2010
Resolvamos los problemas emocionales a la manera del Señor
Enero 2010


Clásicos del Evangelio

Resolvamos los problemas emocionales a la manera del Señor

Este artículo fue tomado de un discurso de conferencia general pronunciado en abril de 1978. Se modificó la puntuación y se agregaron los subtítulos. El texto completo [en inglés] se encuentra en: liahona.lds.org.

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President Boyd K. Packer

Nuestros obispos reciben cada vez más llamadas para aconsejar a miembros con problemas que se relacionan más con el aspecto emocional que con la necesidad de alimento, ropa o vivienda.

Mi mensaje, por lo tanto, es sobre el tema de resolver los problemas emocionales a la manera del Señor.

Felizmente, los principios de bienestar temporal se aplican también a ese tipo de problemas…

Los principios de autosuficiencia

El manual de bienestar enseña: “[Los líderes] enseñarán e impulsarán a los miembros para que se sostengan hasta el máximo grado de su capacidad. Ningún Santo de los Últimos Días fiel tratará de deshacerse voluntariamente de la carga de su propio sustento; hasta donde sus fuerzas lo permitan, con la inspiración del Todopoderoso y con su propia labor, aportará para sí las cosas indispensables de la vida…” (véase Manual de los Servicios de Bienestar, 1952, pág. 2).

Hemos tenido bastante éxito en enseñar a los Santos de los Últimos Días que deben cuidar de sus propias necesidades materiales, y luego contribuir al bienestar de aquellos que no pueden proveer para sí.

Si un miembro no puede sostenerse, entonces debe pedir ayuda a su familia, y después a la Iglesia, en ese orden…

Cuando las personas tienen la capacidad de cuidar de sí mismas pero no están dispuestas a hacerlo, debemos emplear el dictado del Señor de que el ocioso no comerá el pan del trabajador (véase D. y C. 42:42).

La sencilla regla ha sido que debemos cuidarnos nosotros mismos. Este versito que expone una verdad ha servido de modelo: “De lo que tengas come, arréglate con lo que dispones; úsalo y hazlo rendir o de ello puedes prescindir”.

En 1936, cuando se anunció por primera vez el programa de bienestar de la Iglesia, la Primera Presidencia dijo lo siguiente:

“…El propósito de la Iglesia es ayudar a las personas a ayudarse a sí mismas…” (en “Conference Report”, octubre de 1936, pág. 3; cursiva agregada).

Éste es un sistema de ayuda propia, no de dádivas rápidas, y requiere un cuidadoso inventario de todos los recursos personales y familiares a los que se debe recurrir antes de recibir nada de fuentes externas.

El obispo que requiera a un miembro que trabaje hasta donde le sea posible por lo que reciba del bienestar de la Iglesia no es malo ni insensible.

Por otra parte, ningún miembro que reciba ayuda de la Iglesia debe sentir la más mínima vergüenza por ello, es decir, siempre que haya contribuido de su parte con todo lo posible…

La esencia de lo que quiero decir es: El mismo principio de autosuficiencia se aplica al aspecto espiritual y al emocional…

A menos que tengamos cuidado, estamos a punto de hacernos nosotros mismos en lo emocional y, por lo tanto, en lo espiritual, lo que durante generaciones hemos tratado con tanto empeño de evitar en el sentido material.

Los consejos

Parece que estamos desarrollando una epidemia de “consejitis”, que consume la fortaleza espiritual de la Iglesia lo mismo que el resfriado común consume la fuerza de la humanidad más que cualquier otra plaga…

Hablando en sentido figurado, hay muchos obispos que tienen un buen aprovisionamiento de “formularios” para dar ayuda emocional.

Cuando alguien llega con un problema, lamentablemente el obispo los reparte sin vacilar, sin detenerse a pensar en el efecto que eso pueda tener en su gente…

La independencia espiritual y la autosuficiencia son una fuerza sustentadora en la Iglesia; si privamos de eso a los miembros, ¿cómo pueden obtener revelación para sí? ¿Cómo sabrán que hay un Profeta de Dios? ¿Cómo recibirán respuesta a sus oraciones? ¿Cómo sabrán ellos mismos, con seguridad, lo que quieran saber?…

La aplicación de este principio a la familia

…El padre tiene la responsabilidad de presidir a su familia.

A veces, y con toda buena intención, es tanto lo que se exige de los hijos y del padre que éste no puede cumplir bien esa responsabilidad.

Obispo, si mi hijo necesita consejo, ésa debe ser mi responsabilidad en primer lugar, y en segundo la suya.

Obispo, si a mi hijo le hace falta entretenimiento, en primer lugar debo ser yo quien se lo proporcione, y usted en segundo.

Si mi hijo necesita que se le corrija, yo soy quien tiene primeramente esa responsabilidad, y usted en segundo lugar.

Si yo estoy fracasando como padre, ayúdeme a mí primero, y después a mis hijos.

No se apresure a sacarme de las manos la tarea de criar a mis hijos.

No se apresure a aconsejarlos y resolver todos sus problemas; déjeme tomar parte en el asunto. Ése es mi ministerio.

Vivimos en una época en que el adversario hace destacar en todo la filosofía de la satisfacción instantánea de los deseos. Parece que lo queremos todo instantáneamente, incluso soluciones instantáneas a nuestros problemas…

Se dispuso que la vida tenía que ser un desafío. Es normal sufrir algo de ansiedad, depresión, desilusión e incluso algún fracaso.

Enseñen a nuestros miembros que si de vez en cuando tienen un día bien desdichado, o varios consecutivos, los enfrenten con firmeza. Las cosas se arreglarán.

Existe un gran propósito en la lucha que tenemos en la vida.

El principio de la autosuficiencia o independencia personal es fundamental para una vida feliz.