Conferencia General
Hosanna y aleluya — Jesucristo viviente: La esencia de la Restauración y de la Pascua de Resurrección
Conferencia General de abril de 2020


Hosanna y aleluya — Jesucristo viviente: La esencia de la Restauración y de la Pascua de Resurrección

En esta época de hosanna y aleluya, canten aleluya, ¡porque Él reinará para siempre jamás!

Queridos hermanos y hermanas: con hosanna y aleluya celebramos a Jesucristo viviente en esta época de Restauración continua y de Pascua de Resurrección. Con perfecto amor, nuestro Salvador nos asegura: “que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción. Pero confiad; yo he vencido al mundo”1.

Hace algunos años, cuando la hermana Gong y yo conocimos a una hermosa familia, su hija pequeña, Ivy, tímidamente sacó su estuche de violín; sacó el arco del violín, lo tensó y le puso resina; luego puso el arco nuevamente en el estuche, hizo una reverencia y se sentó. Como principiante, había compartido todo lo que sabía hacer con el violín. Ahora, años más tarde, Ivy toca el violín armoniosamente.

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Ivy y su violín

En este periodo terrenal, todos somos un poco como Ivy y su violín. Comenzamos desde el principio y, con práctica y perseverancia, progresamos y mejoramos. Con el paso del tiempo, el albedrío moral y las experiencias terrenales nos ayudan a llegar a ser más como nuestro Salvador conforme trabajamos con Él en Su viña2 y seguimos Su senda de los convenios.

Los aniversarios, incluso este bicentenario, destacan los patrones de restauración3. Al celebrar la restauración continua del evangelio de Jesucristo, también nos preparamos para la Pascua de Resurrección. En ambas, nos regocijamos por el regreso de Jesucristo. Él vive, no solo en aquel entonces, sino ahora; no solo para algunos, sino para todos. Él vino y sigue viniendo a sanar a los quebrantados de corazón, liberar a los cautivos, dar vista a los ciegos y poner en libertad a los quebrantados4, Esos somos cada uno de nosotros. Sus promesas de redención se cumplen, independientemente de nuestro pasado, nuestro presente o lo que pensemos de nuestro futuro.

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La entrada triunfal en Jerusalén

Mañana es Domingo de Ramos. Tradicionalmente, las palmas son un símbolo sagrado para expresar gozo en nuestro Señor, como en la entrada triunfal de Cristo en Jerusalén, “mucha gente […] tom[ó] ramas de palmeras y sali[ó] a recibirle”5. (Tal vez les interese saber que el original de este cuadro de Harry Anderson se encuentra en la oficina del presidente Russell M. Nelson, justo detrás de su escritorio). En el libro de Apocalipsis, los que alaban a Dios y al Cordero lo hacen “vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos”6. En la oración dedicatoria del Templo de Kirtland, se mencionan palmas junto con “mantos de rectitud” y “coronas de gloria”7.

Por supuesto, el significado del Domingo de Ramos va más allá de las multitudes que saludaban a Jesús con palmas; el Domingo de Ramos, Jesús entró en Jerusalén, de maneras que los fieles reconocieron como el cumplimiento de las profecías. Tal como Zacarías8 y el salmista predijeron proféticamente, nuestro Señor entró en Jerusalén montado en un pollino mientras las multitudes, entendiendo, aclamaban “Hosanna en las alturas”9. Hosanna significa “sálvanos”10. Entonces, así como ahora, nos regocijamos: “¡Bendito el que viene en nombre de Jehová”11.

Una semana después del Domingo de Ramos es el Domingo de Resurrección. El presidente Russell M. Nelson enseña que Jesucristo “vino a saldar una deuda que no era Suya porque nosotros teníamos una deuda que no podíamos saldar”12. Ciertamente, por medio de la expiación de Cristo todos los hijos de Dios “puede[n] salvarse, mediante la obediencia a las leyes y ordenanzas del Evangelio”13. En la Pascua, cantamos aleluya. Aleluya significa “alabad a Jehová el Señor”14. La pieza coral “Aleluya” de El Mesías de Händel es una preciada declaración de la Pascua de Resurrección de que Él es “Rey de reyes” y “Señor de señores”15.

Los acontecimientos sagrados que ocurrieron entre el Domingo de Ramos y el Domingo de Pascua son la historia del hosanna y del aleluya. Hosanna es nuestra súplica a Dios de que nos salve; aleluya expresa nuestra alabanza al Señor por la esperanza de la salvación y la exaltación. En el hosanna y el aleluya reconocemos a Jesucristo viviente como la esencia de la Pascua de Resurrección y de la Restauración de los últimos días.

La restauración de los últimos días comienza con una teofanía: la aparición literal de Dios el Padre y de Su Hijo Jesucristo al joven profeta José Smith. El profeta José dijo: “Si durante cinco minutos pudieran ver lo que hay en el cielo, aprenderían más que si leyesen todo lo que se haya escrito sobre el tema”16. Puesto que los cielos están abiertos de nuevo, conocemos a “Dios, el Eterno Padre, y [a] su Hijo Jesucristo, y […] [a]l Espíritu Santo”17, y creemos en Ellos: la divina Trinidad.

El Domingo de Pascua de Resurrección, el 3 de abril de 1836, en la primera época de la Restauración, Jesucristo viviente apareció después de dedicarse el Templo de Kirtland. Quienes lo vieron testificaron de Él mediante contrastes complementarios de fuego y agua: “Sus ojos eran como llama de fuego; el cabello de su cabeza era blanco como la nieve pura; su semblante brillaba más que el resplandor del sol; y su voz era como el estruendo de muchas aguas, sí, la voz de Jehová”18.

En esa ocasión, nuestro Salvador declaró: “Soy el primero y el último; soy el que vive, soy el que fue muerto; soy vuestro abogado ante el Padre”19. Nuevamente, contrastes complementarios: primero y último, vivo y muerto. Él es el Alfa y la Omega, el principio y el fin20, el autor y consumador de nuestra fe21.

Tras la aparición de Jesucristo, Moisés, Elías y Elías el Profeta también vinieron. Por mandato divino, esos grandes profetas de antaño restauraron llaves y autoridad del sacerdocio. De esa manera, “se entregan […] las llaves de esta dispensación”22 dentro de Su Iglesia para bendecir a todos los hijos de Dios.

La venida de Elías el Profeta al Templo de Kirtland también cumplió la profecía de Malaquías del Antiguo Testamento, de que Elías el Profeta regresaría “antes que venga el día de Jehová, grande y terrible”23. Al hacerlo, la aparición de Elías el Profeta coincidió, aunque no por casualidad, con la época de la Pascua judía, cuya tradición espera con reverencia el regreso de Elías el Profeta.

Muchas familias judías devotas preparan un lugar para Elías el Profeta en su mesa pascual. Muchos llenan una copa hasta el borde para invitarlo y recibirlo; y algunos, durante el Séder de Pésaj tradicional, envían a un niño a la puerta, que a veces se deja entreabierta, para ver si Elías el Profeta está afuera esperando que lo inviten a pasar24.

En cumplimiento de la profecía y como parte de la prometida restauración de todas las cosas25, Elías el Profeta sí vino como se prometió, en el día de Pascua de Resurrección y al inicio de la Pascua judía. Trajo la autoridad para sellar a fin de unir a las familias en la tierra y en el cielo. Tal como Moroni enseñó al profeta José, Elías el Profeta “plantará en el corazón de los hijos las promesas hechas a los padres, y el corazón de los hijos se volverá a sus padres. De no ser así”, continuó Moroni, “toda la tierra sería totalmente asolada a [la] venida [del Señor]”26. El espíritu de Elías, una manifestación del Espíritu Santo, nos acerca a nuestras generaciones —pasadas, presentes y futuras— en nuestras genealogías, historias y servicio en el templo.

Recordemos brevemente también lo que la Pascua judía representa; esta conmemora la liberación de los hijos de Israel de 400 años de cautiverio. El libro de Éxodo relata cómo llegó la liberación tras plagas de ranas, piojos, moscas, muerte del ganado, sarpullido, úlceras, granizo y fuego, langostas y densas tinieblas. La última plaga amenazaba con la muerte de los primogénitos de la tierra, pero no en la casa de Israel si es que… si es que en esos hogares ponían la sangre de un cordero de las primicias y sin mancha en el dintel de la puerta27.

El ángel de muerte pasó de largo las casas marcadas con la sangre simbólica del cordero28. Ese acto de pasar de largo representa que Jesucristo finalmente vence la muerte. En efecto, la sangre expiatoria del Cordero de Dios da a nuestro Buen Pastor poder para recoger a Su pueblo de todo lugar y circunstancia en la seguridad de Su redil, a ambos lados del velo.

Es significativo que el Libro de Mormón describa “el poder y la resurrección de Cristo”29 —la esencia de la Pascua de Resurrección— en términos de dos restauraciones.

Primero, la resurrección incluye la restauración física de nuestra “propia y perfecta forma”; “todo miembro y coyuntura serán restablecidos a su cuerpo; sí, ni un cabello de la cabeza se perderá”30. Esa promesa da esperanza a quienes han perdido extremidades, a los que han perdido la capacidad de ver, oír o caminar; o aquellos que creíamos que habían sucumbido a enfermedades implacables, o mentales, o alguna otra discapacidad. Él nos halla; Él nos sana.

Una segunda promesa de la Pascua de Resurrección y de la expiación de nuestro Salvador es que “todas las cosas serán restablecidas a su propio orden”31. Esa restauración espiritual refleja nuestras obras y nuestros deseos. Como pan sobre las aguas32, restaura “lo que es bueno”, “recto”, “justo” y “misericordioso”33. No es de extrañar que el profeta Alma utilice variaciones de las palabras restaurar, restablecer y restituir veintidós veces34 al instarnos a “trata[r] con justicia, juzga[r] con rectitud, y ha[cer] lo bueno sin cesar”35.

Debido a que “Dios mismo expía los pecados del mundo”36, la expiación del Señor puede sanar no solo lo que fue, sino también lo que puede ser. Debido a que Él conoce nuestros dolores, aflicciones, enfermedades, nuestras “tentaciones de todo tipo”37, Él puede, con misericordia, socorrernos según nuestras enfermedades38. Puesto que Dios es “un Dios perfecto, justo y misericordioso también”, el plan de misericordia puede “apaciguar las demandas de la justicia”39. Nos arrepentimos y hacemos todo lo que podemos. Él nos envuelve eternamente “entre los brazos de su amor”40.

Hoy celebramos restauración y resurrección. Con ustedes, me regocijo en la Restauración continua de la plenitud del evangelio de Jesucristo. Tal como comenzó en la primavera hace doscientos años, la luz y la revelación siguen manifestándose por medio del profeta viviente del Señor y de Su Iglesia que lleva Su nombre —La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días— y mediante la revelación e inspiración personales por el don divino del Espíritu Santo.

Con ustedes, en esta época de Pascua de Resurrección, testifico de Dios, nuestro Padre Eterno, y de Su Hijo Amado, Jesucristo viviente. Hubo hombres mortales que fueron cruelmente crucificados y después resucitados, pero solo Jesucristo viviente en Su perfecta forma resucitada todavía tiene las marcas de la crucifixión en Sus manos, pies y costado. Solo Él puede decir: “[E]n las palmas de mis manos te tengo grabad[o]”41. Solo Él puede declarar: “Soy el que fue levantado. Soy Jesús que fue crucificado. Soy el Hijo de Dios”42.

Al igual que la pequeña Ivy y su violín, nosotros en ciertas formas aún estamos empezando. Es veraz el dicho: “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido al corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para aquellos que le aman”43. En esta época, podemos aprender mucho de la bondad de Dios y nuestro potencial divino para que el amor de Dios crezca en nosotros al buscarlo a Él y ayudarnos mutuamente. En maneras nuevas y en lugares nuevos, podemos ser y llegar a ser, línea sobre línea, bondad tras bondad, de forma individual y en conjunto.

Estimados hermanos y hermanas de todo lugar, al reunirnos y aprender juntos, la fe y la bondad de ustedes me llenan con un sentimiento de gratitud y de entusiasmo en cuanto al Evangelio. Su testimonio y su travesía en el Evangelio enriquecen mi testimonio y mi travesía en el Evangelio. Sus preocupaciones y alegrías, su amor por la familia de Dios y la comunidad de santos, y el entendimiento de la verdad y la luz restaurada que viven, aumentan mi plenitud del Evangelio restaurado, cuya esencia es Jesucristo viviente. Juntos confiamos, “En sol y sombra, acompáñame”44. En unión sabemos, entre las cargas grandes de pesar, que podemos contar nuestras bendiciones45. En los detalles diarios y en las cosas pequeñas y sencillas, podemos ver que se realizan grandes cosas en nuestras vidas46.

“Y acontecerá que los justos serán recogidos de entre todas las naciones, y vendrán a Sion entonando canciones de gozo sempiterno”47. En esta época de hosanna y aleluya, canten aleluya, ¡porque Él reinará para siempre jamás! ¡Exclamen hosanna a Dios y al Cordero! En el sagrado y santo nombre de Jesucristo. Amén.