2000–2009
Integridad
Abril 2000


Integridad

“La integridad las hace más virtuosas y más completas”.

Es emocionante reunirme con ustedes esta noche al pasar por el umbral de este nuevo milenio; es una época sagrada en la cual estar con vida. Ya sea que ustedes tengan 12, 15 o 17 años, lo que hagan ahora es realmente importante mientras se preparan para los futuros papeles que habrán de desempeñar en calidad de mujeres, de madres y de edificadoras del reino.

Recuerdo un verano, cuando yo tenía 16 años, en que estaba sentada escribiendo en mi diario sobre todas las cualidades que deseaba en mi futuro esposo: que tuviera un testimonio, que fuera apuesto, que tuviera un buen sentido del humor, dinero y educación. Consideré que todas ésas eran buenas cualidades. Pero cuando mi hija mayor, Becky, tenía 16 años, me preguntó: “¿Cuál es la cualidad más importante que hay que buscar en un esposo?”.A esas alturas yo ya había estado casada durante muchos años, y sabía la respuesta a esa pregunta. Considero que la cualidad más importante que podemos poseer es la integridad. ¡Cuánto aprecio el valor de la integridad!

¿Qué es este principio tan importante? Integridad significa hacer lo que uno dice que hará; cumplir con las promesas que se haga a uno mismo. El programa de las Mujeres Jóvenes define así la integridad: “Tendré el valor moral de hacer que mis acciones estén de acuerdo con el discernimiento que tengo del bien y del mal”.

“Es fácil reconocer… a una persona que tenga integridad; es honrada; hace lo correcto cuando nadie la está mirando; cumple con su palabra y sabe guardar nuestras confidencias; paga sus deudas y limpia lo que ensucia; asume la responsabilidad de sus propios actos” (”The Wholeness of Integrity”, Church News, 26 de junio de 1999, pág. 16).

Cada uno viene a este mundo con diferentes niveles de integridad. ¿Se han preguntado alguna vez qué cualidades reunía Jesús para que se le diera el papel de Salvador del mundo? Él fue el Primogénito del Padre, elegido desde el principio, pero, ¿qué fue lo que en verdad lo hizo perfecto? Fue Su total dedicación y deseo de complacer a nuestro Padre Celestial. El Salvador tenía la capacidad de pecar, pero Su deseo por la “honradez fue una armadura contra la tentación” (James E. Talmage, Jesús el Cristo, pág. 141). El Salvador dijo: “…yo hago siempre lo que le agrada [al Padre]” (Juan 8:29). Sabemos que, durante Su vida, Él siempre tomó las decisiones correctas. Tuvo el valor moral de hacer que Sus acciones estuvieran de acuerdo con Su conocimiento del bien y del mal.

El presidente Hinckley ha dicho: “En todo este mundo no hay substituto para la integridad personal. Ésta incluye el honor; incluye las acciones; incluye el cumplir con nuestra palabra; incluye el hacer lo correcto sean cuales fueran las circunstancias” (Teachings of Gordon B. Hinckley, 1997, pág. 270).

Veamos algunos ejemplos de jovencitas que están aprendiendo a amar la integridad. Han decidido hacer lo justo sean cuales fueran las circunstancias.

Una jovencita, cuyo nombre es Brooke, escribe:

“El verano pasado tuve la oportunidad de asistir a una conferencia sobre liderazgo. Me tomó sólo un par de horas darme cuenta de que los jóvenes Santos de los Últimos Días éramos la minoría allí. A mí me asignaron como compañeras de cuarto a dos jovencitas que eran muy agradables, pero que, definitivamente, no tenían el mismo código de valores que yo. Todas las noches, cuando yo leía las Escrituras, me miraban como si yo fuera de otro planeta. Cuando ellas hablaban de sus fiestas con bebidas alcohólicas, yo hablaba de fiestas con gaseosas y galletitas. Ellas se reían, pero tenían curiosidad.

“Aun cuando a veces me daba miedo, nunca dejé de ser firme en cuanto a mis creencias. Al final de la conferencia, una de mis compañeras de cuarto dijo: ’Los mormones me caen bien’, y agregó que meditaría en cuanto a nuestra religión e incluso que hasta quizás averiguaría sobre ella. Por mi parte, yo aprendí que podía ser un ejemplo con tan sólo mantenerme firme a mis convicciones”.

Cari comparte esta experiencia:

“Siempre he sabido lo que es correcto, pero creía que podía elegir mi propio camino. Luego de estar en ese camino, empecé a sentirme perdida y confundida. Finalmente, oré con humildad de corazón y le pregunté a mi Padre Celestial qué debería hacer. El primer paso era cambiar de amigos. Eso no era fácil, pues estaba en el grupo de los “populares”.Pero acepté el desafío y lo hice.

“Solíamos reunirnos los fines de semana y mirar películas que no eran aptas para menores de edad. Pero yo había resuelto que nunca más volvería a ver ese tipo de películas. En una oportunidad, a principios del año escolar, un amigo me invitó a ver una película. Le dije que no veía películas indecentes y entonces él me dijo: “Qué bien; podemos ver algo diferente”.Eso me ha sucedido más de una vez; me he tenido que ir de algunas fiestas; me he quedado en casa los fines de semana, o no he salido con un amigo por rehusar ver esa clase de películas. Pero eso ha sido la mayor bendición de mi vida, porque ahora me resulta más fácil defender mis creencias en muchos otros aspectos”.

Kristen, una Laurel, dice:

“Trato de ser testigo de Dios todos los días. Son las pequeñas cosas, como el ser amable con todos aquellos con quienes converso, no reírme cuando se dice un chiste obsceno, no hablar mal de los demás, ser paciente. A veces estas pequeñeces son las más difíciles de cumplir… pero siempre trato de mejorarme. El estudio de las Escrituras y la oración me han dado poder, el valor para ser fuerte y valiente a fin de permanecer firme y compartir con el Salvador mi testimonio de Él. Las Escrituras me dan el poder para superarme”.

Ahora escuchen la carta de Salina:

“El año pasado, en la clase de seminario, aprendimos sobre José Smith. Casi al final del año, tuvimos una lección espiritual cuyo impacto perdurará en mí el resto de mi vida. A través de todas sus experiencias, el Profeta nunca dejó de ser un testigo de Dios.

“A medida que escuchaba la lección, me preguntaba una y otra vez si yo sería capaz de ser tan fuerte. Ese día, mi testimonio se fortaleció cuando el Espíritu me manifestó que la Iglesia es verdadera y que José Smith fue un profeta de Dios. Si yo tenía que enfrentar pruebas como lo hizo él, con la ayuda del Señor, yo también podría ser fuerte. De manera que ese día hice la promesa de que siempre sería un testigo de Jesucristo. ¡Si José Smith pudo hacerlo, yo también podría!”

Esas jovencitas están aprendiendo la importancia de la integridad. Hay un hilo común que entrelaza todos estos relatos. ¿Lo reconocen? Lo han escuchado miles de veces. La lectura de las Escrituras y el orar invita al Espíritu a permanecer con ustedes.

Cuando el presidente Spencer W. Kimball tenía 15 años, fue a una conferencia de estaca y escuchó a un discursante pedir a la congregación que levantaran la mano todos los que hubieran leído la Biblia. Escuché al presidente Kimball decir: “No me importó lo que pensaran los demás; yo sabía que no la había leído y me sentí avergonzado”.Terminada la reunión, corrió a la casa tan rápido como pudo, sacó la Biblia del armario y subió al desván. Sus hermanos lo importunaban diciendo: “¿Para qué te molestas? Nunca terminarás de leerla”.Pero lo hizo. Casi un año después, terminó de leer la Biblia. La integridad que tenía a los 15 años de edad fue una de las cosas que lo hicieron un gran profeta de Dios.

Queridas mujeres jóvenes, ustedes también pueden cultivar amor por la integridad a medida que se disciplinen orando y leyendo las Escrituras todos los días. El Espíritu Santo puede inspirarlas con un deseo más grande de ser honradas e íntegras. Decidan esta noche que leerán las Escrituras y ofrecerán sus oraciones todos los días durante el resto de su vida. Como ustedes saben, las Escrituras y la oración van tomadas de la mano como uña y carne; ellas les ayudarán a mantenerse cerca de la Iglesia y cerca del Señor.

Y recuerden esto: A medida que cultiven la integridad, llegarán a ser más hermosas. La integridad las hará más virtuosas y completas; la integridad dará brillo a sus ojos y una mirada de confianza que será como un imán que atraerá a los demás hacia ustedes.

El presidente Hinckley ha dicho: “No hay nada más hermoso en este mundo que una… joven limpia en pensamientos y en hechos” (Teachings of Gordon B. Hinckley, pág. 384).

Al igual que mi hija Becky, algún día estarán ustedes buscando un joven que sea íntegro. Y un joven que posea el sacerdocio de Dios también querrá casarse con una joven que tenga integridad.

El presidente Hinckley tenía razón: “…no hay substituto para la integridad personal. Ésta incluye el honor… las acciones… el cumplir con nuestra palabra… el hacer lo correcto sean cuales fueran las circunstancias” (Teachings of Gordon B. Hinckley, pág. 270).

Como siervas del Señor Jesucristo, ¡podemos hacerlo! Nuestro esfuerzo honrado por mejorar nuestra integridad le permite a Dios aumentar nuestro poder para lograrlo. Permítanme repetirlo: Nuestro esfuerzo honrado por mejorar nuestra integridad le permite a Dios aumentar nuestro poder para lograrlo. Les prometo que, conforme lean las Escrituras y ofrezcan sus oraciones --ésa es la fórmula mágica-- el Espíritu Santo les ayudará en su noble búsqueda para fortalecer y cultivar su integridad. De esto testifico, en el nombre de Jesucristo. Amén.