2000–2009
Lenguas de fuego
Abril 2000


Lenguas de fuego

“En todos los idiomas, el Espíritu de Dios --el Espíritu Santo-- guía o puede guiar a todo miembro de la Iglesia”.

¿Piensan que es posible para los que hemos sido asignados a hablar alejar la atención de este magnífico edificio lo suficiente como para concentrarnos en el propósito para el cual se edificó?

Quizás se pueda lograr por medio de una parábola y un poema.

La parábola: Un mercader que buscaba joyas preciosas encontró por fin la perla perfecta. Pidió al artesano más diestro que le tallara un joyero espléndido y lo forrara con terciopelo azul. Colocó la perla de gran precio a la vista, para que otras personas pudieran compartir su tesoro. A medida que la gente iba a verla, él observaba. Pronto se alejó entristecido; lo que admiraban no era la perla, sino el joyero.

El poema:

Somos ciegos hasta que vemos

que en el plan universal

nada es digno del esfuerzo

si al hombre no ha de salvar.

¿Para qué construir algo glorioso

si al hombre deja sin edificar?

En vano un mundo edificamos

Si el constructor no ha de progresar.1

Al pensar en el constructor, empezamos en el otro extremo del mundo, hace dos mil años, en el río Jordán con Juan el Bautista. Él predicó: “Yo… os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí… es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego”2.

“Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él”3.

“Y Jesús… subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios [el Espíritu Santo] que descendía como paloma, y venía sobre él.

“Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”4.

Jesús fue entonces al desierto y Lucifer llegó para tentarlo5. Jesús venció cada una de las tentaciones con una Escritura.

“…Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre”6.

“…Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios”7.

“…porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás”8.

Piensen en eso con detenimiento. Cuando el Señor se enfrentó a la Perdición misma, utilizó las Escrituras para protegerse.

Jesús escogió de entre Sus discípulos a 12 a quienes ordenó Apóstoles: Pedro, Jacobo y Juan; Andrés, Felipe, Bartolomé, Tomás, Mateo, Simón, Jacobo, Judas y Judas [Iscariote]. Eran hombre comunes y corrientes a quienes los fariseos describieron como “hombres sin letras y del vulgo”9.

Los Doce le siguieron y Él les enseñó.

Les ordenó enseñar a todas las naciones y a bautizar a todos los que creyeran10.

Antes de irse, hizo la promesa: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho”11.

Jesús fue crucificado. Al tercer día se levantó del sepulcro. Dio más instrucciones a Sus Apóstoles y después, antes de ascender, dijo: “He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto”12.

Ese poder no se hizo esperar. En el día de Pentecostés, los Doce se encontraban reunidos en una casa:

“…de repente vino del cielo un estruendo… un viento recio que soplaba…

“y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos.

“Y fueron todos llenos del Espíritu Santo…”13.

Con eso, los Doce recibieron pleno poder.

Cuando hablaron ese día, la gente se maravillaba porque cada persona los oía en su propia lengua: 18 idiomas en total14.

Los Apóstoles comenzaron a bautizar a todos los que creían en sus palabras; pero el bautismo para arrepentimiento no era suficiente15.

Pablo encontró a 12 hombres que ya habían sido bautizados por Juan el Bautista y les preguntó: “…¿Recibisteis el Espíritu Santo…? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo”16.

“…fueron [entonces] bautizados en el nombre del Señor Jesús”17 “Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo”18.

El modelo se estableció, como lo había sido desde el principio19. El entrar a la Iglesia de Jesucristo se hace por medio del “bautismo por inmersión para la remisión de los pecados”20. Después, en una ordenanza aparte, el don inestimable del Espíritu Santo se confiere “por aquellos que tienen la autoridad, a fin de que pueda predicar el evangelio y administrar sus ordenanzas”21.

A pesar de la oposición, los Doce establecieron la Iglesia de Jesucristo y, a pesar de la persecución, ésta prosperó.

Pero con el pasar de los siglos, la llama parpadeó y se atenuó; las ordenanzas se cambiaron o se abandonaron; la línea se quebrantó, y la autoridad para conferir el Espíritu Santo como un don dejó de existir. La Edad de las tinieblas de la apostasía se asentó sobre el mundo.

Pero siempre, como lo había sido desde el principio, el Espíritu de Dios inspiró a las almas rectas22.

Tenemos una inmensa deuda con los protestantes y los reformadores antiguos que preservaron las Escrituras y las tradujeron. Ellos sabían que algo se había perdido y mantuvieron viva la llama lo mejor que pudieron. Muchas de esas personas fueron mártires, pero el protestar no fue suficiente; ni los reformadores pudieron restaurar lo que se había perdido.

Con el tiempo, surgió gran diversidad de iglesias.

Cuanto todo estuvo preparado, el Padre y el Hijo se aparecieron al joven José en la Arboleda y esas palabras que se escucharon en el río Jordán se oyeron nuevamente: “Éste es mi Hijo Amado ¡Escúchalo!”23.

José Smith se convirtió en el instrumento de la Restauración.

Juan el Bautista restauró “…el Sacerdocio de Aarón, el cual tiene las llaves del ministerio de ángeles, y del evangelio de arrepentimiento, y del bautismo por inmersión para la remisión de pecados…”24.

Pedro, Santiago y Juan restauraron el oficio de apóstol dentro del sacerdocio mayor. Con él, se recibió la autoridad para conferir el divino y preciado don del Espíritu Santo25.

El 6 de abril de 1830 se organizó La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Las Autoridades Generales comenzaron a enseñar y a bautizar. Nueve meses más tarde se recibió una enmienda, una revelación:

“Bautizaste en el agua para arrepentimiento, pero no recibieron el Espíritu Santo;

“pero ahora te doy el mandamiento de bautizar en agua, y recibirán el Espíritu Santo por la imposición de manos, como lo hacían los antiguos apóstoles”26.

Un mes más tarde, se volvió a repetir ese mandamiento: “…a cuantos bautices con agua, les impondrás las manos y recibirán el don del Espíritu Santo…”27.

El don es para todos los que se arrepientan y se bauticen: niños y niñas, mujeres y hombres, todos por igual.

Vivimos en tiempos difíciles, muy difíciles. Tenemos la esperanza y oramos para que vengan días mejores, pero no va a ser así. Las profecías nos lo dicen. Ni como pueblo, ni como familias, ni como personas estaremos exentos de las pruebas que vendrán. Nadie estará libre de las pruebas que son comunes en el hogar y la familia; el trabajo, la desilusión, la congoja, la salud, el envejecimiento y, por último, la muerte.

¿Qué haremos entonces? Esa pregunta les fue hecha a los Doce el día de Pentecostés. Pedro contestó: “…Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo”28.

Les dijo además: “…para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos…”29.

Esa misma pregunta: “¿Qué haremos?”, le fue hecha al profeta Nefi. Él dio la misma respuesta que Pedro había dado: “…[tomad] sobre vosotros el nombre de Cristo por medio del bautismo… entonces viene el bautismo de fuego y del Espíritu Santo…”30.

“¿No os acordáis que os dije que después que hubieseis recibido el Espíritu Santo, podríais hablar con lengua de ángeles?…

“Los ángeles hablan por el poder del Espíritu Santo; por lo que declaran las palabras de Cristo… he aquí, las palabras de Cristo os dirán todas las cosas que debéis hacer.

“Por tanto, si después de haber hablado yo estas palabras, no podéis entenderlas, será porque no pedís ni llamáis; así que no sois llevados a la luz, sino que debéis perecer en las tinieblas.

“Porque he aquí, os digo otra vez, que si entráis por la senda y recibís el Espíritu Santo, él os mostrará todas las cosas que debéis hacer”31.

No es necesario vivir con temor al futuro. Tenemos muchos motivos para regocijarnos y muy pocos para temer. Si seguimos la inspiración del Espíritu, estaremos a salvo, no importa lo que nos depare el futuro; se nos mostrará lo que debamos hacer.

Cristo prometió: “[el] Padre… os dará otro Consolador…

“el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará con vosotros”32.

Muchos de nosotros somos como aquellos a los cuales el Señor dijo: “[vengan] con un corazón quebrantado y un espíritu contrito… [y] fueron bautizados con fuego y con el Espíritu Santo al tiempo de su conversión… y no lo supieron33.

Imagínense eso: “Y no lo supieron”.No es raro el que una persona haya recibido el don y que en realidad no lo sepa.

Me temo que ese don celestial se vea opacado por programas y actividades, por horarios e infinidad de reuniones. Hay tantos lugares a los cuales tenemos que ir, tantas cosas que hacer en este bullicioso mundo, que podríamos estar demasiado ocupados para prestar atención a la inspiración del Espíritu.

La voz del Espíritu es una voz apacible y delicada, una voz que se puede sentir en vez de escuchar; es una voz espiritual que se recibe en la mente como un pensamiento que entra en el corazón.

Por todo el mundo, hombres, mujeres y niños comunes y corrientes quienes no están plenamente conscientes de que poseen el don, bendicen a sus familias, enseñan, predican y ministran por medio del Espíritu que llevan en su interior.

En todos los idiomas, el Espíritu de Dios --el Espíritu Santo-- guía o puede guiar a todo miembro de la Iglesia. A todos se les invita a venir y a arrepentirse, y a ser bautizados y a recibir ese sagrado don.

A pesar de la oposición, la Iglesia progresará y, a pesar de la persecución, crecerá.

A José Smith se le hizo la pregunta: “¿En qué se diferencia su religión de otras religiones?”.Él contestó: “Todo lo que podría decirse al respecto se resume en el don del Espíritu Santo”34.

A este don se le aviva mediante la oración y se le cultiva “mediante la obediencia a las leyes y ordenanzas del Evangelio”35.

Se le puede extinguir por medio de la transgresión y la negligencia.

Muy pronto aprendemos que el tentador --el adversario-- utiliza esas mismas vías de la mente y del corazón para influenciarnos a hacer lo malo, a la haraganería, a la contención e incluso a los actos de tinieblas. Él se puede apoderar de nuestros pensamientos e inducirnos a hacer lo malo.

Todos tenemos el albedrío; ahora y para siempre, la luz resplandece por encima de la obscuridad.

El sacerdocio está estructurado para asegurar una línea inquebrantable de autoridad para bautizar y conferir el Espíritu Santo. Siempre están a mano líderes y maestros que han sido llamados y apartados para enseñarnos y corregirnos. Podemos aprender a diferenciar la inspiración de las tentaciones y seguir así la voz del Espíritu Santo.

¡Es una época gloriosa para vivir! No importa cuáles sean las pruebas que nos esperan, siempre encontraremos la respuesta a la pregunta: “¿Qué haremos?”.Nosotros y nuestros seres queridos seremos guiados, corregidos y protegidos, y se nos brindará consuelo.

Él dijo: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo”36.

Con la misma certeza de que sé que estoy aquí y ustedes allá, sé que Jesús es el Cristo. ¡Él vive! Sé que el don del Espíritu Santo, un sagrado poder espiritual, puede ser el compañero constante de toda alma que lo reciba. Ruego que el testimonio del Espíritu Santo les ratifique este testimonio, en el nombre de Jesucristo. Amén.

  1. Edwin Markham, “Man-Making”, en Masterpieces of Religious Verse, ed. James Dalton Morrison (1948) 419; traducción libre.

  2. Mateo 3:11.

  3. Mateo 3:13.

  4. Mateo 3:16–17.

  5. Véase Mateo 4:1–11.

  6. Mateo 4:4.

  7. Mateo 4:7.

  8. Mateo 4:10.

  9. Hechos 4:13.

  10. Véase Mateo 28:19.

  11. Juan 14:26.

  12. Lucas 24:49.

  13. Hechos 2:2–4.

  14. Véase Hechos 2:7–11.

  15. Véase Hechos 2:38.

  16. Hechos 19:2; véase también Enseñanzas del Profeta José Smith, págs. 321–322, 415–416.

  17. Hechos 19:5.

  18. Hechos 19:6.

  19. Véase Moisés 6:65–66.

  20. Artículo de Fe Nº 4

  21. Artículo de Fe Nº 5

  22. Véase 1 Nefi 10:17–19.

  23. José Smith--Historia 1:17.

  24. D. y C. 13.

  25. Véase D. y C. 27:12–13.

  26. D. y C. 35:5–6.

  27. D. y C. 39:23.

  28. Hechos 2:38.

  29. Hechos 2:39.

  30. 2 Nefi 31:13.

  31. 2 Nefi 32:2–5.

  32. Juan 14:16–17.

  33. 3 Nefi 9:20; cursiva agregada.

  34. History of the Church, tomo IV, pág. 42; citado por Dallin H. Oaks, “Para que siempre tengan su Espíritu”, Liahona, enero de 1997, pág. 66.

  35. Artículo de Fe Nº 3.

  36. Juan 14:27.