1990–1999
El Mensaje De Jesucristo, Infinito Y Único
Abril 1994


El Mensaje De Jesucristo, Infinito Y Único

“Como dijo Mormón hace siglos: ‘Soy discípulo de Jesucristo, el Hijo de Dios. He sido llamado por el para declarar su palabra entre los de su pueblo’.”

Ha llegado el momento de expresar mi agradecimiento. Hace diecinueve años, después de haber sido apartado por el Quórum de los Doce en el Templo como ayudante de los Doce Apóstoles, el elder LeGrand Richards me dio dos joyas de sabiduría que he recordado una y otra vez durante las cincuenta y tantas horas que han transcurrido desde que supe de este mi nuevo llamamiento. La primera fue el comentario: “(Ah, lo que será ser tan sólo un muchacho y tener toda la vida por delante!” Yo tenía cuarenta y dos años de edad. Ahora tengo sesenta y uno, y otra vez me veo muchacho. Hay hermanos en el estrado que han sido Apóstoles y miembros de la Primera Presidencia durante la mitad de los años que yo tengo de edad.

La segunda joya de sabiduría que me dio el elder LeGrand Richards fueron sus palabras cuando me dijo que cada nueva asignación de la Iglesia que el recibía era como el sacudimiento de un roble: al sacudirse el árbol, caía una bellota que se plantaba en la tierra, lo cual era para el un nuevo comienzo en esa asignación. Prosiguió diciéndome: “Vera usted, mi vida ha sido como un enorme roble. De pequeñas bellotas, he cultivado grandes robles. Me encontraba en el mundo de los negocios y el roble se sacudió y cayó una bellota. Me mandaron de presidente de misión, y entonces cultive otro roble. Posteriormente, me mandaron por segunda vez de presidente de misión, y cultive un tercer roble”. En seguida, habló de haber sido Obispo Presidente y de que cada vez que el roble se sacudía, se plantaba otra bellota.

En estos momentos, comprendo que el roble se ha sacudido, que se ha plantado una bellota y que es un nuevo comienzo.

Les expreso mi gratitud, mis hermanos y hermanas, por la fortaleza que procede de su fe y sus oraciones. Tengo necesidad de las oraciones de ustedes en esta ocasión de mi llamamiento. Me estoy dando cuenta de que ser Apóstol del Señor es un proceso, vale decir, un proceso de arrepentimiento y de humildad, de examinarme en el interior de mi propia alma, como se nos ha indicado, y de pedir perdón y fortaleza para ser lo que debo ser. Lamentablemente, no soy un hombre perfecto, y el ser infalible no viene junto con el llamamiento. Por lo tanto, debo pedir perdón a mi Padre Celestial por las cosas que he hecho que hayan sido menos que perfectas y pido perdón a todas las personas a las que haya ofendido a sabiendas o inadvertidamente por motivo de mi personalidad o de mi modo de ser.

La fortaleza que recibiré por medio de las oraciones de ustedes será de un valor incalculable para lo que es preciso que yo haga a fin de forjar la fortaleza espiritual necesaria para que mi voz y mi testimonio del Señor Jesucristo penetren el corazón de los que me oigan.

Expreso mi gratitud a mis padres, a mi querido hermano que ha fallecido y a mi hermana por su amoroso ejemplo. Estoy agradecido a los muchos maestros y a los líderes del sacerdocio que trabajaron semana tras semana enseñándonos, cuando éramos jóvenes, a amar al Señor. También deseo expresar mi agradecimiento y mi amor profundo a mi esposa, a mis hijos y a mis nietos. He tenido el privilegio de trabajar entre los mejores hermanos que se pueden tener en esta tierra, en el Quórum de los Setenta: de trabajar juntos y de forjar juntos nuestro testimonio para adelantar la obra del Señor.

Al terminar este capitulo de mi mayordomía como Obispo Presidente, deseo acoger con una bienvenida y sostener al obispo Bateman como el nuevo Obispo Presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y hacerle saber de las magnificas experiencias que tendré en este llamamiento.

Profundo es mi afecto por los cuatro consejeros que he tenido, a saber, el elder Eyring, el elder Pace, el obispo Burton y el obispo Edgley. Todos ellos son hombres muy espirituales y leales a carta cabal, cuyo amor por el Señor ha sido un ejemplo para mi. También quisiera expresar mi agradecimiento y mi reconocimiento al fiel personal de la oficina del Obispado Presidente, tanto de las Oficinas Generales como de las diversas partes del mundo. Mi expresión de agradecimiento y de reconocimiento no sería completa si no diera las gracias por los talentos y por el trabajo de los santos fieles de todo el mundo. Tenemos miembros de la Iglesia muy fieles. He sabido de los diezmos y de las ofrendas, así como de las ofrendas que se han donado espontáneamente, que han servido para realizar labores humanitarias y de bienestar. Esta es una obra maravillosa y una Iglesia maravillosa con miembros magníficos. Todos estos, en sus propios llamamientos, en forma individual, viven el evangelio y son un ejemplo para nosotros los que viajamos por el mundo y nos reunimos con ellos.

Mi testimonio ha crecido al paso que he ido progresando, es decir, a medida que he ido aprendiendo de innumerables personas que me han ayudado con su ejemplo y su modo de vivir el evangelio. Estoy eternamente agradecido por las muchísimas personas buenas que, al servir al Señor, han sido una bendición para mi.

Doy testimonio de lo que el presidente Hinckley enseñó anoche, en la reunión del sacerdocio, acerca del gobierno de la Iglesia. Durante los últimos nueve años, día tras día. he presenciado la sabiduría del plan del Señor al funcionar en las circunstancias de la actualidad.

Pero eso pone fin al capítulo. El roble se ha sacudido, la bellota se ha plantado y hoy es Pascua de Resurrección, la fecha en que conmemoramos la resurrección del Señor, la cual tuvo lugar al tercer día de Su muerte. Durante el resto de mi permanencia aquí, en la vida terrenal, tendré la oportunidad de dar testimonio en calidad de testigo especial de nuestro Salvador Jesucristo.

Jesucristo es un Dios; El es Jehová del Antiguo Testamento (véase Abraham 2:78.) El es el Salvador del Nuevo Testamento.

Jesucristo moraba en los cielos con Su Padre (véase Juan 1: 15), y nosotros morábamos con Ellos como hijos espirituales de Dios el Padre.

Jesucristo presentó el plan eterno de Su Padre, plan del cual todos somos parte. Venimos a esta tierra para pasar por pruebas durante un período de probación y para tener oposición en todas las cosas. Por medio del principio eterno del albedrío, somos libres para escoger la libertad y la vida eterna, y volver con honor a la presencia de Dios si vivimos con rectitud, o para escoger el cautiverio y la muerte espiritual (véase Moisés 4: 14).

Jesucristo es el Creador de todas las cosas de la tierra, bajo la dirección de Su Padre (véase Moisés 1:33; Efesios 3:9). “… el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo” (1 Juan 4:14).

Jesucristo vino a esta tierra, nació de María, una madre mortal. Su Padre fue Dios Todopoderoso (véase Lucas 1:26-35).

Jesucristo fue bautizado por inmersión por Juan el Bautista, y el Espíritu Santo se manifestó “como paloma que descendía sobre el” (Marcos 1:10). Y Su Padre hablo, diciendo: “Tu eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia” (Marcos 1:1 1).

Jesucristo organizó Su Iglesia y escogió a doce Apóstoles y también a profetas, a los setenta, a evangelistas (véase Efesios 4:11; Lucas 6:13; 10: 1) .

El mensaje de Jesucristo es sin par. El esta entre nosotros y Su Padre; El es el Mediador (véase D. y C. 76:41-43). Por medio de El y por El, todo el genero humano será salvo (véase Juan 3:17)

Jesucristo es el Redentor, nuestro Salvador; únicamente El, con una madre mortal y un Padre inmortal podía llevar a cabo la Expiación y morir para salvar a todo el genero humano. Y lo hizo por Su propia y libre voluntad y elección (véase Mateo 26:39; Marcos 14:34-36; Lucas 22:4142).

Jesucristo resucitó y se apareció a muchas personas después de Su resurrección (véase Juan 20:1130; Lucas 24: 1344) . El nos enseñó las características físicas de un ser resucitado y nos dijo que siguiéramos Su ejemplo y que podríamos progresar y ser como El.

La ascensión de Jesucristo al cielo ante los ojos de Sus discípulos fue acompañada por la promesa de que del mismo modo que El se había ido al cielo vendría de nuevo (véase Hechos 1:911; Marcos 16:19-20; Lucas 24:5153). La segunda venida de Jesucristo esta cerca y las señales de la Segunda Venida se están cumpliendo en este mismo día.

Jesucristo apareció con Su Padre en estos los últimos días y restauro, por medio de José Smith el Profeta, la misma organización que El estableció durante Su ministerio. Además de la Biblia, el Libro de Mormón fue revelado al mundo como otro testimonio para testificar de Su divino llamamiento y ministerio.

Jesucristo dirige y guía Su Iglesia en la actualidad por medio de revelación a un profeta, el presidente Ezra Taft Benson, a sus consejeros de la Primera Presidencia y a los Doce Apóstoles: la misma organización que El estableció cuando estuvo aquí en la tierra (véase D. y C. 102:9, 23; Articulo de Fe 6) .

La admonición de Jesucristo: “ven y sígueme” y “Sígueme tu” es una exhortación que nos dio a todos (véase Mateo I 9:21; Juan 21:22). El vivió en la existencia preterrenal en cl mundo espiritual; El moraba, y nosotros morábamos con Dios el Padre. El es el Hijo Jesucristo.

Hemos recibido un cuerpo mortal, y, en la vida mortal, nos saldrá al paso la oposición en todas las cosas; probaremos la muerte y resucitaremos gracias al sacrificio expiatorio de Jesucristo.

Quisiera terminar mi testimonio con las mismas palabras que escribió el profeta Mormón cuando hacia su registro del relato de lo acontecido en el continente americano poco después del nacimiento de nuestro Salvador:

“He aquí, soy discípulo de Jesucristo, el Hijo de Dios. He sido llamado por el para declarar su palabra entre los (le su pueblo, a fin de que alcancen la vida eterna” (3 Nefi 5:13).

En el nombre de Jesucristo. Amen.