2008
Lo que más me gusta de la Iglesia
Junio de 2008


Lo que más me gusta de la Iglesia

Hace poco, mi esposo y yo cenamos con unos amigos. La conversación derivó hacia el tema de la religión, y un amigo que era miembro menos activo de la Iglesia empezó a decirme las razones por las que la Iglesia no era verdadera.

Durante su explicación, se mostró firme, hostil y furioso. Yo permanecí todo el rato sentada escuchando. Al principio tuve ganas de llorar, pero después me enfadé y quise encararme con él. No obstante, la voz apacible y delicada me dijo que permaneciera en silencio.

Los insultos de nuestro amigo no terminaron sino hasta que terminamos la cena y pagamos la cuenta. Entonces se detuvo, como si estuviera esperando mi reacción. Me quedé sentada un momento mientras oraba en silencio. Después, con una voz suave, le dije tranquilamente: “¿Sabes lo que me gusta más de ir a la iglesia los domingos? La Santa Cena. Me da la oportunidad de inclinar la cabeza con calma y orar al Padre Celestial. Le cuento todas las cosas que podría haber hecho de forma diferente durante la semana anterior y busco la manera de mejorar”.

Después añadí: “Pienso en todas las personas para quienes procuré ser una bendición durante la semana pasada y le pido al Padre Celestial que me ayude a encontrar a más personas para seguir haciéndolo durante la semana siguiente. Me siento agradecida por tener tiempo todas las semanas durante la Santa Cena para hacer eso y llegar a ser la mejor persona posible”.

Nuestro amigo me miró sin decir nada. Salimos del restaurante y caminamos hasta el automóvil. Entonces le pregunté si recordaba todos los libros que contenían consejos para ayudar a las personas a cambiar su vida, los cuales tenía en el estante de libros de mi casa, y dijo que sí los recordaba. Le dije que desde que me había unido a la Iglesia, nunca había vuelto a leer otro de esos libros. Le dije que ahora al único libro al que acudo en busca de respuestas es el Libro de Mormón.

Unos días más tarde me llamó para disculparse.

“…venid a Cristo… y [amad] a Dios con toda vuestra alma, mente y fuerza” (Moroni 10:32), nos aconseja Moroni. Al procurar seguir este consejo, mi amor por los hijos de Dios ha crecido, incluso por aquellos que tratan de ser mis enemigos.