2006
Mi hermana, mi ejemplo
Julio de 2006


Mi hermana, mi ejemplo

“…procurad cumplir con todas vuestras promesas el uno con el otro” (D. y C. 136:20).

Basada en una historia real

Cuando yo tenía unos ocho años de edad, vivía en Jamaica, que es un lugar muy caluroso. Un día, me sentí muy feliz porque mi tía me invitó a ir con ella y mi primo a casa de una amiga que tenía una piscina (alberca). Era lindo pensar en una fresca piscina en un día soleado.

Mi madre me dio permiso para ir, pero dijo que no podría nadar, ya que no sabía quién estaría allí para cuidar de nosotros. Le dije que solamente metería los pies en la piscina para refrescarme.

Cuando llegamos, mi primo se metió inmediatamente en la piscina; también llegaron algunos de nuestros otros amigos y empezaron a nadar. Todos me rogaban que me metiera en la piscina y finalmente me convencieron. Hacía mucho calor, y pensé que mamá no lo sabría porque mi tía dijo que no se lo diría.

Yo sabía que no estaba bien que mi tía le ocultara cosas a mi madre, pero de todos modos jugué un rato con mis amigos en la piscina. Todo el tiempo tuve miedo de lo que pasaría si mi madre se enterara de que la había desobedecido. A pesar de que traté de que no se me mojara el pelo, cuando llegué a casa lo tenía húmedo. Mamá me preguntó si había ido a nadar y le mentí; le dije que no. Durante mucho tiempo me sentí muy mal por haberlo hecho, pero no quería que me castigara.

Unos años más tarde, a mi hermana Briélan, de siete años de edad, la invitaron unas amigas y sus padres a ir a la playa. Mamá le dijo la misma cosa que me había dicho a mí: Ve y diviértete, pero no vayas a nadar. Cuando mi hermana llegó a la playa, los padres de esas amigas le dijeron que se fuera a nadar; ellos no se lo dirían a mamá, de modo que estaría bien.

A pesar de que mi hermana pensó que mamá nunca lo sabría, les respondió a los padres de sus amigas que no iría a nadar porque su madre le había pedido que no lo hiciera, y deseaba ser obediente. Los adultos trataron de convencerla de que podía ir a nadar, pero ella volvió a negarse porque sabía que debía hacer lo correcto, y ellos trataban de convencerla para que hiciera algo malo.

El día que mi hermana pasó en la playa fue igual de caluroso que el día que yo pasé en la piscina, y ella deseaba nadar tanto como yo lo hice, pero mi hermanita llegó a ser un gran ejemplo para mí cuando eligió honrar a nuestros padres al ser obediente.

Cuando mi madre me contó ese relato sobre mi hermana, le dije que yo le había mentido. Ella se sintió agradecida de que por fin le dijera la verdad; ella se sentía muy orgullosa de mi hermanita, que había elegido obedecerla, y yo también.

“La honradez es una parte importante del carácter… La honradez comienza cuando uno es joven”.

Presidente James E. Faust, Segundo Consejero de la Primera Presidencia, “A esto aspiramos”, Liahona, julio de 1998, pág. 46.

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