1990–1999
“Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir?”
Abril 1994


“Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir?”

“El creer en la resurrección y en las verdades que se relacionan con ella nos. anima a obedecer los mandamientos, a arrepentirnos de nuestros pecados, a servir a nuestros semejantes y a hacer aquello que nos. dará gozo y felicidad.”

Hace algunos años camine por los pasillos de un centro de salud, donde la mayoría de los enfermos habían padecido durante mucho tiempo y ansiaban irse a otro lugar. Al pasar por una habitación, escuché una voz débil pidiendo ayuda; la puerta estaba entreabierta, por lo que entré con esperanza de ayudar a alguien que lo necesitaba; ya adentro, mis ojos encontraron con la mirada suplicante de una afable anciana que estaba en una silla de ruedas. Me miró por un momento y luego me preguntó: “)Puedo morir? )Puedo morir?” Su tierna mirada, su voz suave y sus delicados rasgos me desgarraron el corazón. Con toda seguridad, esa mujer sufría físicamente y deseaba salir de ese cuerpo que ya no le funcionaba; anhelaba la compañía de sus seres queridos que habían partido antes que ella.

No recuerdo exactamente que dije en esa oportunidad, pero trate de asegurarle que podía morir y que moriría en el momento en que el Señor lo decidiera. También le aseguré que viviría nuevamente, libre de todas las enfermedades que le aquejaban ahora.

La Verdadera Interrogante

La interrogante que enfrentamos en realidad no es )Podemos morir? La muerte física es una de las cosas seguras de la vida; ocurre con regularidad y se hace evidente en la sección de avisos fúnebres y en la silla que queda vacía. Porque al igual que el sol se pone al cerrar el día. de acuerdo con el ritmo eterno de la vida, también nosotros experimentaremos una separación temporaria del cuerpo y el espíritu; nuestro tabernáculo de carne será puesto en “la fría y silenciosa tumba” (2 Nefi 1:14) y nuestro espíritu será llevado “de regreso a ese Dios que [le] dio la vida” (Alrna 40;11).

“La verdadera interrogante es: “Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir?” (Job 14:14). ¿Es la muerte una condición permanente? ¿O le espera al alma la resurrección y otra esfera de existencia? Aquellos que creen que la tumba es el destino final del hombre viven sin la esperanza de un mundo mejor y se inclinan a abrazar una actitud pesimista: “Comed, bebed y divertíos, porque mañana moriremos” (2 Nefi 28:7; véase también 1 Corintios 15:32). Este enfoque lleva a menudo a experimentos irresponsables, a una conducta inmoral y a todos los tipos de comportamiento que dan como resultado la miseria moral y el remordimiento de conciencia (véase Alma 29:5).

Mientras que otros, aquellos que creen en una vida después de la muerte, están mucho mas inclinados a vivir con un objetivo. El creer en la resurrección y en las verdades que se relacionan con ella nos anima a obedecer los mandamientos, a arrepentirnos de nuestros pecados, a servir a nuestros semejantes y a hacer aquello que nos dará gozo y felicidad tanto en esta vida como en la venidera.

En la víspera de la Pascua de Resurrección, el día en que el mundo cristiano conmemora la resurrección del Señor y Salvador, Jesucristo, parece, entonces, conveniente que conversemos sobre el tema:) Volveré a vivir?.

Dos Tipos De Evidencias

Un conocido escritor religioso se refiere a la resurrección de Cristo como el “milagro mas grande y el hecho mas glorioso de la historia” James E Talmage, Jesús el Cristo, pág. 733; cursiva agregada).

Los milagros son “acontecimientos extraordinarios causados por el poder de Dios” (Guía para el estudio de las Escrituras, pág. 135). No son trucos engañosos ni actos de magia concebidos por hombres inteligentes; son hechos llevados a la realidad por personas con poderes superiores a los de los mortales. )Que podría ser superior al hecho de abandonar la vida por medio de la muerte para luego volverla a tomar en un estado resucitado, como lo hizo Jesús? Esto sólo pudo ocurrir mediante el uso de poderes divinos y sólo por medio de la gracia de Dios.

)Que sucede con la declaración de que la resurrección es “el hecho mas glorioso de la historia”? Los hechos de la resurrección se pueden dividir en dos grupos o clases: Uno es la multitud de testigos que vieron al Cristo resucitado; y el otro, el ejército de creyentes, tanto de la actualidad como del pasado, que, con la fortaleza de su testimonio declaran con convicción: “… no hay victoria para el sepulcro, y el aguijón de la muerte es consumido en Cristo” (Mosíah 16:8). Ambas clases de evidencias son de mucho significado y dignas de que las analicemos.

La Multitud De Testigos

En el libro Hechos de los Apóstoles se registra lo siguiente:

“A quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios” (Hechos 1:3, cursiva agregada).

Entre la multitud de testigos, o sea, entre las “pruebas indubitables”, había cientos de seguidores que vieron al Señor resucitado en múltiples oportunidades.

  • “Apareció primeramente a María Magdalena” (Marcos 16:9).Ella lo vio y escuchó Su voz.

  • Se apareció a Juana, María (la madre de Jacobo) “y las demás con ellas” (Lucas 24:10). Y ellas “abrazaron sus pies, y le adoraron” (Mateo 28:9) .

  • Apareció a Pedro, aquel que lo había negado tres veces (véase Lucas 24:34).

  • Apareció a dos discípulos que iban por un camino del campo (véase Lucas 24:13-32).

  • Apareció a sus Apóstoles amados por lo menos cuatro veces.

  • Fue visto después de la crucifixión por “mas de quinientos hermanos a la vez” (1 Corintios 15:6), de acuerdo con el relato de Pablo.

  • Por otra parte, “se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de el, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos” (Mateo 27:52-53).

Aun con todos esos testigos, hubo incrédulos; algunos llegaron a decir que “parecían locuras” (Lucas 24:11) lo que las mujeres decían. Jesús amonestó a los dos discípulos diciéndoles “(Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho” (Lucas 24:25). Y reprocho a otros “porque no habían creído a los que le habían visto resucitado” (Marcos 16: 14) .

Uno se pregunta cómo alguien podría dudar de la realidad de la resurrección después de leer los diferentes relatos de su aparición a las mujeres, a los discípulos y a los Apóstoles. )Que evidencia mayor podríamos pedir que la que nos proporcionan los hechos documentados en las Sagradas Escrituras?

Pero todavía hay mas. En Juan se halla escrito esto: “… El testimonio de dos hombres es verdadero” (Juan 8:17). Si esta es una declaración valida, el testimonio concreto de que Cristo salió de la tumba, proporcionado por otra nación, no se debe pasar por alto. Me refiero, por supuesto, al relato de la aparición de Cristo en el Hemisferio Occidental después de su muerte, que esta registrado en el Libro de Mormón.

Cerca de un templo, en la tierra llamada Abundancia, unas dos mil quinientas personas escucharon una voz suave y penetrante que declaró: “He aquí a mi Hijo Amado, en quien me complazco, en quien he glorificado mi nombre: a el oíd” (3 Nefi 11:7). Permanecieron extasiados y experimentaron un cambio en el corazón al escuchar a Dios, el Padre Eterno, presentar a su Hijo Unigénito, o sea el instrumento de que se valió para extender los dones de la inmortalidad y la vida eterna a todos Sus hijos (véase Juan 3: 16) .

La multitud vio a un hombre descender de los cielos y lo escuchó anunciar: “He aquí, yo soy Jesucristo, de quien los profetas testificaron que vendría al mundo” (3 Nefi 11:10). Luego los invitó a acercarse, uno por uno, y ver con sus propios ojos y palpar con las manos las marcas de los clavos en sus manos y pies (véase 3 Nefi 11:14-17).

Una gran multitud de personas en ambos continentes fueron testigos de este Cristo resucitado. Así, se puede decir con respecto a este glorioso hecho histórico que da fe de “la resurrección … una evidencia mas conclusiva que aquella sobre la cual descansa nuestra aceptación de los hechos históricos en general” Jesús el Cristo, pág. 733).

Testimonio.

Las “pruebas indubitables” de asuntos espirituales, como la resurrección de Cristo, no se pueden encontrar en lo material, sino en lo espiritual. No se pueden ver con los ojos naturales, sino a través de “el ojo de la fe” (Eter 12:19). Tampoco se pueden confirmar por el tacto, sino que la verdad de los asuntos espirituales se confirma por medio de los sentimientos de emoción que se experimentan ante la palabra escrita o hablada de Dios (véase 1 Ne 17:45). Yo digo esto porque “el Espíritu habla la verdad, y no miente. Por tanto, habla de las cosas como realmente son, y de las cosas como realmente serán” Jacob 4: 13) . El Espíritu Santo trata los hechos reales, no los imaginarios.

Como recordaran, los discípulos que caminaron y conversaron con Cristo en el camino a Emaus no lo reconocieron al principio; sin embargo, mas tarde “les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron”; y se preguntaban:

“No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?” (Lucas 24:31-32).

Recordaran también que Jesús dijo a Tomas:

“… No seas incrédulo, sino creyente …

“porque me has visto, Tomas, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron” (Juan 20:27, 29).

Nuestros “ojos de la fe” también se abrirán y sabremos con seguridad que El vive y que nosotros viviremos nuevamente si creemos y aceptamos esta invitación divina: “Anda conmigo” (véase Moisés 6:34).

  • Si, andamos con El en el desierto y sentimos Su presencia cuando ayunamos, cuando oramos y cuando resistimos a la tentación.

  • Caminamos con El hacia el pozo de Jacob y nuestros corazones arden cuando estudiamos las Escrituras y bebemos de Sus aguas de vida.

  • Caminamos con El en Galilea cuando enseñamos y vivimos la ver dad.

  • Andamos con El en Getsemaní cuando tomamos las cargas de nuestros semejantes.

  • Caminamos con El hacia el Calvario cuando tomamos nuestra cruz al negar toda impiedad y todo deseo mundano (véase Mateo 16:26).

  • Sufrimos con El en el Gólgota cuando sacrificamos nuestro tiempo, talento y medios en la edificación del Reino de Dios.

  • Nos levantamos con El a una resurrección de la vida cuando buscamos el renacimiento espiritual y nos esforzamos por llegar a ser Sus hijos.

Y en el proceso de seguir Sus pisadas (véase 1 Pedro 2:21), obtenemos la convicción personal o la prueba irrefutable de que El vive, que es el Hijo del Dios viviente y que es nuestro Redentor.

No puedo regresar a aquella buena anciana sentada en la silla de ruedas, que rogaba “)Puedo morir?” porque ella ya cruzó el puente entre la tierra y el cielo, ese puente que llamamos muerte. Ella sabe ahora mejor que yo que morir y vivir nuevamente son hechos establecidos; sabe con toda certeza que “la muerte no es un punto sino una coma en la historia de la vida” (Amos John Traver), porque ha regresado al hogar y esta envuelta entre los brazos del amor de Dios (véase 2 Nefi 1:15).

Ya seamos jóvenes o viejos, no debemos mirar “la muerte con ningún grado de terror, a causa de [nuestra] esperanza y conceptos de Cristo y la resurrección; por tanto, para [nosotros] la muerte [es] consumida por la victoria de Cristo sobre ella” (Alma 27:28). El es nuestro Redentor; El es “la resurrección y la vida” (Juan 11:25).

(Doy mi solemne testimonio de que viviremos nuevamente! Este testimonio se basa en las palabras de testigos, incluso en los profetas modernos que han visto y escuchado al Dios viviente y al Cristo viviente (véase D. y C. 76:22-24; JS-H 1:17), y en experiencias personales y sagradas del espíritu obtenidas en mis esfuerzos por andar con Dios. En el nombre de Jesucristo. Amen.