1990–1999
“¿Que Haremos ?”
Abril 1994


“¿Que Haremos ?”

“El evangelio nos da la respuesta, junto con la promesa de que tendremos la guía divino. Es un camino que sólo podemos seguir paso a paso, con paciencia, esperanza y fe.

Hace pocos años, el mundo se encontraba en un momento de grandes cambios políticos. La gente estaba convencida de que las naciones lograrían la tan anhelada paz. Sin embargo, muchos pasaban por alto el hecho de que vivimos en sociedades y con tradiciones cuyas normas y valores son cambiantes y en las cuales muchas veces las costumbres mundanas son lo que define la naturaleza de hombres y mujeres. A menudo nos encontramos con que una injusticia reemplaza a otra injusticia. Vivimos en una época de moral incierta y de escasa dirección; nos enfrentamos con la misma interrogante que se les presentó a los discípulos después de la resurrección de Cristo: “)Que haremos?” (Hechos 2 37.)

Esta es la pregunta que hacemos en tiempos de incertidumbre o cuando encaramos problemas nuevos; quizás

respondamos con acciones impulsivas y esperemos encontrar la solución en los resultados de nuestros hechos. Felizmente, el Señor nos comprende mejor de lo que nosotros nos comprendemos. El evangelio nos enseña que lo primero que debemos hacer es reflexionar y desarrollar la te. Solo si nos decidimos sinceramente a hacer el bien, basados en el evangelio, seremos capaces de realizar obras de rectitud. La fe activa conduce a las buenas obras y recibiremos del cielo la fortaleza para luchar por lo que es correcto. No obstante, los hechos buenos no se mantienen por si mismos, sin esfuerzo de nuestra parte; para que continúen, se requiere nuestra dedicación obediente y la dedicación de las futuras generaciones.

El Evangelio de Jesucristo es el único plan en el que no hay la posibilidad de error. Después del Sermón del Monte, el Señor advirtió a Sus discípulos sobre las adversidades futuras y la importancia de las buenas obras; les explicó que, cuando estuvieron a Su servicio, no debían confiar en su propia fuerza sino en el nombre y el llamamiento de El. Nosotros también somos discípulos y vivimos en un mundo en el que hay muchas carencias, ya sean espirituales, materiales o emocionales. Mediante cl servicio en el evangelio, nos es posible satisfacer nuestras necesidades eternas y estar en condiciones de servir en el mundo. No podemos satisfacer esas necesidades con la búsqueda de lo efímero, sino sólo con el descubrimiento de lo eterno. Si buscamos las respuestas en un plano eterno, tendremos una relación con Dios y comprenderemos mejor a nuestros semejantes. De esa manera nos habilitaremos para el servicio; y ese es el propósito de la vida.

El hacer la voluntad de Dios, muchas veces nos produce una alegría interior, un fulgor silencioso y resplandeciente y un gozo de vivir; en Salmos se habla de estos sentimientos. Sin embargo, no nos es posible vivir sin adversidades y quizás a veces tengamos que pasar momentos de profundo desaliento. El mundo que nos rodea nos tienta hacia lo efímero y nos induce a la injusticia y la desobediencia. Si deseamos vencerlo, debemos comportarnos de acuerdo con los principios del evangelio. Lo mas importante a que podemos aspirar es descubrir el verdadero significado de la vida.

“El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mi, la hallará” (Mateo 10:39).

Se nos promete que, si renunciamos a lo que el Señor nos pida que abandonemos, recibiremos plenitud y obtendremos la vida eterna.

Tomamos la decisión de aceptar o rechazar el Evangelio de Cristo; la vida humana se creo basándose en la libertad de elección. Dios quiere personas libres, que lo sirvan libremente. Por lo tanto, seguir el sendero angosto y estrecho y evitar una vida carente de orientación eterna es un reto que todos enfrentamos. Quizás haya momentos en que nos preguntemos si hay otros caminos o si existen atajos; el evangelio nos da la respuesta, junto con la promesa de que tendremos la guía divina. Es un camino que sólo podemos seguir paso a paso, con paciencia, esperanza y fe. Las decisiones que tomemos afectaran el curso futuro de nuestra vida, nuestra fortaleza y habilidad futuras.

El historiador y filósofo inglés Tomas Carlyle (1795-1881) dijo una vez: “Conoced vuestra destinación y alcanzadla”. Estamos hoy aquí porque creemos que nuestra destinación es lograr la exaltación eterna; es la meta mas elevada que tenemos en la vida y exige toda nuestra fortaleza, devoción y labor. Es imposible alcanzar el punto mas elevado de nuestra destinación sin recibir direcciones y guía. El Señor nos da “carteles” espirituales que debemos seguir. Algunos de ellos son:

Primero, ser fieles. Apoyemos y defendamos a los profetas y las Escrituras. Debemos poder decir, con Nefi:

“Y hablamos de Cristo, nos regocijamos en Cristo, predicamos de Cristo, profetizamos de Cristo y escribimos según nuestras profecías, para que nuestros hijos sepan a que fuente han de acudir para la remisión de sus pecados” (2 Nefi 25:26).

Segundo, obedecer el primero de los Diez Mandamientos: “No tendrás dioses ajenos delante de mi” (Exodo 20:3). A través de los dilemas y las tentaciones de este mundo, a menudo perdemos de vista los verdaderos valores y ponemos nuestro corazón en las riquezas, la profesión, los pasatiempos, las personas y, lo peor de todo, en la gratificación de nuestro ego.

Tercero, distinguir entre lo que es esencia y lo que es apariencia. Dios ve nuestro corazón y no lo podemos burlar; quizás podamos engañar al mundo de vez en cuando, pero no a Dios. Y jamas sabremos lo que es el gozo de una relación de amor y confianza con nuestros semejantes, a menos que esta se base en la honradez. El salmista David dice del Señor:

“Oh Jehová, tu me has … conocido.

“Tu has conocido mi sentarme y mi levantarme; has entendido desde lejos mis pensamientos …

“Pues aun no esta la palabra en mi lengua, y … tu la sabes toda” (Salmos 139:12, 4).

Cuarto, elevarnos por encima del egoísmo. En esto se incluye también el egoísmo espiritual, cuando la persona sólo busca la elevación y el fortalecimiento propios y no tiene otro interés mas que su propia salvación. La meta final no es recibir bendiciones, es ser una bendición para los demás. Toda persona tiene una u otra forma de conmover e inspirar a otras. No miremos soto dentro de nosotros y digamos con orgullo:

“Todo va bien en Sión; Sión prospera …” (2 Nefi 28 21); mas bien, seamos una luz en este mundo caótico. ¿Somos capaces de seguir esas admoniciones? )Cuantas veces hemos tomado decisiones que no hemos llevado a cabo? La única respuesta a estas preguntas es comprometernos a servir al Señor y a enfrentar los problemas que El nos mande. Como lo dijo Moroni, la gracia de Dios es suficiente a todos los que se humillen ante El; y si nos humillamos y tenemos fe en El, El hará que nuestras debilidades se conviertan en fortalezas (véase Eter 12 27). El nos dará Su fortaleza para enfrentar nuestras dificultades, y muchas cosas se resolverán solas a su debido tiempo. El Espíritu de Dios nos fortalece física, espiritual y emocionalmente. Nosotros somos quienes debemos escoger el camino. Se cree que fue Caterina Di Génova, que murió en la Edad Media como mártir y que inspiro a las generaciones siguientes, quien dijo “Una vez que Dios esta en posesión de la voluntad de una persona, mora dentro de ella y la conduce a la perfección”. Es difícil prevalecer en este mundo sin la ayuda de Dios; pero por medio de El, todo es posible.

¿Está bien que esperemos o pidamos una recompensa por nuestros esfuerzos? Los discípulos le pidieron a Jesús una recompensa y El, en lugar de reprenderlos, les respondió:

“Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces mas, y heredará la vida eterna” (Mateo 19:29).

Los conflictos y la efímera paz del mundo actual son resultado de los errores del pasado y de la desobediencia a los principios divinos. La fortaleza espiritual de cada generación nueva tiene sus raíces en el amor a Dios y la obediencia al evangelio que sus padres y abuelos hayan puesto en practica. Debemos preguntarnos cual es nuestra contribución a nuestros semejantes, tanto individualmente como en la Iglesia . Cuando en 1862 Suiza se encontró en medio del proceso de la consolidación en el comienzo de la nueva federación, el poeta y escritor suizo Gottfried Keller se hacía preguntas similares a las de nuestros tiempos.

¿Hemos vivido mi casa y yo de tal manera que podamos ser de beneficio a nuestros semejantes y contribuir a su humilde mejoramiento, no en los ojos de un mundo ignorante sino en los del Juez mas alto?

Entonces, cuando nos preguntemos como calificamos a nuestra nación frente a otras y si hemos sido dignos de confianza con los bienes que se nos han dado, en ese día no debemos presentarnos envueltos en la propia vanagloria ante el Señor de todas las naciones, porque El ve mas allá de toda insuficiencia y sabe como distinguir entre la pura suerte y el esfuerzo sincero, entre la substancia y la simple apariencia”.

Hagamos un examen de nuestro corazón al preguntarnos otra vez: “ ¿Que haremos?” y sigamos el consejo de Josué: “… Escogeos hoy a quien sirváis … pero yo y mi casa serviremos a Jehová” (Josué 24:15).

En el nombre de Jesucristo. Amén.