan ser.

Estaré eternamente agradecido por lo que mi tío Bill, una bondadosa maestra de la Primaria, un sabio obispo y mi papá hicieron por mí hace sesenta años.