¿Alguna vez te preguntaste por qué estás aquí?
Creemos que todos existíamos antes de que se creara la tierra y que vivíamos con Dios como Sus hijos en forma de espíritu. Nuestro Padre Celestial nos envió a cada uno de nosotros aquí para que pudiéramos recibir un cuerpo, aprender y progresar a fin de llegar a ser más semejantes a Él. Al seguir el plan de Dios, podemos regresar a vivir en Su presencia.
Si alguna vez sentiste que tienes un propósito más importante que simplemente existir, tienes razón. Puedes encontrar tu propósito al acudir a Dios.
El Evangelio de Jesucristo promete paz, fortaleza y gozo a quienes siguen los mandamientos de Dios y se bautizan en la Iglesia de Cristo.
Pero, ¿cómo puede ser el gozo nuestro propósito cuando la vida está llena de tantas dificultades? La respuesta es Jesucristo.
Por medio de Jesucristo, podemos hallar consuelo en nuestros pesares, ser fortalecidos durante las dificultades y sentir gratitud por las muchas cosas hermosas que podemos disfrutar en esta tierra. Podemos mejorar nuestra relación con nuestros seres queridos al vivir los principios que Él enseñó en la Biblia: la compasión, el servicio, el perdón y el amor.
Al darnos un Salvador, Dios creó una senda para que todos Sus hijos hallaran gozo.
Cuando pases por momentos difíciles, puede resultar útil recordar que el plan de Dios para ti se extiende más allá de tu vida terrenal. A medida que te esfuerces al máximo por seguirlo, todo lo que experimentes se remediará algún día gracias a Jesucristo. La Biblia promete: “Y enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá más muerte, ni habrá más llanto, ni clamor ni dolor” (Apocalipsis 21:4).
La vida incluye experiencias dolorosas porque, en el plan de Dios, las pruebas que afrontamos pueden beneficiarnos y ayudarnos a progresar. Esas dificultades pueden ayudarnos a adquirir atributos como los siguientes:
Dios siempre supo que cometerías errores y que necesitarías ayuda para superar el pesar y el pecado. Como parte del plan de Dios, Él proporcionó un Salvador y Redentor, Jesucristo, para que sufriera y muriera por ti y por cada persona que haya vivido. Gracias al sacrificio de Jesucristo, puedes encontrar perdón y sanación.
Con la ayuda del Salvador, puedes superar el pecado, las debilidades, los malos hábitos y las adicciones que te han frenado en el pasado. Puedes llegar a ser más caritativo, presto a perdonar, humilde y paciente de lo alguna vez hayas sido. A medida que llegues a ser más semejante a Cristo, tendrás un mayor deseo de continuar en la senda para regresar a vivir con Dios.