(De 2 Samuel 5–12 y 1 Reyes 3–11)
Nadie es perfecto. Incluso grandes profetas, como Moisés, Nefi, Pedro y José Smith, cometieron errores a veces. Hasta donde sabemos, sus errores no fueron lo suficientemente graves como para poner en riesgo su exaltación.
Y luego está David.
- Comenzó como un humilde pastorcillo que confió en que el Señor lo ayudaría a vencer a Goliat.
- Se convirtió en un rey poderoso y muy respetado que representaba lo mejor de la casa de Israel.
- Luego, ¡lo echó a perder… a lo grande! Cometió adulterio, hizo matar al esposo de su amante enviándolo a la batalla, abusó de su poder, rehusó arrepentirse e intentó encubrir sus crímenes.
El Señor nos dice que David “ha caído de su exaltación” (Doctrina y Convenios 132:39). No sabemos exactamente qué significará eso para David, pero podemos aprender de su vida: apreciar su valor inicial, sus hermosos salmos y su ejemplo de ¡lo que NO se debe hacer cuando llega la tentación!