2006
Fiel a mi decisión
Julio de 2006


Fiel a mi decisión

Tenía 11 años de edad cuando oí hablar acerca de la Iglesia. Desde el momento en que entré en el centro de reuniones, sentí un hermoso espíritu. Seguí asistiendo durante varios meses, un periodo durante el cual cumplí 12 años y comencé a seguir el programa de “El progreso personal” de las Mujeres Jóvenes. Dos meses después, el 14 de agosto de 1994, me bauticé.

A los miembros del barrio les sorprendió ver que una chica de 12 años se bautizara sola sin sus padres. ¿Cómo sucedió eso? Le pregunté a mi padre si podía bautizarme, a lo que él respondió: “Eres una joven inteligente y sabrás qué decisión tomar”. En el corazón, yo ya había tomado la decisión de que nunca más me privaría del maravilloso sentimiento que experimenté cuando conocí el Evangelio verdadero.

Durante el tiempo que estuve en la escuela secundaria, pasé por unos años maravillosos y difíciles al mismo tiempo, ya que durante la adolescencia los jóvenes necesitan el apoyo de sus padres. No era fácil ser el único miembro de la Iglesia en mi casa cuando mis padres hacían cosas que iban en contra de las enseñanzas de la Iglesia, pero recordé lo que dijo Nefi: “…si… perseveráis hasta el fin, he aquí, así dice el Padre: Tendréis la vida eterna” (2 Nefi 31:20).

Años más tarde se bautizaron mis hermanos menores, pero mis padres no. Los misioneros hablaron con ellos, pero no quisieron bautizarse. Su decisión me entristeció, pero sabía que les había dado un buen ejemplo.

Cuando cumplí 16 años, viajé al Templo de Orlando, Florida, lo cual fue una de las experiencias más bonitas de mi vida. Fui sola y tuve la ocasión de bautizarme por mis antepasados. Dos años más tarde, cuando recibí mi Reconocimiento a la Joven Virtuosa, no podía contener mi gozo. Sentí que nuestro Padre Celestial estaba complacido conmigo.

Cuando el presidente Gordon B. Hinckley visitó nuestra hermosa isla de Puerto Rico y habló con los miembros, tuve el privilegio de cantar en el coro. Nos instó a acudir al templo de la isla vecina de la República Dominicana. Yo lo hice y en ese templo tomé la firme decisión de que me casaría para toda la eternidad con un ex misionero.

Alcancé esa meta al encontrar a un digno poseedor del sacerdocio que es ex misionero. Nos sellamos en el Templo de la República Dominicana por esta vida y la eternidad. Ya tenemos un niño y yo estoy prestando servicio en la presidencia de las Mujeres Jóvenes de la estaca. Mis padres todavía no son miembros, pero estoy contenta por el ejemplo que les he dado. Procuro nutrir las cualidades positivas de mis padres y olvidar sus imperfecciones.

Sé que pertenezco a la Iglesia verdadera y que Jesucristo es mi Salvador. Mi sueño y mi oración es que un día pueda sellarme a mis padres y hermanos. Amo este Evangelio que tanto gozo y esperanza han traído a mi vida.