1990–1999
Seamos Obedientes
Abril 1994


Seamos Obedientes

“Mi mensaje a ustedes, jovencitos, es que si obedecen los leyes del evangelio, pueden elevarse por encima de la ciénaga de pecados que nos rodea.”

Mis estimados hermanos, me siento humilde y honrado de hablar al sacerdocio de la Iglesia del Señor. Este sacerdocio se compone de mas de dos millones de miembros en todo el mundo, los que han hecho un convenio con el Señor de ser. Sus siervos aquí en la tierra en estos tiempos difíciles. Es Su obra lo que llevamos a cabo, y es el deber que nos ha dado de “amonestar, exponer, exhortar, enseñar e invitar a todos a venir a Cristo” (D. y C. 20:59). El nuestro es un llamamiento que requiere obrar con todo nuestro “corazón, alma, mente y fuerza” (D. y C. 4:2), para procurar sacar a luz y establecer la causa de Sión (véase L. y C. 6:6). El Padre de todos nosotros es quien nos llamó a servir. En este momento me siento lleno de amor por todos ustedes, mis hermanos.

Esta noche quisiera hablar al Sacerdocio Aarónico. Oro fervientemente por la guía del Espíritu Santo para que se cumpla la promesa del Señor de que “el que … predica y el que … recibe se comprenden el uno al otro, y ambos son edificados y se regocijan juntamente” (D. y C. 50:22).

Mi mensaje a ustedes, jovencitos, es que si obedecen las leyes del evangelio, pueden elevarse por encima de la ciénaga de pecados que nos rodea. Además de ayudarles a ser mejores siervos del Señor, la obediencia a esas leyes contribuirá a que sean mejores en todo lo que emprendan como parte de la misión que tengan en esta vida, ya sea en la Iglesia, en el hogar, en los estudios, los negocios, su profesión, en el campo de la ciencia, de los deportes, o en cualquier otra cosa buena; serán mejores hijos, mejores hermanos y mejores amigos. Gozaran mas de la vida, estarán mas conformes y en paz consigo mismos porque sabrán que a nuestro Padre Celestial y a Su Amado Hijo, Jesucristo, les complace la vida que llevan.

Nosotros, los que servimos en este gran grupo del sacerdocio, lo hacemos porque cada uno ha sido llamado y escogido. Dios desea que lo obedezcamos y que lo sirvamos de buena gana. Los que hemos hecho el convenio bautismal y hemos aceptado el llamamiento de servir en el reino del Señor como poseedores del Santo Sacerdocio hemos accedido a moldear nuestra voluntad a la Suya. Debemos ser “humildes, … sumisos y … diligentes en guardar los mandamientos de Dios en todo momento” (Alma 7:23). Mis jóvenes hermanos, aprendan sabiduría en su juventud, aprendan ahora a guardar los mandamientos de Dios (véase Alma 37:35). No debe haber nada mas importante para ustedes que obedecer los mandamientos de Dios.

El presidente Ezra Taft Benson ha declarado que “la obediencia es la primera ley del cielo”. Este principio se aplica a todos nosotros.

Yo observe un buen ejemplo de obediencia durante una visita reciente a una estancia de Argentina. Temprano por la mañana, los gauchos llevaron unos cuarenta caballos al corral para elegir los que montarían ese día. Ocho gauchos entraron en el corral y silvaron suavemente para establecer su presencia allí; cuando los caballos escucharon los silbidos, se pusieron en fila con rapidez, uno al lado del otro, junto a la cerca, de frente a los hombres. Tenían la cabeza en alto, los ojos fijos en sus amos y las orejas hacia adelante como en alerta; estaban muy atentos y parecían ansiosos de trabajar. Se organizaron rápidamente en una fila como si fueran soldados para una inspección militar. Los hombres se retiraron un poco y silbaron otra vez; los caballos corrieron junto a la cerca hasta el otro lado del corral y volvieron a ponerse en fila; parecían reclutas a los que un sargento entrenador los hubiera llamado a la posición de firmes. Cada gaucho escogió el caballo en el que cabalgaría ese día y se acercó a el mientras los otros seguían en fila esperando órdenes.

Cuando pregunte cómo habían enseñado los hombres a los caballos a ser tan obedientes, me informaron que el entrenamiento había empezado cuando todavía eran potrillos. Además, habían aprendido de las yeguas y de los otros caballos. Los gauchos empezaron a entrenar los potrillos desde pequeños, con paciencia y bondad, sin emplear la fuerza ni usar lazos ni látigos.

Al mirar esta demostración de obediencia, pensé en ustedes, los hermanos del Sacerdocio Aarónico y en lo que les enseñan sus respectivas madres, como los dos mil jóvenes de Hélaman, y en lo que les enseñan sus padres y los lideres del sacerdocio. Pensé en ustedes siguiendo el ejemplo de ellos, controlando sus emociones y deseos y manteniéndose alertas y dispuestos a servir al Señor y Maestro a medida que El los escoja y los llame.

A medida que maduren, van a querer y van a merecer mas libertad para vivir como deseen y para tomar sus propias decisiones. Y así debe ser. Nuestra esperanza y ruego es que crezcan fuertes y obedientes en la fe y que, como el niño Jesús, progresen en sabiduría y en estatura y en gracia ante Dios y los hombres (véase Lucas 2:52).

Les pedimos que sean obedientes y fieles en sus deberes del sacerdocio. Dios les ha dado autoridad para actuar en Su nombre durante esta época de la juventud. El Sacerdocio Aarónico los preparara para el momento en que estén listos para recibir la autoridad mayor del Sacerdocio de Melquisedec . Prepárense bien para esa gran bendición siendo fieles ahora y magnificando el Sacerdocio Aarónico que tienen.

Sirvan con dedicación en el cargo al que se les llame. Preparen, bendigan y repartan el pan y el agua de la Santa Cena dignamente. Recojan las ofrendas de ayuno con diligencia para ayudar al obispo en su deber de cuidar de los necesitados. Lleven a cabo la orientación familiar regularmente, ya que es una excelente preparación para el servicio misional; vayan a todas las reuniones, estudien las Escrituras, oren a diario, y paguen un diezmo integro.

Si son obedientes poseedores del Sacerdocio Aarónico, les prometo que cuando los ordenen elderes en el Sacerdocio de Melquisedec, estarán listos para proclamar el Evangelio de Jesucristo, como misioneros, con valor y persuasión. También estarán mejor preparados para el privilegio y las dificultades que presentan el matrimonio y la paternidad.

Para ayudar a los misioneros a mantenerse fieles y obedientes, les damos un pequeño librito y les pedimos que lo lleven consigo y lo lean todos los días. También hemos preparado para todos los jóvenes un folleto que se titula La fortaleza de la juventud. Les pedimos que lo lleven consigo, que lo lean con frecuencia y que sigan los consejos que contiene, los cuales pueden protegerlos del mal y ayudarles a obedecer, incluso cuando sea difícil ser obedientes.

A medida que encaminen su vida, obedezcan el evangelio y se esfuercen por alcanzar sus metas, no permitan que las dificultades pasajeras ni las desilusiones los desanimen “porque es preciso que haya una oposición en todas las cosas” (2 Nefi 2:11). Crecerán y aprenderán al sobrepasar obstáculos. El Señor nos ha pedido a todos que guardemos Sus mandamientos y perseveremos hasta el fin (véase D. y C. 14:7).

Sin duda, habrán aprendido ya que la obediencia no siempre es fácil. En realidad, a veces nos parece oprimente, incómoda y hasta imposible. “Mas … para Dios todo es posible” (Mateo 19:26). Les es posible ser obedientes; pueden vencer a Satanás y vencer a las tentaciones.

“… Dios … no os dejara ser tentados mas de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” (1 Corintios 10: 13).

El Señor no espera de ustedes nada que no puedan realizar. Recuerden la fe de Nefi cuando testificó que el Señor “nunca da mandamientos a los hijos de los hombres sin prepararles la vía para que cumplan lo que les ha mandado” (1 Nefi 3:7).

Vivimos en un mundo lleno de maldad. A nuestro alrededor se arremolinan los vientos de los conflictos y la contención, de la tentación y el pecado.

“El sacerdocio es una coraza que protege de la tentación; motiva e inspira a los jóvenes a realizar las hazañas mas nobles. Todo joven, ya tenga el oficio de diácono, maestro o presbítero es siervo del Señor Jesucristo” Joseph L. Wirthlin, A Heritage of Faith, Salt Lake City: Deseret Book Co., 1964, pág. 78).

)Cómo podríamos servirle si no estuviéramos libres de los pecados de esta vida mortal? Algunos piensan equivocadamente que es imposible evitar los pecados de este mundo; otros, para escapar de la maldad tratan de aislarse de la sociedad. El Señor oró, diciendo: “No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal” (Juan 17:15). Esa es también nuestra oración por nuestros jóvenes.

Cuando obedecemos de buena voluntad, estamos protegidos de las astutas y atractivas tentaciones de Satanás. Jesús es nuestro ejemplo perfecto de obediencia. Aprendan a actuar como lo hizo El cuando Satanás lo tentó en el desierto. Aunque estaba débil por cl ayuno, contestó con firmeza y prontitud: “Vete de mi Satanás” (Lucas 4:8). El elder Neal A. Maxwell dijo lo siguiente del ejemplo del Salvador cuando resistió las tentaciones: “Jesús advirtió sus grandes tentaciones, pero El no las albergó en Sus pensamientos. En vez de ello, las rechazaba en el acto. Si albergamos las tentaciones, estas no tardan en albergarnos a nosotros!” (“Al que venciere … así como yo he vencido”, Liahona, julio de 1987, pág. 71).

Cuando Satanás nos tiente, expulsémoslo lo mas pronto posible. No se permitan la mas mínima oportunidad de albergar tentaciones.

Les ruego, mis jóvenes hermanos del sacerdocio, que vivan por encima de la maldición de la impureza moral que prevalece en la tierra. Elévense mas allá de la pornografía, de todo lo obsceno, de la inmundicia; sean virtuosos y castos; apoyen a sus hermanas y amigas en el evangelio siendo respetuosos de su femineidad y protegiendo su virtud; siempre que estén con ellas, compórtense de acuerdo con los mandamientos de Dios. Tienen que desear que sus amigas se mantengan limpias y puras. De la misma forma que protegerían la castidad de su s propias hermanas, protejan la virtud de sus hermanas de la familia de Dios.

Si cometen un error, obtengan el perdón mediante el arrepentimiento humilde y sincero. Dios perdona; es un milagro accesible mediante el sacrificio expiatorio de Su Hijo, Jesucristo. Pero las fallas que parecen pequeñas, si no se corrigen pueden tener desastrosas consecuencias.

La Primera Presidencia ha dicho claramente que los pecados serios, especialmente la inmoralidad sexual, pueden hacer a un joven indigno de ir a una misión. Si, es posible arrepentirse, pero el privilegio y la bendición de cumplir una misión regular para el Señor pueden perderse si se peca. Las caídas momentáneas, aunque vivan una vida destacada en otros sentidos, pueden privarlos de este gran privilegio y bendición. Hermanos, (nunca se descuiden en este sentido!

Aunque Dios, que nos ama, nos ha dado la forma de arrepentirnos, el pecado y las transgresiones les hacen perder un tiempo que es precioso. El pecado hiere el alma; la curación de esta demora el progreso del pecador y lleva un tiempo que podría utilizarse en el servicio y el desarrollo. El Señor los necesita, fieles y dignos jóvenes, ahora y en el futuro, para que combatan las fuerzas de Satanás que están avasallando la tierra y que se llevan prisioneros a demasiados de los hijos de nuestro Padre Celestial.

Permítanme contarles una experiencia de mi propia juventud, un episodio de mi vida que me enseñó la importancia de obedecer incluso en cosas pequeñas. Me apasionaba jugar al fútbol americano en la secundaria y en la universidad y quería ser un buen jugador. Me acuerdo especialmente de un partido en el que nuestro equipo universitario jugaba contra la Universidad de Colorado en un partido que determinaría el campeonato de la liga. Habíamos tenido buen entrenamiento y estábamos preparados.

La estrella del equipo de Colorado era Byron “Whizzer” White, un excelente jugador, conocido en todo Estados Unidos; era veloz, y poderoso en su posición de “quarterback”; era famoso por sus proezas deportivas, y un estudiante tan brillante como lo era de jugador. Mas adelante llego a destacarse en el campo académico y se jubilo hace poco como juez de la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos.

Nuestro entrenador se llamaba Ike Armstrong. Antes del partido nos recomendó dos cosas: “No pateen la pelota hacia Whizzer White, y nunca lo dejen llegar a campo abierto”.

Seguimos sus instrucciones y mantuvimos a Colorado en cero durante todo el primer tiempo. Al principio del segundo tiempo, Whizzer White hizo un gol de tres puntos. Nuestra reacción fue hacerles uno de seis puntos, y además acertar con el punto extra. Terminado el tercer cuarto, íbamos ganando 7 a 3.

En la segunda jugada del cuarto tiempo, nos tocaba patear la pelota, que fue a dar a un extremo del estadio cerca de la portería contraria. Whizzer White la arrebató en la línea de 15 yardas y retrocedió hasta la de cinco para evitar el encontronazo con nuestros jugadores; con la velocidad, la agilidad y la fuerza que lo caracterizaban, corrió hacia adelante esquivando a todos los jugadores de nuestro equipo; apenas logre tocarlo con un dedo. Corrió de un extremo al otro del campo y se apunto un gol de seis puntos. (Los de Colorado estaban exuberantes pero nosotros quedamos muy desilusionados!

Mas tarde, Whizzer se lanzo hacia el costado derecho del campo logrando llegar a campo abierto y corrió 57 yardas para anotar otro gol de seis puntos. El partido finalizo con un puntaje de 17 a 7 y Colorado ganó el campeonato.

A pesar de que perdimos, aprendí la importancia de la obediencia constante a las instrucciones precisas del entrenador o líder. El no haber obedecido las indicaciones de nuestro entrenador en sólo dos jugadas, dos deslices momentáneos en un partido destacado, nos costó el partido y además el campeonato. Bastó con esos errores para perder algo que habíamos luchado tanto por obtener.

Les testifico, mis hermanos, que nuestro Padre Celestial los ama y desea que reciban y gocen todas las bendiciones que El tiene para Sus hijos, incluso las de felicidad y paz. Nosotros, los lideres de la Iglesia del Señor, los amamos y oramos por ustedes dedicada y constantemente; los lideres de sus barrios, ramas, estacas y distritos también los aman y ruegan por ustedes. Las oraciones de sus padres y el amor que ellos sienten por ustedes no tienen limites. Todos queremos que tengan éxito en esta vida y que lleguen a merecer el mayor de los dones de Dios: la vida eterna en el reino celestial. Para alcanzar sus metas en esta vida mortal y probar que son dignos de estas bendiciones eternas, aprendan a obedecer. No hay otro camino. La obediencia nos da gran fortaleza.

Los mandamientos del evangelio provienen de un Padre amoroso y tierno cuyas leyes El nos da para hacernos felices, para protegernos y para ayudarnos a evitar el dolor y la desgracia ineludibles que resultan cuando nos dejamos llevar por Satanás y nos rendimos a la tentación. “La maldad nunca fue felicidad” (Alma 41:10). Dios es sin duda nuestro amoroso Padre y todo lo que hace es para nuestro bienestar. El sabe todo, y nos conoce mucho mejor que nosotros mismos; por lo tanto, El sabe lo que nos conviene.

Que el Señor bendiga a cada uno de ustedes, jovencitos, con fortaleza y valor para obedecer Su voluntad y prepararse diligentemente para la obra y el gozo que nos esperan, lo ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.