Conferencia General
Recuerdos espiritualmente decisivos
Conferencia General de abril de 2020


Recuerdos espiritualmente decisivos

Cuando las dificultades personales o las condiciones del mundo que están fuera de nuestro control oscurecen nuestra senda, los recuerdos espiritualmente decisivos de nuestro libro de la vida son como piedras brillantes que ayudan a iluminar el camino que tenemos por delante.

Dieciocho años después de la Primera Visión, el profeta José Smith escribió un extenso relato de su experiencia. Él había soportado oposición, persecución, acoso, amenazas y brutales ataques1; sin embargo, continuó testificando con valentía de su Primera Visión: “Yo efectivamente había visto una luz, y en medio de la luz vi a dos Personajes, los cuales en realidad me hablaron; y aunque se me odiaba y perseguía por decir que había visto una visión, no obstante, era cierto […]; yo lo sabía, y sabía que Dios lo sabía; y no podía negarlo”2.

En los momentos difíciles, la memoria de José se remontaba cerca de dos décadas hasta la certeza del amor que Dios tenía por él y los acontecimientos que dieron paso a la Restauración por tanto tiempo predicha. Al reflexionar en su travesía espiritual, José dijo: “No culpo a nadie por no creer mi historia. De no haber pasado lo que experimenté, ni yo mismo lo hubiera creído”3.

Pero las experiencias fueron reales, y él nunca las olvidó ni las negó, confirmando calladamente su testimonio mientras se trasladaba a Carthage. “Voy como cordero al matadero”, dijo, “pero me siento tan sereno como una mañana veraniega. Mi conciencia se halla libre de ofensas contra Dios y contra todos los hombres”4.

Sus experiencias espiritualmente decisivas

Hay una lección para nosotros en el ejemplo del profeta José. Junto con la apacible guía que recibimos del Espíritu Santo, de vez en cuando, Dios nos confirma a cada uno, de manera poderosa y muy personal, que nos conoce y nos ama, y que nos está bendiciendo específica y abiertamente. Luego, en nuestros momentos de dificultad, el Salvador reaviva esas experiencias en nuestra mente.

Piensen en su propia vida. A lo largo de los años, he escuchado miles de experiencias profundamente espirituales de Santos de los Últimos Días de todo el mundo que me confirman, más allá de toda duda, que Dios nos conoce y nos ama a cada uno, y que Él desea revelarse a Sí mismo a nosotros. Esas experiencias pueden presentarse en los momentos cruciales de nuestra vida, o en lo que en principio podrían parecer acontecimientos triviales, pero siempre vienen acompañados por una confirmación espiritual excepcionalmente fuerte del amor de Dios.

El recordar esas experiencias espiritualmente decisivas nos lleva a ponernos de rodillas y declarar, tal como hizo el profeta José: “Lo que recibí vino del cielo. Lo sé, y sé que Dios sabe que yo lo sé”5.

Cuatro ejemplos

Reflexionen en los recuerdos espiritualmente decisivos de su propia vida mientras comparto algunos ejemplos de otras personas.

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Dr. Russell<nb/>M. Nelson

Hace años, un anciano patriarca de estaca que tenía una insuficiencia en dos válvulas cardíacas le suplicó al entonces doctor Russell M. Nelson que lo interviniera, aunque en aquella época no había solución quirúrgica para la segunda válvula dañada. El doctor Nelson finalmente accedió a realizar la operación. Estas son las palabras del presidente Nelson:

“[D]espués de solucionar la obstrucción de la primera válvula, dejamos la otra al descubierto; encontramos que estaba intacta pero tan dilatada que ya no funcionaba como debía. Mientras la examinaba, recibí una clara impresión: Reduce la circunferencia del anillo, y le dije al asistente: ‘El tejido de la válvula funcionará bien si logramos reducir el anillo lo más posible a su tamaño normal’.

“Pero ¿cómo? […]. Una vívida imagen acudió a mi mente indicándome dónde colocar suturas, con un pliegue aquí y un ajuste allí […]. Aún recuerdo esa imagen en mi mente con líneas punteadas en el lugar donde debían ir las suturas. Llevamos a cabo la labor tal como se me había dibujado mentalmente. Probamos la válvula y vimos que la pérdida se había reducido considerablemente. El asistente comentó: ‘Es un milagro’”6. El patriarca vivió muchos años.

El doctor Nelson había sido guiado, y sabía que Dios sabía que él sabía que había sido guiado.

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Beatrice Magré

Kathy y yo conocimos a Beatrice Magré en Francia hace treinta años. Recientemente Beatrice me habló de una experiencia que tuvo un impacto en su vida espiritual poco después de su bautismo, cuando era adolescente. Estas son sus palabras:

“Los jóvenes de nuestra rama habíamos viajado con nuestros líderes a la playa de Lacanau, a una hora y media de Burdeos.

“Antes de regresar a casa, uno de los líderes decidió ir a nadar por última vez y se zambulló en las olas con los lentes puestos. Cuando salió del agua, los lentes habían desaparecido […]. Se perdieron en el mar.

“Al perder los lentes no podría conducir su auto, y nosotros quedaríamos varados lejos de casa.

“Una hermana llena de fe sugirió que orásemos.

“Yo murmuré que orar no serviría absolutamente de nada, y me uní de mala gana al grupo para orar públicamente con el agua turbia llegándonos hasta la cintura.

“Cuando la oración acabó, estiré los brazos para salpicar a todos. Al batir la superficie del agua, los lentes llegaron a mis manos. Un poderoso sentimiento de que Dios realmente escucha y contesta nuestras oraciones penetró mi alma”7.

Cuarenta y cinco años después, ella lo recordaba como si hubiera sucedido ayer. Beatrice había sido bendecida y sabía que Dios sabía que ella sabía que había sido bendecida.

Las experiencias del presidente Nelson y de la hermana Magré fueron muy diferentes, pero, para ambos, un recuerdo inolvidable y espiritualmente decisivo del amor de Dios les quedó grabado en el corazón.

Esos acontecimientos decisivos a menudo suceden cuando aprendemos acerca del Evangelio restaurado o compartimos el Evangelio con otras personas.

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Floripes Luzia Damasio y Neil L. Andersen

Esta imagen fue tomada en São Paulo, Brasil, en 2004. Floripes Luzia Damasio, de la Estaca Ipatinga, Brasil, tenía ciento catorce años. Al hablar de su conversión, la hermana Damasio me contó que los misioneros en su pueblo habían dado una bendición del sacerdocio a un bebé enfermo en estado crítico que se recuperó milagrosamente. Ella quiso saber más. Al orar acerca del mensaje de ellos, un testimonio innegable del Espíritu le confirmó que José Smith fue un profeta de Dios. A los ciento tres años se bautizó y a los ciento cuatro recibió su investidura. A partir de entonces, ella cada año hizo el viaje de catorce horas en autobús para pasar una semana en el templo. La hermana Damasio había recibido una confirmación celestial y ella sabía que Dios sabía que ella sabía que ese testimonio era real.

Este es un recuerdo espiritual de mi primera misión en Francia, hace cuarenta y ocho años.

Mientras golpeábamos puertas, mi compañero y yo le dejamos un Libro de Mormón a una mujer mayor. Cuando regresamos al apartamento de la mujer, aproximadamente una semana después, ella abrió la puerta. Antes de pronunciar una sola palabra, sentí un palpable poder espiritual. Esos intensos sentimientos continuaron cuando la señora Alice Audubert nos invitó a pasar y nos contó que había leído el Libro de Mormón y que sabía que era verdadero. Al salir de su apartamento aquel día, oré: “Padre Celestial, por favor, ayúdame a no olvidar nunca lo que acabo de sentir”. Nunca lo he olvidado.

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El élder Andersen cuando fue misionero

En un momento aparentemente común, ante una puerta muy parecida a otros cientos de puertas, yo había sentido el poder del cielo. Y sabía que Dios sabía que yo sabía que una ventana del cielo se había abierto.

Individualizada e innegable

Esas experiencias espiritualmente decisivas surgen en diferentes momentos y de diferentes maneras, a la medida de cada uno de nosotros.

Piensen en sus ejemplos favoritos de las Escrituras. Los que escucharon al apóstol Pedro “se compungieron de corazón”8. Abish, la mujer lamanita, creyó en la “notable visión de su padre”9. Una voz vino a la mente de Enós10.

Mi amigo Clayton Christensen describió del siguiente modo una experiencia que tuvo durante la lectura del Libro de Mormón bajo un intenso espíritu de oración: “[U]n espíritu hermoso, cálido y de amor […] me envolvió y me inundó el alma, infundiéndome una sensación de amor que no me había imaginado que pudiera experimentar [y esos sentimientos continuaron noche tras noche]”11.

Hay ocasiones en que los sentimientos espirituales penetran en nuestro corazón como fuego, iluminándonos el alma. José Smith explicó que algunas veces recibimos “una repentina corriente de ideas”, y de vez en cuando un flujo puro de inteligencia12.

El presidente Dallin H. Oaks, al responder a un hombre sincero que afirmaba que nunca había tenido una experiencia así, aconsejó: “Quizás sus oraciones han recibido respuesta una y otra vez, pero usted esperaba una señal grandiosa o una voz tan fuerte que cree que no ha recibido una respuesta”13. El Salvador mismo habló de un pueblo con una fe extraordinaria que “fueron [bendecidos] con fuego y con el Espíritu Santo […] y no lo supieron”14.

¿Cómo lo escuchas?

Recientemente hemos oído al presidente Russell M. Nelson decir: “Te invito a que pienses profundamente y a menudo acerca de esta pregunta clave: ¿Cómo lo escuchas ? También te invito a que puedas hacer lo necesario para escucharlo mejor y más a menudo”15. Él repitió esa invitación esta mañana.

Lo escuchamos en nuestras oraciones, en nuestro hogar, en las Escrituras, en nuestros himnos, al participar dignamente de la Santa Cena, al declarar nuestra fe, al prestar servicio a los demás, y al asistir al templo con otros creyentes. Los momentos espiritualmente decisivos surgen cuando escuchamos la conferencia general con espíritu de oración y cuando guardamos mejor los mandamientos. Y, niños, esas experiencias son para ustedes también. Recuerden que Jesús “enseñó y ministró a los niños […] y [los niños] declararon cosas grandes y maravillosas”16. El Señor dijo:

“[Este conocimiento os es] dad[o] por mi Espíritu […], y si no fuera por mi poder, no podríais tenerl[o].

“Por tanto, podéis testificar que habéis oído mi voz y que conocéis mis palabras”17.

Podemos escucharlo gracias a la bendición de la incomparable expiación del Salvador.

Si bien no podemos elegir el momento en que recibiremos esas experiencias decisivas, el presidente Henry B. Eyring dio el siguiente consejo para prepararnos: “Esta noche y mañana por la noche, ruego que oren, mediten y pregunten: ‘¿Me envió Dios algún mensaje […] exclusivamente para mí?’. ¿Vi Su mano bendecir mi vida o la vida de mi[ familia]?”18 La fe, la obediencia, la humildad y la verdadera intención abren las ventanas de los cielos19.

Una ilustración

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Navegar a través de la vida
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Recuerdos espirituales que brindan luz
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Ayudar a los demás a volver a descubrir la luz espiritual

Podrían pensar en sus recuerdos espirituales de ese modo. Con oración constante, la determinación de guardar nuestros convenios y el don del Espíritu Santo, vamos avanzando por la vida. Cuando las dificultades personales, la duda o el desaliento oscurecen nuestra senda, o cuando las condiciones del mundo que están fuera de nuestro control nos llevan a preguntarnos por el futuro, los recuerdos espiritualmente decisivos de nuestro libro de la vida son como piedras brillantes que ayudan a iluminar el camino que tenemos por delante, confirmándonos que Dios nos conoce, nos ama y ha enviado a Su Hijo, Jesucristo, para ayudarnos a regresar a casa. Y cuando alguien deja a un lado sus recuerdos decisivos y están perdidos o confusos, los volvemos hacia el Salvador al compartir nuestra fe y nuestros recuerdos con ellos, ayudándolos a redescubrir esos preciados momentos espirituales que una vez atesoraron.

Algunas experiencias son tan sagradas que las guardamos en nuestra memoria espiritual y no las compartimos20.

“Los ángeles hablan por el poder del Espíritu Santo; por lo que declaran las palabras de Cristo”21.

“[No] han cesado los ángeles de ministrar a los hijos de los hombres.

“Porque he aquí, se sujetan a [Cristo] para ejercer su ministerio de acuerdo con […] su mandato, manifestándose a los que tienen una fe fuerte y una mente firme en toda forma de santidad”22.

Y “el Consolador, el Espíritu Santo […], os enseñará [y os recordará] todas las cosas”23.

Atesoren sus recuerdos sagrados. Créanlos. Escríbanlos. Compártanlos con sus familiares. Confíen en que les han sido dados por su Padre Celestial y por Su Hijo Amado24. Permitan que les den paciencia en sus dudas y entendimiento en sus dificultades25. Les prometo que, a medida que reconozcan de buena gana y atesoren cuidadosamente los acontecimientos espiritualmente decisivos de su vida, recibirán más y más. ¡El Padre Celestial los conoce y los ama!

Jesús es el Cristo, Su evangelio ha sido restaurado y, si permanecemos fieles, testifico que seremos Suyos para siempre. En el nombre de Jesucristo. Amén.

Notas

  1. Véase Santos: La historia de La Iglesia de Jesucristo en los últimos días, tomo 1, El estandarte de la verdad, 1815–1846, 2018, págs. 149–153; véase también Joseph Smith, “History, 1838–1856, volume A-1 [23 December 1805–30 August 1834]”, págs. 205–209, josephsmithpapers.org; Santos, tomo 1, págs. 365–366.

  2. José Smith—Historia 1:25.

  3. Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, pág. 559.

  4. Doctrina y Convenios 135:4.

  5. Siempre me han impresionado las palabras que se encuentran en José Smith—Historia: “… había visto una visión; yo lo sabía, y sabía que Dios lo sabía” (José Smith—Historia 1:25). Él tendría que comparecer ante Dios y reconocer que esos acontecimientos en la Arboleda Sagrada realmente sucedieron en su vida, y que su vida no podría volver a ser la misma a causa de ello. Hace unos veinticinco años, escuché por primera vez una variación que hizo el élder Neal A. Maxwell de esa frase. Él dio el siguiente ejemplo: “Hace mucho, en mayo de 1945, viví un momento así en la isla de Okinawa, a los dieciocho años de edad. Ciertamente no hubo heroísmo de mi parte, sino que fue una bendición para mí y para otras personas durante el bombardeo de nuestra posición por parte de la artillería japonesa. Tras repetidos bombardeos que sobrepasaron nuestra posición, la artillería enemiga al fin marcó su objetivo. Tendrían que haber abierto fuego en ese momento, pero hubo una respuesta divina a por lo menos una oración asustada y egoísta. El bombardeo se detuvo… Había sido bendecido, y sabía que Dios sabía que yo sabía” (“Becoming a Disciple”, Ensign, junio de 1996).

    El élder Maxwell añadió no solo que él sabía, y no solo que Dios sabía, sino que Dios sabía que él sabía que había sido bendecido. Para mí, eso eleva simbólicamente la responsabilidad un grado más. A veces, nuestro Padre Celestial nos da, junto con la bendición, una intensa confirmación espiritual de que los cielos han obrado en nuestro favor. No se puede negar. Permanece con nosotros, y si somos sinceros y fieles, eso moldeará nuestra vida en los años venideros. “Había sido bendecido, y sabía que Dios sabía que yo sabía que había sido bendecido”.

  6. Russell M. Nelson, “El sereno poder de la oración”, Liahona, mayo de 2003, págs. 8–9.

  7. Relato personal de Beatrice Magré compartido con el élder Andersen el 29 de octubre de 2019; correo electrónico de seguimiento el 24 de enero de 2020.

  8. Hechos 2:37.

  9. Alma 19:16.

  10. Véase Enós 1:5.

  11. Clayton M. Christensen, “El conocimiento más útil de todos”, Liahona, enero de 2009, págs. 22–24.

  12. Véase Enseñanzas: José Smith, pág. 138.

  13. Dallin H. Oaks, Life’s Lessons Learned: Personal Reflections, 2011, pág. 116.

  14. 3 Nefi 9:20.

  15. Russell M. Nelson, “‘#Escúchalo, ¿de qué manera lo haces?’. Una invitación especial”, 26 de febrero de 2020, blog.ChurchofJesusChrist.org.

  16. 3 Nefi 26:14.

  17. Doctrina y Convenios 18:35–36. Los sentimientos siempre acompañan al conocimiento espiritual. “Sois prontos en cometer iniquidad, pero lentos en recordar al Señor vuestro Dios. Habéis visto a un ángel; y él os habló; sí, habéis oído su voz de cuando en cuando; y os ha hablado con una voz apacible y delicada, pero habíais dejado de sentir; de modo que no pudisteis sentir sus palabras” (1 Nefi 17:45).

  18. Henry B. Eyring, “¡Oh recordad, recordad!”, Liahona, noviembre de 2007, pág. 69.

  19. Véanse 2 Nefi 31:13; Moroni 10:4. El presidente Dallin H. Oaks visitó nuestra misión en Burdeos, Francia, en 1991. Él explicó a nuestros misioneros que la verdadera intención significa que la persona que ora le dice al Señor algo así: “No pregunto por curiosidad, sino con toda sinceridad, para actuar conforme a la respuesta a mi oración. Si me das esta respuesta, actuaré para cambiar mi vida. Yo obraré en consecuencia”.

  20. “A muchos les es concedido conocer los misterios de Dios; sin embargo, se les impone un mandamiento estricto de que no han de darlos a conocer sino de acuerdo con aquella porción de su palabra que él concede a los hijos de los hombres, conforme a la atención y la diligencia que le rinden” (Alma 12:9).

    El élder Neal A. Maxwell dijo: “Hace falta inspiración para saber cuándo compartir [las experiencias espirituales]. Recuerdo escuchar al presidente Marion G. Romney, que combinaba el sentido común con la sabiduría, decir: ‘Tendríamos más experiencias espirituales si no habláramos tanto de ellas’” (“Called to Serve”, devocional de la Universidad Brigham Young, 27 de marzo de 1994, pág. 9, speeches.byu.edu).

  21. 2 Nefi 32:3.

  22. Moroni 7:29–30.

  23. Juan 14:26.

  24. Las verdades del Evangelio están al alcance de todos. Una semana antes de la conferencia, después de terminar mi discurso, espiritualmente me sentí atraído hacia un libro llamado Divine Signatures: The Confirming Hand of God, 2010, cuyo autor es Gerald N. Lund, que sirvió como Setenta Autoridad General desde 2002 hasta 2008. Para mi deleite, las palabras del hermano Lund fueron un hermoso segundo testimonio de los principios que compartí en este discurso de conferencia y cualquier persona, que tiene el deseo de estudiar más sobre los recuerdos espiritualmente decisivos, las disfrutará.

  25. Una de las citas favoritas del presidente Thomas S. Monson es del poeta escocés James M. Barrie: “Dios nos dio recuerdos para que pudiésemos tener flores de verano en el invierno de nuestra vida” (véase Thomas S. Monson, “Cómo llegar a ser lo mejor de nosotros mismos”, Liahona, enero de 2000, pág. 21). Lo mismo sucede con los recuerdos espirituales. Pueden tener su máxima utilidad en nuestra vida en los fríos momentos de prueba, cuando necesitamos esos “cálidos” recuerdos espirituales.