2006
Vivamos con fe
Julio de 2006


Ven y escucha la voz de un Profeta

Vivamos con fe

En medio de la confusión de nuestra época, la fe firme se convierte en un ancla para nuestra vida. Al acudir a nuestro Padre Celestial por medio de la oración personal y familiar, lograremos lo que el gran estadista inglés, William E. Gladstone, describió como la mayor necesidad del mundo: “Una fe firme en un Dios personal”.

Dondequiera que nos encontremos, nuestro Padre Celestial puede oír y contestar la oración que se ofrece con fe.

Hace muchos años, durante mi primera visita a la villa Sauniatu, en Samoa, mi esposa y yo nos reunimos con un grupo numeroso de niños pequeños, cerca de doscientos. A la conclusión de nuestros mensajes dirigidos a estos tímidos aunque hermosos niñitos, le sugerí al maestro samoano que siguiéramos adelante con los ejercicios de clausura.

Cuando anunció el himno final, de repente tuve la impresión de saludar personalmente a cada uno de los pequeños. Mi reloj me avisó que el tiempo era demasiado breve para semejante privilegio, pues teníamos planeado tomar un avión para partir del país, así que no hice caso a la impresión. Sin embargo, antes de que se ofreciera la última oración, volví a sentir que debería estrechar la mano de cada niño, deseo que hice saber al instructor, el cual mostró una amplia y hermosa sonrisa samoana y se lo dijo a los niños en su lengua. Éstos sonrieron a modo de aprobación.

Entonces el maestro me reveló el motivo de la alegría que él y los niños sentían. Él dijo: “Cuando supimos que un miembro del Quórum de los Doce Apóstoles iba a visitarnos aquí en Samoa, tan lejos de las Oficinas Generales de la Iglesia, les dije a los niños que si oraban con fervor y sinceridad, y ejercían la fe como en los antiguos relatos de la Biblia, el Apóstol visitaría nuestro pequeña villa de Sauniatu y, por motivo de la fe de ellos, él recibiría la impresión de saludar a cada niño con un apretón de manos”.

Fue imposible contener las lágrimas a medida que los hermosos niños y niñas se acercaban tímidamente y nos susurraban el dulce saludo samoano “talofa lava”. Se había manifestado una profunda expresión de fe.

Cuando ustedes, mis queridos amiguitos, vivan con fe, merecerán la compañía del Espíritu Santo. Tendrán “un fulgor perfecto de esperanza” (2 Nefi 31:20).

Tomado de “El faro del Señor: Un mensaje para la juventud de la Iglesia”, Liahona, mayo de 2001, págs. 2–7.

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