2010–2019
Mujeres Jóvenes en acción
Abril de 2018


Mujeres Jóvenes en acción

Cada jovencita de la Iglesia debe sentirse valorada, tener oportunidades de prestar servicio y sentir que tiene algo valioso que aportar a esta obra.

Hace un año, en la sesión general del sacerdocio de la conferencia, el obispo Gérald Caussé habló a los hombres de la Iglesia y describió cómo los poseedores del Sacerdocio Aarónico y de Melquisedec son compañeros inseparables al llevar a cabo la obra de salvación1. Ese mensaje ha sido una gran bendición para ayudar a los jóvenes del Sacerdocio Aarónico a entender el papel que juegan en la edificación del reino de Dios sobre la tierra. Su servicio conjunto fortalece a la Iglesia y profundiza la conversión y el compromiso en los corazones de nuestros jóvenes a medida que comprenden cuán valiosa es su contribución y cuán gloriosa es esta obra.

Hoy deseo que mis palabras se sumen a ese mensaje al hablar de las mujeres jóvenes, quienes son igualmente necesarias e imprescindibles para llevar a cabo la obra del Señor en sus familias y en Su Iglesia.

Al igual que el obispo Caussé, durante buena parte de mi adolescencia viví en una pequeña rama de la Iglesia, y a menudo me pedían que cumpliera asignaciones y llamamientos que normalmente se habrían dado a los adultos. Por ejemplo, quienes estábamos en el programa de los jóvenes solíamos tomar la iniciativa para ayudar a organizar y llevar a cabo nuestras actividades y eventos especiales. Escribíamos obras de teatro, formábamos un grupo de canto para amenizar las actividades de la rama y participábamos plenamente en todas las reuniones. Fui llamada como directora de música de la rama, y cada semana dirigía la música en la reunión sacramental. Fue una gran experiencia para una joven de dieciséis años ponerse cada domingo frente a todos los miembros de la rama y dirigir el canto de los himnos. Sentía que era necesaria, y sabía que tenía algo que ofrecer. Las personas confiaban en que yo estaría allí, y me encantaba sentirme útil. Aquella experiencia me ayudó a edificar mi testimonio de Jesucristo y, al igual que le sucedió al obispo Caussé, ancló mi vida al servicio del Evangelio.

Cada miembro debe saber lo mucho que se le necesita. Cada persona tiene algo importante que aportar y posee talentos y habilidades singulares que ayudan a que avance esta importante obra. Nuestros jóvenes tienen deberes del Sacerdocio Aarónico descritos en Doctrina y Convenios que son más bien visibles. Para las jovencitas de la Iglesia, sus padres y sus líderes, puede resultar menos evidente que, desde el día en que se bautizan, ellas tienen responsabilidades adquiridas por convenio de “llorar con los que lloran; sí, y… consolar a los que necesitan de consuelo, y ser testigos de Dios en todo tiempo, y en todas las cosas y en todo lugar en que [estuvieren], aun hasta la muerte”2. Las jóvenes tienen oportunidades de cumplir con estas responsabilidades en sus barrios y ramas, y cuando prestan servicio en presidencias de clase, consejos de la juventud y otros llamamientos. Cada jovencita de la Iglesia debe sentirse valorada, tener oportunidades de prestar servicio y sentir que tiene algo de valor con lo que contribuir a esta obra.

En el Manual 2, aprendemos que la obra de salvación dentro de nuestros barrios incluye “la obra misional de los miembros, la retención de conversos, la activación de los miembros menos activos, la obra del templo y de historia familiar, y la enseñanza del Evangelio”3. Esa obra la dirigen nuestros fieles obispos, quienes poseen las llaves del sacerdocio para su barrio. Durante muchos años, nuestra presidencia se ha estado haciendo esta pregunta: “¿En cuáles de las áreas que se mencionan no deberían participar nuestras jovencitas?”. La respuesta es que ellas tienen algo que aportar en todas las áreas de esta obra.

Por ejemplo, hace poco conocí a varias jovencitas del área de Las Vegas que han sido llamadas a servir como consultoras de templo e historia familiar de barrio. Estaban radiantes de entusiasmo por poder enseñar y ayudar a los miembros de su barrio a encontrar a sus antepasados. Tenían valiosas habilidades informáticas, habían aprendido a utilizar FamilySearch y estaban entusiasmadas por compartir ese conocimiento con otras personas. Era evidente que tenían un testimonio y comprendían la importancia de buscar los nombres de nuestros antepasados fallecidos para que las imprescindibles ordenanzas de salvación pudieran efectuarse por ellos en el templo.

Hace unos meses tuve la oportunidad de poner a prueba una idea con dos jovencitas de catorce años. Hice copias de dos agendas reales de un consejo de barrio y se las di a Emma y a Maggie. Les pedí que leyeran las agendas y vieran si había algún punto de acción en los consejos de barrio en los que ellas podrían ayudar. Emma vio que una nueva familia iba a mudarse al barrio y dijo que podía ayudarles a trasladarse y desempacar. Pensó que podía hacerse amiga de los hijos de la familia y enseñarles su nueva escuela. Ella vio que pronto se celebraría una cena de barrio, y sintió que había diversas maneras en las que podía prestar servicio.

Maggie observó que había varias personas mayores en el barrio que necesitaban recibir visitas y hermanamiento. Dijo que le encantaría visitar y ser una ayuda a esos maravillosos miembros mayores. También sintió que podía ayudar a los miembros del barrio a aprender a configurar y utilizar las redes sociales. ¡En realidad no había nada en las agendas en lo que estas dos jovencitas no pudieran ayudar!

Quienes se sientan en consejo y tienen llamamientos en el barrio, ¿ven a las jovencitas como recursos valiosos para ayudar a cubrir las muchas necesidades que hay en sus barrios? Por lo general hay una larga lista de situaciones que requieren algún servicio y a menudo solo pensamos en los adultos del barrio para satisfacer esas necesidades. Así como se ha invitado a nuestros poseedores del Sacerdocio Aarónico a trabajar con sus padres y otros hombres del Sacerdocio de Melquisedec, nuestras jovencitas pueden ser llamadas a prestar servicio y atender las necesidades de los miembros del barrio con sus madres y otras hermanas fieles. ¡Ellas son capaces y están ansiosas y dispuestas a hacer mucho más que simplemente asistir a la Iglesia los domingos!

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Jovencita ayudando con la compra de comida
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Jovencita sirviendo
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Jovencita ayudando con computadora
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Jovencita limpiando
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Jovencita dirigiendo la música
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Jovencita enseñando
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Jovencita con chaleco de Manos Mormonas que ayudan
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Jovencita dando la bienvenida en la capilla

Al considerar las funciones que se espera que nuestras jovencitas asuman en un futuro próximo, podemos preguntarnos qué clase de experiencias podríamos proporcionarles ahora para ayudarlas a prepararse para ser misioneras, eruditas del Evangelio, líderes en las organizaciones auxiliares de la Iglesia, obreras del templo, esposas, madres, mentoras y amigas. Ellas pueden comenzar ahora a desempeñar muchas de esas funciones. A menudo se les pide a los jóvenes que ayuden a dar las lecciones en sus clases dominicales. Hoy día nuestras jóvenes tienen a su alcance oportunidades de prestar un servicio, que antes realizaban los obreros de ordenanzas o voluntarios, cuando ellas van al templo con otros jóvenes para efectuar bautismos por los muertos. Actualmente se invita a las niñas en edad de Primaria a asistir a las reuniones de preparación para el templo y el sacerdocio, que las ayudarán a entender que ellas también son participantes importantes en la obra dirigida por el sacerdocio. Ellas están aprendiendo que todos, tanto hombres, como mujeres, jóvenes y niños son receptores de las bendiciones del sacerdocio, y que todos pueden asumir un papel activo en el avance de la obra dirigida por el sacerdocio.

Obispos, sabemos que sus responsabilidades a menudo son agobiantes, pero de igual forma que una de sus más altas prioridades es presidir los cuórums del Sacerdocio Aarónico, el Manual 2 indica que “el obispo y sus consejeros brindan liderazgo del sacerdocio a la organización de las Mujeres Jóvenes. Velan por cada una de las mujeres jóvenes y las fortalecen, trabajando estrechamente con los padres y las líderes de las Mujeres Jóvenes en este esfuerzo”. También dice: “El obispo y sus consejeros participan regularmente en reuniones, proyectos de servicio y actividades de las Mujeres Jóvenes”4. Estamos agradecidas por los obispos que dedican su tiempo a visitar las clases de las Mujeres Jóvenes y brindan a las jovencitas oportunidades de ser más que meras espectadoras de esta obra. ¡Gracias por asegurarse de que sus jovencitas sean participantes valiosas al atender las necesidades de los miembros del barrio! Esas oportunidades de servir de maneras significativas las bendicen mucho más que las actividades en las que solo se las entretiene.

A ustedes, jovencitas de la Iglesia: sus años de adolescencia pueden ser intensos y a menudo desafiantes. Hemos observado que un mayor número de ustedes luchan con problemas de autoestima, ansiedad, niveles altos de estrés e incluso depresión. Mirar hacia afuera en lugar de preocuparnos por nuestros propios problemas tal vez no resuelva todos esos temas, pero el servicio a menudo aligera la carga y hace que los desafíos no parezcan tan duros. Una de las mejores maneras de aumentar los sentimientos de autoestima es mostrar, a través de nuestro interés y nuestro servicio a los demás, que tenemos mucho de valor que ofrecer5. Les insto, mujeres jóvenes, a levantar las manos y a servir voluntariamente cuando noten necesidades a su alrededor. Al cumplir con las responsabilidades que han adquirido por convenio y participar en la edificación del reino de Dios, las bendiciones fluirán en su vida, y descubrirán el profundo y duradero gozo del discipulado.

Hermanos y hermanas, nuestras jovencitas son asombrosas. Tienen talentos, un entusiasmo ilimitado y energía, y son compasivas y afectuosas. Ellas desean prestar servicio. Necesitan saber que son valiosas e imprescindibles en la obra de salvación. Igual que el Sacerdocio Aarónico prepara a los jóvenes varones para un servicio mayor a medida que avanzan al Sacerdocio de Melquisedec, nuestras jovencitas se están preparando para ser miembros de la organización de mujeres más grandiosa de la tierra: la Sociedad de Socorro. Juntos, esos bellos, fuertes y fieles hombres y mujeres jóvenes se están preparando para ser esposas y esposos, madres y padres que criarán familias dignas del reino celestial de Dios.

Testifico que la obra de nuestro Padre Celestial es llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna de Sus hijos6. Nuestras preciosas jovencitas tienen un importante papel que desempeñar en ayudar a cumplir esta gran obra. En el nombre de Jesucristo. Amén.