Conferencia General
Nunca dejen pasar la oportunidad de testificar de Cristo
Conferencia General de abril de 2023


Nunca dejen pasar la oportunidad de testificar de Cristo

El verdadero gozo depende de nuestra disposición a acercarnos más a Cristo y obtener un testimonio por nosotros mismos.

Hace cinco años hoy, levantamos la mano para sostener a nuestro amado profeta, el presidente Russell M. Nelson, como Presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, el portavoz del Señor para esta extraordinaria época de crecimiento y revelación. Por medio de él hemos recibido innumerables invitaciones y se nos han prometido gloriosas bendiciones si centramos nuestra vida en nuestro Salvador, Jesucristo.

En 2011, cuando mi esposo y yo servíamos como líderes de misión en la hermosa Curitiba, en Brasil, mi teléfono sonó durante una reunión. Al apresurarme a silenciarlo, me di cuenta de que la llamada era de mi padre. Rápidamente salí de la reunión para responder: “¡Hola, papá!”.

Para mi sorpresa, con la voz colmada de emoción, me dijo: “Hola, Bonnie. Debo decirte algo. Me han diagnosticado ELA”.

La confusión me abrumaba. “¡Espera! ¿Qué es ELA?”.

Papá ya lo estaba explicando: “Mi mente se mantendrá alerta mientras mi cuerpo se debilita lentamente”.

Sentía que todo mi mundo daba un vuelco al comenzar a lidiar con las repercusiones de aquella dolorosa noticia. Sin embargo, en aquel día inolvidable, fue su última frase la que encontró un lugar permanente en mi corazón. Mi querido padre dijo con premura: “Bonnie, nunca dejes pasar la oportunidad de testificar de Cristo”.

He meditado y orado acerca del consejo de papá. A menudo me he preguntado si sé con certeza lo que significa nunca dejar pasar la oportunidad de testificar de Jesucristo.

Al igual que ustedes, en ocasiones me he levantado el primer domingo del mes para dar testimonio de Cristo. Muchas veces he testificado de las verdades del Evangelio como parte de una lección. He enseñado la verdad con determinación y he declarado la divinidad de Cristo como misionera.

¡Pero aquella petición se sentía más personal! Fue como si me dijera: “¡Bonnie, no permitas que el mundo te supere! Permanece fiel a tus convenios con el Salvador. ¡Busca sentir Sus bendiciones cada día y sé capaz de testificar por medio del Espíritu Santo de Su poder y presencia en tu vida!”.

Vivimos en un mundo caído, con distracciones que persuaden a los ojos y al corazón a dirigirse hacia abajo en lugar de hacia el cielo. Al igual que los nefitas en 3 Nefi 11, necesitamos a Jesucristo. ¿Se pueden imaginar a ustedes mismos allí, entre personas que habían vivido tanto caos y destrucción? ¿Cómo sería oír la invitación personal del Salvador?:

“Levantaos y venid a mí, para que metáis vuestras manos en mi costado, y para que también palpéis las marcas de los clavos en mis manos y en mis pies, a fin de que sepáis que soy […] el Dios de toda la tierra, y que he sido muerto por los pecados del mundo.

“Y […] los de la multitud se adelantaron […] uno por uno […], y vieron con los ojos y palparon con las manos, y supieron […] y comproba[ron] por sí mismos1.

Aquellos nefitas se acercaron con entusiasmo para meter las manos en Su costado y palpar las marcas de los clavos en Sus manos y pies, a fin de comprobar por sí mismos que Él era el Cristo. Igualmente, hemos visto en nuestro estudio de este año del Nuevo Testamento, que muchas personas fieles habían esperado con anhelo la venida de Cristo. Dejaron sus campos, mesas de trabajo y cenas familiares y lo siguieron, se agolparon a Su alrededor, se apiñaron y se sentaron con Él. ¿Estamos tan anhelosos como las multitudes de las Escrituras de ser testigos por nosotros mismos? ¿Son las bendiciones que buscamos menos necesarias que las de ellos?

Cuando Cristo visitó en persona a los nefitas en el templo, no los invitó a que se detuvieran a observarlo a la distancia, sino a tocarlo, a comprobar por sí mismos la realidad del Salvador de la humanidad. ¿Cómo podemos acercarnos lo suficiente para obtener un testimonio personal de Jesucristo? Esto puede ser parte de lo que mi padre estaba tratando de enseñarme. Aunque tal vez no disfrutemos de la misma cercanía física que quienes caminaron con Cristo durante Su ministerio terrenal, ¡podemos sentir Su poder cada día por medio del Espíritu Santo! ¡Tanto como sea necesario!

Las mujeres jóvenes de todo el mundo me han enseñado mucho acerca de seguir a Jesucristo y obtener un testimonio personal de Él a diario. Permítanme hablarles de la sabiduría de dos de ellas.

Livvy ha visto la conferencia general toda su vida. De hecho, en su casa es una tradición ver las cinco sesiones en familia. En el pasado, para Livvy la conferencia había significado hacer garabatos o dormirse de vez en cuando sin proponérselo, pero la conferencia general de octubre pasado fue diferente. Esta se convirtió en algo personal.

Esta vez, Livvy decidió participar de manera activa. Silenció las notificaciones de su teléfono y anotó las impresiones del Espíritu. Se asombró al sentir las cosas específicas que Dios deseaba que escuchara e hiciera. Esa decisión marcó la diferencia en su vida casi de inmediato.

Pocos días después, sus amigos la invitaron a ver una película inapropiada. Ella expresó: “Sentí que las palabras y el espíritu de la conferencia regresaban a mi corazón y me oí a mí misma rechazando la invitación de ellos”. Además, tuvo el valor para compartir su testimonio del Salvador en su barrio.

Luego de esos acontecimientos, ella afirmó: “Lo sorprendente es que, cuando me oí a mí misma testificar de que Jesús es el Cristo, sentí que el Espíritu Santo me lo confirmaba a mí una vez más”.

Livvy no experimentó superficialmente el fin de semana de la conferencia, sino que se sumergió en ella, en mente y espíritu, y encontró allí al Salvador.

Y luego tenemos a Maddy. Cuando su familia dejó de asistir a la iglesia, Maddy se sintió confundida y no estaba segura de qué debía hacer. Ella se daba cuenta de que se perdía algo importante. Así que, a los trece años, Maddy comenzó a asistir a la iglesia sola. Aunque a veces estar sola era difícil e incómodo, ella sabía que podía encontrar al Salvador en la iglesia y deseaba estar donde Él estaba. Ella dijo: “En la iglesia, mi alma se sentía como en casa”.

Maddy se aferró al hecho de que su familia había sido sellada por la eternidad. Comenzó a llevar a sus hermanos menores a la iglesia y a estudiar las Escrituras con ellos en casa. Con el tiempo, su mamá comenzó a acompañarlos. Maddy le contó a su mamá sobre su deseo de servir en una misión y le preguntó si podría preparase para asistir al templo con ella.

Hoy, Maddy está en el CCM. Está sirviendo y testificando de Cristo. Su ejemplo ayudó a que ambos padres regresaran al templo y a Cristo.

Como Livvy y Maddy, al escoger buscar a Cristo, el Espíritu testificará de Él en muchas situaciones diferentes. Esos testimonios del Espíritu ocurren mientras ayunamos, oramos, esperamos y seguimos adelante. Nuestra cercanía a Cristo es mayor mediante la adoración frecuente en el templo, el arrepentimiento diario, el estudio de las Escrituras, la asistencia a la iglesia y a Seminario, al meditar en nuestra bendición patriarcal, al recibir dignamente las ordenanzas y al honrar los convenios sagrados. Todo eso invita al Espíritu a iluminar nuestra mente y brinda paz y protección adicionales. Pero ¿honramos eso como oportunidades sagradas para testificar de Cristo?

He asistido muchas veces al templo, pero cuando adoro en la Casa del Señor, se produce un cambio en mí. A veces, mientras ayuno, solo tengo hambre, pero otras veces me deleito en el Espíritu con un propósito. A veces he susurrado oraciones repetitivas y rutinarias, pero también me he sentido entusiasmada por recibir consejo del Señor mediante la oración.

Hay poder en hacer que esos hábitos sagrados sean menos como una lista de verificación y más como un testimonio. El proceso será gradual, pero se desarrollará con la participación diaria y activa, y con la búsqueda de experiencias con Cristo. Al actuar de forma constante según Sus enseñanzas, obtenemos un testimonio de Él; edificamos una relación con Él y con nuestro Padre Celestial. Comenzamos a ser semejantes a Ellos.

El adversario hace tanto ruido que puede ser difícil escuchar la voz del Señor. Nuestro mundo, nuestros desafíos, nuestras circunstancias no serán más apacibles, pero podemos y debemos sentir hambre y sed por las cosas de Cristo para “escucharlo” con claridad2. Debemos querer crear hábitos de discipulado y un testimonio que se centre en nuestra dependencia diaria del Salvador.

Mi padre se fue hace más de once años, pero sus palabras viven en mí: “Bonnie, nunca dejes pasar la oportunidad de testificar de Cristo”. Los invito a que me acompañen a aceptar su invitación. Busquen a Cristo en todas partes, ¡les prometo que Él está allí!3. El verdadero gozo depende de nuestra disposición a acercarnos más a Cristo y obtener un testimonio por nosotros mismos.

Sabemos que en los últimos días “toda rodilla se doblará, y toda lengua confesará” que Jesús es el Cristo4. Ruego que ese testimonio se convierta en una experiencia normal y natural para nosotros ahora mismo, que aprovechemos cada oportunidad para testificar con gozo: ¡Jesucristo vive!

Oh, cuánto lo amo. Cuán agradecidos estamos por Su infinita expiación, la cual ha “hecho que la vida eterna sea una posibilidad y la inmortalidad, una realidad para todos [nosotros]”5. Testifico de la bondad y gran gloria de nuestro Salvador, en Su sagrado nombre, sí, Jesucristo. Amén.