De amigo a amigo
Un durazno a la vez
Tomado de una entrevista con Amber Healey
Cuando era pequeña, mis padres nos llevaron a mi hermana y a mí a un huerto frutal que era propiedad de la Iglesia. Estábamos allí para ayudar a recoger duraznos (melocotones). Subimos a unas escaleras altas y metimos las manos por entre las gruesas hojas para recoger los duraznos de los árboles.
Al principio estábamos entusiasmadas, pero pronto ¡la pelusa de la fruta hizo que nos picaran los brazos! Le dijimos a nuestra mamá: “No queremos hacer esto más. Queremos parar”.
Mi mamá nos preguntó si sabíamos a dónde iban todos los duraznos. Cuando dijimos que no, ella nos lo explicó.
“Cada uno de esos duraznos se lleva a un edificio donde unos voluntarios los ponen en latas. Luego, esas latas se las entregan a personas que necesitan alimentos. Cada año, la Iglesia dona miles de latas de alimentos”.
De repente, mi hermana y yo dejamos de preocuparnos por la picazón en los brazos. ¡Estábamos ayudando a personas que necesitaban alimentos! Después de eso, nos divertimos subiendo las escaleras y recogiendo la fruta anaranjada y cubierta de pelusa.
Este año les hemos pedido que participen en una invitación de Manos que Ayudan (véase el ejemplar de la revista Amigos de enero de 2021). Servir a los demás como lo hizo Cristo es una de las cosas más importantes que pueden hacer. Los niños tienen una forma especial de notar a los necesitados y ofrecer voluntariamente su ayuda. Un pequeño acto de servicio puede no parecer mucho al principio; pero si todos los niños del mundo buscan maneras de servir, ¡resultarán cosas increíbles!
Ilustraciones por Toby Newsome.