Conferencia General
La obra del templo y de historia familiar, una misma obra
Conferencia General de abril de 2023


La obra del templo y de historia familiar, una misma obra

Un enfoque central del plan de nuestro Padre Celestial es unir a las familias por esta vida y por la eternidad.

Estoy muy agradecido por la continua edificación de templos en esta, la “dispensación del cumplimiento de los tiempos” (Doctrina y Convenios 128:18). Desde los primeros días de la Restauración, los santos fieles han hecho muchos sacrificios para recibir las ordenanzas y los convenios del templo. Siguiendo su gran ejemplo, en 1975, después de muchos sacrificios económicos para viajar desde la Ciudad de México, mi querida esposa, Evelia, y yo, acompañados por nuestros queridos padres, fuimos sellados como esposo y esposa eternos en el Templo de Mesa, Arizona. Ese día, al ser unidos por la autoridad del sacerdocio en la Casa del Señor, verdaderamente experimentamos un vislumbre del cielo.

La obra y el propósito de los templos

Aquella experiencia me ha permitido apreciar mucho mejor cómo, después de tres años de arduo trabajo y gran sacrificio, los santos en Kirtland, Ohio, finalmente completaron su hermoso templo en la primavera de 1836, el primero en esta dispensación. En marzo de aquel mismo año, más de mil personas se congregaron en el interior del templo y en sus entradas para el servicio dedicatorio. El profeta José Smith se levantó para ofrecer la oración dedicatoria, la cual había recibido por revelación (véase Doctrina y Convenios 109). En ella describió muchas de las extraordinarias bendiciones que son otorgadas a aquellos que entran dignamente en los templos del Señor. Luego el coro cantó el himno “El Espíritu de Dios” y la congregación se puso de pie y dio la Exclamación de Hosana “con tal fuerza que parecía […] levantar el techo del edificio” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, pág. 325).

Una semana después, el Profeta describió la aparición del Señor en el templo, quien dijo:

“Porque he aquí, he aceptado esta casa, y mi nombre estará aquí; y me manifestaré a mi pueblo en misericordia en esta casa […].

“Y la fama de esta casa se extenderá hasta los países extranjeros; y este es el principio de la bendición que se derramará sobre la cabeza de los de mi pueblo” (Doctrina y Convenios 110:7, 10).

Después de esta y otras visiones, Elías el Profeta, que fue llevado al cielo sin gustar la muerte, apareció ante el profeta José Smith y Oliver Cowdery y dijo:

“He aquí, ha llegado plenamente el tiempo del cual se habló por boca de Malaquías, testificando que él [Elías el Profeta] sería enviado antes que viniera el día grande y terrible del Señor,

“para hacer volver el corazón de los padres a los hijos, y el de los hijos a los padres, para que el mundo entero no fuera herido con una maldición.

“Por tanto, se entregan en vuestras manos las llaves de esta dispensación; y por esto sabréis que el día grande y terrible del Señor está cerca, sí, a las puertas” (Doctrina y Convenios 110:14–16).

El templo y la historia familiar

Una vez que el Señor restauró las llaves para sellar a José Smith, comenzó de nuevo la obra de salvación en ambos lados del velo en nuestra dispensación (véanse 1 Corintios 15:22, 29; Doctrina y Convenios 128:8–18).

El presidente Boyd K. Packer enseñó: “Aunque este acontecimiento notable pasó inadvertido para el mundo, habría de influir en el destino de toda alma que haya vivido o que vivirá sobre la tierra. Diversos sucesos comenzaron a acaecer calladamente. La Iglesia se tornó en una iglesia constructora de templos.

“Surgieron en el mundo, aquí y allí, en una manera que parecía ser espontánea, personas, organizaciones y sociedades interesadas en buscar genealogías. Todo esto ha ocurrido desde la aparición de Elías el Profeta en el Templo de Kirtland” (véase Cómo prepararse para entrar en el Santo Templo, 2002, pág. 31).

“Desde ese mismo día, el 3 de abril de 1836, el corazón de los hijos comenzó a volverse a sus padres. De allí en adelante, las ordenanzas no fueron provisorias, sino permanentes. El poder para sellar estaba con nosotros. Ninguna autorización lo excede en valor y trascendencia. Dicho poder dota de vigor y durabilidad eterna a todas las ordenanzas que se efectúan con la debida autoridad, tanto por los vivos como por los muertos” (véase Cómo prepararse para entrar en el Santo Templo, 2002, pág. 31).

Queridos hermanos y hermanas, la construcción y el uso correcto de los templos ha sido en cualquier dispensación una señal de la Iglesia verdadera de Jesucristo. Después de la dedicación del Templo de Salt Lake en 1893, el presidente Wilford Woodruff animó a los miembros de la Iglesia a buscar los registros de sus antepasados y a registrar su genealogía llegando lo más lejos posible para poder llevar los nombres al templo y realizar las ordenanzas de salvación y exaltación (véase Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Wilford Woodruff, 2004, pág. 180).

La obra de historia familiar y del templo: una obra

Un año después, en 1894, el mismo presidente Woodruff supervisó la creación de la Sociedad Genealógica de Utah. Cien años después, en 1994, el élder Russell M. Nelson, entonces miembro del Cuórum de los Doce Apóstoles, dijo: “Los acontecimientos de ese año histórico establecieron la investigación de historia familiar y el servicio en el templo como una sola obra de la Iglesia” (“El espíritu de Elías”, Liahona, enero de 1995, pág. 98).

La obra de historia familiar

Queridos hermanos y hermanas, el Señor nos anima, como miembros de Su Iglesia, a preservar nuestra propia historia familiar, a aprender de nuestros antepasados y hacer los arreglos necesarios para que ellos también reciban las ordenanzas del Evangelio en los templos, a fin de ayudarlos a progresar en la senda de los convenios, lo cual nos bendecirá con una familia eterna. Ese es un enfoque central del plan de nuestro Padre Celestial: unir a las familias por esta vida y por la eternidad.

Para aquellos de ustedes que aún no se sientan capaces de realizar esta obra, deben saber que no están solos. Todos podemos recurrir a las herramientas que la Iglesia ha preparado y que se encuentran en los centros de FamilySearch, que antes conocíamos como los centros de historia familiar. Estos centros de FamilySearch han sido diseñados de manera que casi cualquier persona, con poca ayuda, pueda encontrar la información de sus antepasados y organizarla debidamente para poder llevarlos a la Casa del Señor. Por favor, contacten con los consultores de historia familiar de su barrio o rama, quienes los guiarán en cada paso del camino.

A medida que sigamos la guía de los profetas, aprendamos a hacer nuestra historia familiar y realicemos las ordenanzas del templo por nuestros antepasados, experimentaremos un gran gozo al punto que no querremos dejar de hacerlo. El espíritu inundará nuestro corazón, despertará nuestras facultades para lograrlo y nos guiará en la búsqueda de los nombres de nuestros antepasados. Sin embargo, recordemos que la historia familiar va más allá de solo buscar nombres, fechas y lugares; es unir las familias y sentir el gozo que viene de extenderles las ordenanzas del Evangelio.

Amo la inspirada enseñanza de nuestro querido profeta, el presidente Russell M. Nelson, quien ha dicho: “El templo es el núcleo del fortalecimiento de nuestra fe y fortaleza espiritual porque el Salvador y Su doctrina son la esencia misma del templo. Todo lo que se enseña en el templo, mediante la instrucción y el Espíritu, amplía nuestra comprensión de Jesucristo. Sus ordenanzas esenciales nos unen a Él mediante convenios sagrados del sacerdocio. Luego, al guardar nuestros convenios, Él nos inviste de Su poder sanador y fortalecedor” (“El templo y el cimiento espiritual de ustedes”, Liahona, noviembre de 2021, pág. 93).

Ciertamente, la obra del templo y de historia familiar son una misma obra en la Iglesia.

Testifico de estas verdades. Yo sé que esta es la Iglesia del Señor Jesucristo, nuestro Salvador y Redentor, a quien recordamos y veneramos en estos días de Pascua de Resurrección. Sé que Él nos ama y que cuando guardamos los convenios y ponemos nuestra confianza en Él, Él nos inviste con Su poder sanador y fortalecedor. En el nombre de Jesucristo. Amén.