2006
Sonrisas a pesar de mis pruebas
Julio de 2006


Mensajes instantáneos

Sonrisas a pesar de mis pruebas

A la edad de 17 años, dejé mi hogar en Guadalajara para estudiar en el Benemérito de las Américas, una institución de la Iglesia para jóvenes en México. Era muy feliz allí, aunque no me encontraba en el mejor estado de salud. Siempre había personas dispuestas a ayudarme y animarme, pero mi enfermedad aumentaba en gravedad y no sabía qué era lo que me pasaba. Al final me dieron una semana libre para volver a Guadalajara y hacerme unos análisis médicos.

Al llegar a casa, sufrí una parálisis facial total. Fui hospitalizada de gravedad con un fallo renal. No recuerdo lo que sucedió en las dos semanas siguientes, pero mi madre me dijo que no podía ver, oír ni comer nada. Los médicos no abrigaban esperanzas porque mis constantes vitales señalaban que no lograría sobrevivir.

Mi madre llamó al obispo, quien fue a darme una bendición. Pude percibir el poder del sacerdocio y comencé a recuperarme. Pasé una temporada en silla de ruedas, pero era incapaz de mantener la cabeza erguida, y no podía ver ni oír. Con la ayuda de los miembros del barrio, y sus ayunos y oraciones, proseguí con mi recuperación. Recibí diálisis; mi madre me donó un riñón y los médicos realizaron el transplante; sin embargo, a los cinco meses mi cuerpo lo rechazó y ahora vuelvo a recibir diálisis. Sigo en lista de espera de otro transplante de riñón.

A pesar de estas pruebas, mi Padre Celestial me ha concedido la oportunidad de graduarme de seminario y completar mi Progreso Personal, lo cual me produce una gran satisfacción. Sé que aún me queda mucho por delante antes de volver a estar sana otra vez, pero me siento agradecida al Señor por esta experiencia, ya que he obtenido un testimonio más fuerte que crece cada día que pasa. Considero que todos tenemos pruebas diferentes que debemos superar antes de recibir nuestra recompensa eterna. “…Doy a los hombres debilidad para que sean humildes… entonces haré que las cosas débiles sean fuertes para ellos” (Éter 12:27).

Lo que más deseo es poder regresar a la presencia de mi Padre Celestial. Sé que puedo lograrlo si soy fiel y obediente. A veces no es fácil aceptar la voluntad del Señor, pero trato de hacer frente a las pruebas con una sonrisa y de recordar que no estamos en la tierra durante mucho tiempo si lo comparamos con la eternidad.

Cuando me siento desanimada, me acuerdo del himno “Cuenta tus bendiciones” (Himnos, Nº 157) y entonces vuelvo a sentirme feliz. Ese himno me da paz y un sentimiento de gratitud. Recuerdo a las personas que me aman, entre ellos a un amoroso Padre Celestial que me ha bendecido con fortaleza.