2008
Cómo cuidar al rebaño
Junio de 2008


Cómo cuidar al rebaño: La enseñanza de cualidades de liderazgo a los jóvenes

Tomado de una entrevista con el presidente Dieter F. Uchtdorf, de la Primera Presidencia, y el élder M. Russell Ballard, del Quórum de los Doce Apóstoles.

A algunos jóvenes, la edad adulta les parece estar muy lejana; pero dentro de muy poco tiempo, los de la nueva generación serán líderes en su hogar y en la Iglesia. ¿Qué debemos enseñarles ahora?

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President Dieter F. Uchtdorf
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Elder M. Russell Ballard

El preparar a la nueva generación para formar familias fuertes, dirigir la Iglesia y regresar a su Padre Celestial es una responsabilidad muy importante que corresponde a los líderes, los maestros y, más que nada, a los padres. “La responsabilidad de preparar a los futuros líderes de la Iglesia atañe al padre y a la madre”, explica el élder M. Russell Ballard, del Quórum de los Doce Apóstoles. “A medida que los jóvenes crecen y maduran durante los años de la adolescencia y se acercan a la edad adulta, la Iglesia llega a tener una importante función en ese proceso de darles una oportunidad de dirigir, pero éste comienza en el hogar”.

En este artículo, el élder Ballard y el presidente Dieter F. Uchtdorf, Segundo Consejero de la Primera Presidencia, explican diez principios que se relacionan con la enseñanza de cualidades de liderazgo a los jóvenes y que provienen de sus propias observaciones y experiencia.

1. Comiencen en el hogar

El élder Ballard afirma que la enseñanza del liderazgo en el hogar se puede llevar a cabo aun en las circunstancias más sencillas, tales como cuando uno de los padres prepara una comida o repara algo en la casa.

“En mi opinión, no hay nada que substituya la acción del padre o de la madre cuando toman a uno de sus hijos —aun cuando sea pequeño— y le muestran lo que están haciendo y la forma de hacerlo. Sólo por el hecho de estar junto a su padre o a su madre, ese niño crece aprendiendo mucho sobre la vida y la manera de hacer las cosas. Además, eso contribuye a que sienta que forma parte del proceso del consejo de familia.

“Por supuesto, entendemos que en algunos casos los niños no tienen a ambos padres en su hogar; pero hay alguien que los cría y esa persona es la número uno para enseñarles cómo hacer las cosas y cómo dirigir”.

El aprendizaje del Evangelio puede tener lugar en el hogar incluso en situaciones en las que los niños son miembros de la Iglesia pero los padres no, dice el presidente Uchtdorf. Los líderes del barrio o de la rama pueden invitarlos a participar de las actividades de sus hijos en la Iglesia, sean los padres Santos de los Últimos Días o no. Algunos de los mejores métodos se aplican con procedimientos que ya existen.

“Los líderes deben aprovechar los medios establecidos por la Iglesia: el folleto Para la fortaleza de la juventud y los programas de ‘Mi deber a Dios’ y ‘Mi progreso personal’. En la Guía para padres y líderes de la juventud se explica cómo ayudar a nuestros jóvenes a tener éxito en esos programas y a desarrollar habilidades de liderazgo”, dice el presidente Uchtdorf. “Introduzcan esos medios en los hogares de los jóvenes e insten a los padres a ayudar a sus hijos a alcanzar las metas, las asignaciones y las demás cosas buenas que se les ofrecen.

“Esto requiere un esfuerzo especial de parte de los líderes, pero contribuirá a que esos padres establezcan el potencial de liderazgo que se basa en la familia. También les hará saber cuáles son nuestros propósitos, les demostrará que la Iglesia une a las familias y que presenta valores maravillosos, valores que nos hacen parecernos más a Cristo. Confirmará a esos padres el hecho de que ‘hablamos de Cristo, nos regocijamos en Cristo, predicamos de Cristo, profetizamos de Cristo… para que nuestros hijos sepan a qué fuente han de acudir para la remisión de sus pecados’ (2 Nefi 25:26). Si utilizamos los programas que tenemos disponibles, podremos ayudar a todos nuestros jóvenes a convertirse en líderes”.

2. Enseñen en un ambiente de consejo

El élder Ballard señala que no es raro ver que los líderes adultos asuman responsabilidades que en realidad corresponden a los jóvenes. “El liderazgo entre los jóvenes progresa cuando los líderes asesoran prudentemente a su respectiva organización”, comenta. “Por ejemplo, digamos que un quórum de diáconos tiene cinco muchachos que son activos y tres que no lo son. ¿Quién tiene la responsabilidad de recobrar a los tres que no son activos? Muchos son los líderes que dirían que ellos son los responsables”.

En cambio, el líder debe tratar el asunto en una reunión de consejo con los miembros de la presidencia del quórum, y preguntarles: “¿Qué vamos a hacer, cómo vamos a hacerlo y quién se encargará de cada acción?”, aconseja el élder Ballard.

“Si los jóvenes ven que el obispo u otro líder se encarga de todo, que no da participación a los demás y que no presenta en el consejo todos los recursos de que dispone, pensarán que eso es lo que debe hacer un líder. Es trágico que un obispo piense: ‘Éste es mi barrio y vamos a hacer lo que a mí me parezca bien’, sin tener en cuenta que se trata del barrio del Señor. Debemos estar empeñándonos en tratar de saber lo que Él quiere que hagamos y cómo quiere Él que reunamos todos los recursos para lograr el éxito”.

3. Proporciónenles oportunidades de enseñar en el hogar y en la Iglesia

Las oportunidades de enseñar —aun las sencillas como expresar el testimonio, dar su punto de vista sobre un pasaje de Escritura o defender los principios del Evangelio en breves intercambios de ideas— son fundamentales para los jóvenes, afirma el presidente Uchtdorf; y agrega que la enseñanza es la esencia del liderazgo.

“Muchas veces, nuestros jóvenes son los únicos miembros de la Iglesia en la institución de enseñanza a la que asisten, por lo que deben saber que son muy valiosos y que tienen que conocer su religión; es preciso que comprendan que, sea lo que sea que hagan, siempre están enseñando algo con sus acciones. Si les proporcionamos oportunidades de enseñar y los exhortamos a no avergonzarse del Evangelio, les ayudaremos muchísimo”.

La organización de la Iglesia brinda oportunidades de desarrollo no sólo en lo espiritual sino también en otros aspectos. El presidente Uchtdorf dice lo siguiente de su carrera de aviador: “Todo lo que contribuyó a que lograra lo que logré en mi vida profesional lo aprendí por medio de la Iglesia”.

Y agrega que actualmente observa lo mismo en los miembros de su familia: “A mis nietos se les conoce como miembros de la Iglesia y también como los que hacen las mejores presentaciones en sus clases. ¿Por qué? Porque han adquirido esas habilidades en el hogar y en la Iglesia. Ni siquiera se dan cuenta de que lo están aprendiendo; es algo que ocurre naturalmente”.

4. Ayúdenles a sobreponerse al temor

El élder Ballard fue llamado obispo antes de los treinta años. “Me sentía muy ansioso”, recuerda; “nunca había sido obispo y cualquiera de mis dos consejeros tenía bastante edad como para ser mi padre. Pensé en todos los obispos que había tenido y traté de tomar de su ejemplo aquellos elementos que había admirado y considerado de valor en ellos. Pero al fin y al cabo, lo que ayuda a sobreponerse a ese temor es cumplir la asignación, cualquiera que ésta sea”.

El temor es natural cuando se recibe una asignación nueva, continúa el élder Ballard. “Un jovencito de doce años a quien se llame como presidente del quórum de diáconos va a sentir algo de aprensión y tal vez piense: ‘¿Cómo se dirige una reunión?’. Bueno, se le muestra cómo hacerlo. Quizás cometa errores y pueda resultarle difícil; pero después de unas cuantas veces, sabe que puede hacerlo. Con eso, ha dado hacia adelante un paso gigantesco. Una vez que se sabe cómo hacer algo, de repente es posible dirigir sin temor”.

El presidente Uchtdorf agrega que la confianza también proviene del hecho de comprender quiénes somos. “Fíjense en Moisés, en la Perla de Gran Precio. Aprende que ha sido creado a semejanza de Dios y que Dios tiene una obra reservada para él. Cuando uno sabe que está al servicio del Señor, todo es diferente. Por eso, es preciso que nuestros jóvenes sepan quiénes son y que el Señor estará con ellos.

“Cuando yo era adolescente, un misionero enseñaba la lección en nuestra clase porque estábamos en una rama pequeña. Algo que él dijo me impresionó mucho: ‘Si Dios está con ustedes, ¿quién puede estar en contra?’. Esa clase de confianza les da la fuerza para hacer lo necesario, aun cuando sientan temor o piensen que no están calificados para hacerlo”.

5. Dejen que aprendan su deber

Tal vez los líderes tengan la tendencia a dirigir, elegir la música u orar durante una charla fogonera o cualquier otra reunión para jóvenes, pero el presidente Uchtdorf dice que lo que deben hacer es “quedarse en la sombra”, supervisando a los jóvenes que realicen esas funciones.

“Es posible que sea difícil para los padres y los líderes hacer eso, porque saben que ellos probablemente lo harían más rápido y mejor; el permitir que los jóvenes lo hagan requiere paciencia. A veces implica dejarlos que tropiecen. Un pasaje de las Escrituras dice: ‘para que… mi pueblo sea instruido con mayor perfección, y adquiera experiencia, y sepa más cabalmente lo concerniente a su deber y a las cosas que de sus manos requiero’ (D. y C. 105:10; cursiva agregada).

“Ustedes ponen el ejemplo y dejan que ellos aprendan. Consideren al Salvador; Él permite que nosotros hagamos Su obra aquí en nuestros diversos llamamientos. Él es paciente con nosotros, y eso es lo que debemos hacer con nuestros jóvenes”.

El élder Ballard relata como ejemplo una experiencia que tuvo con uno de sus nietos que acababa de regresar de la misión y quería colgar algunas cosas en las paredes de su apartamento, que eran de bloques de cemento; el élder Ballard fue al apartamento para mostrarle cómo hacer las perforaciones y colocar los pernos.

“Perforé uno y le pregunté dónde quería el siguiente; él me indicó el lugar, y le dije: ‘Bueno, hazlo tú. Ya me viste hacerlo; ahora te toca a ti. Aquí tienes el taladro’. Y lo hizo. También hizo los demás, con lentitud porque estaba nervioso. Yo podía haberlo hecho en la mitad del tiempo, pero de ese modo él ahora sabe hacerlo y eso le ha dado confianza. Si quiere colgar alguna otra cosa, vendrá a pedirme prestada la herramienta. ¡Sólo espero que me la devuelva!”

6. Preséntenles el panorama completo

Es importante explicarles que una de las razones por las que se les pide que obedezcan y presten servicio es que en el futuro dirigirán a su familia y la Iglesia. Pero su obediencia y servicio harán más que prepararlos para esas futuras responsabilidades familiares y religiosas: los prepararán también para sus propias misiones particulares en la vida.

El hecho de considerar todo el panorama bendice no sólo a los jóvenes sino también a sus líderes, dice el presidente Uchtdorf. “A veces nos concentramos demasiado en los detalles. Si los líderes adultos graban el panorama completo de nuestro propósito y potencial en el corazón y en la mente de nuestra juventud, los detalles se resolverán fácilmente”.

La comprensión hacia los jóvenes y la comunicación clara y bondadosa con ellos son también cruciales, agrega. “Cuando tenía trece años, fui llamado como presidente del quórum de diáconos. El presidente de la rama dedicó unos minutos a buscar una sala de clase en donde pudiera reunirse conmigo, apartados del pasillo, y explicarme lo que debía hacer. Me dio una instrucción maravillosa en cuanto a lo que tanto él como el Señor esperaban de mí.

“¿Y saben cuántos diáconos había en mi clase? ¡Dos! Sin embargo, se tomó el tiempo para prepararse y prepararme. Eso sucedió hace cincuenta años, pero todavía recuerdo la forma en que me conmovió. Él quería que yo tuviera éxito, por lo que me dedicó su atención y su tiempo; me dio instrucciones bondadosas pero directas, y después se aseguró de que las hubiera entendido y las siguiera”.

7. Establezcan la responsabilidad

El Señor no necesita admiradores sino seguidores, afirma el presidente Uchtdorf. “Se aprende a ser líder aprendiendo primero a ser seguidor. El pasaje de Escritura dice que se debe ‘actuar’ para que no sea necesario que ‘se actúe’ sobre uno (2 Nefi 2:26)”.

“El próximo paso es el seguimiento. Es lo que aprendemos en el templo: el principio de volver e informar. No obstante, algunos de nuestros líderes sienten aprensión de ofrecer dirección, de dar un mensaje amable pero claro de lo que se espera y luego asegurarse de que se lleve a cabo el plan. Aunque el resultado no sea perfecto, cuando los jóvenes se esfuercen por lograrlo, anímenlos. Ellos lo recordarán después; tal vez no se acuerden de las palabras, pero sí de lo que hayan sentido al escucharlas”.

8. Recuerden que ustedes tienen derecho a recibir inspiración

Cuando el élder Ballard era un joven obispo, un niño pendenciero de nueve años era causa de gran inquietud para su maestra de la Primaria. Después de varias semanas, la maestra lo llevó a la oficina del élder Ballard y le dijo: “Obispo, aquí tiene a una de sus ovejas. Cuídela”.

Él no estaba seguro de lo que debía hacer, pero en ese momento recibió una impresión: pedir al niño que todas las semanas fuera a informarle cómo había sido su comportamiento en la Primaria. El obispo Ballard presentó ese desafío, el cual cambió la actitud del muchachito al ver que tenía la posibilidad de actuar de otra manera.

“No se me había ocurrido la idea de darle a él la responsabilidad hasta el momento en que lo vi en mi puerta”, comenta el élder Ballard. “Pero, por el poder del Espíritu, el Señor inspira al maestro o líder digno y recto para que sepa lo que debe hacer y decir a fin de sacar a luz lo mejor de cada persona, especialmente de los jóvenes y los niños”.

Y a propósito, aquel niño de nueve años llegó a ser “fantástico”, comenta el élder Ballard. Cumplió una misión, se casó en el templo y se convirtió en un gran líder.

El presidente Uchtdorf afirma que la preparación espiritual que se requiere para recibir inspiración exige un esfuerzo, pero es esencial. Él aprendió una lección similar durante su carrera de piloto. La responsabilidad de pilotear los aviones 747 era muy interesante, pero la preparación que se requería para despegarlos era muy intensa. “Para los maestros o los líderes, esa parte intensa consiste en la oración y en conocer las necesidades del joven en particular, sea varón o mujer. Además, los líderes deben cerciorarse de que el programa para los jóvenes no sea sólo diversión y juegos sino también una serie de sucesos magníficos y llenos de gozo que les ayuden a progresar en sus años de juventud y a llegar a ser lo que se ha dispuesto que lleguen a ser”.

9. Pongan la responsabilidad también en el hogar

Después de todo, los líderes —y en particular el obispado— son responsables de aconsejar y enseñar apropiadamente a los padres sobre lo que esté sucediendo con los jóvenes del barrio. El obispo o el presidente de rama no deben traicionar asuntos personales y confidenciales, pero pueden enseñar colectivamente en cuanto a problemas generales.

“Si fuera obispo en la actualidad”, comenta el élder Ballard, “creo que no vacilaría en aprovechar la reunión del quinto domingo del sacerdocio y de la Sociedad de Socorro para hablar a los padres de algunas preocupaciones que tuviera con respecto a sus hijos. Les diría: ‘Lo que sé de sus jóvenes como resultado de las entrevistas que he tenido en estos años queda entre ellos y yo, y ellos saben que no traicionaré sus confidencias, pero en general existen problemas. Es preciso que ustedes lo sepan y hagan algo al respecto…’. Tal vez haya padres que tengan miedo de enfrentar la realidad, pero es necesario que la conozcan”.

10. Comprendan el potencial eterno de los jóvenes

“Hemos elevado los requisitos”, dice el élder Ballard, “no sólo para la juventud, sino también para los padres, que tienen la responsabilidad principal de enseñar principios a sus hijos; se han elevado para los líderes; se han elevado para los maestros. Es preciso que nos elevemos por encima de un mundo que se está deteriorando muy rápidamente.

“Vemos que ellos aman al Señor”, continúa, “y recuerden que Él los ama. Dentro de ese jovencito al que ustedes enseñan hay un espíritu eterno. Estos jóvenes pertenecen a nuestro Padre Celestial y Él tiene gran interés en todos Sus hijos. Debemos mantener vivo en ellos el fuego de ese testimonio”.