El nacimiento roto
Cuando era niña, no veía el momento de que llegara la Navidad. Cuando mamá sacaba las cajas de los adornos, mis cinco hermanos y yo sabíamos que la Navidad había comenzado. Siempre decorábamos el árbol de Navidad en familia. Todavía recuerdo los adornos hechos a mano y la gran cantidad de bolas de cristal de colores brillantes.
Sin embargo, había una parte de la decoración de la que siempre se ocupaba mamá. Mi abuela le había hecho a mamá un hermoso nacimiento (pesebre) de porcelana blanca. Cada año, mamá ponía el nacimiento sobre la gran repisa de la chimenea de la sala de estar. Me encantaba sentarme y ver cómo ponía cada figura en su lugar. Debajo de cada figura, ponía una pequeña luz blanca de una cadena de luces. Pegaba con cinta adhesiva un extremo de las luces a la repisa para sujetarlas, y luego las enchufaba a la toma de corriente que había detrás de la silla de la esquina. Cuando la repisa se iluminaba, ¡la escena quedaba muy bonita!
Una noche, cerca de la Navidad, mis hermanos se pusieron a jugar con gran alboroto. Los mayores perseguían a mi hermano menor. Durante la persecución, se escondió detrás de la silla que estaba junto a la repisa. Cuando mis hermanos lo encontraron, se apresuró a escapar, pero se le enganchó el pie con la cadena de luces que estaba debajo del nacimiento. Los pequeños trozos de cinta adhesiva no fueron suficiente para soportar el tirón que dio con el pie. El delicado nacimiento cayó desde la repisa al ladrillo rojo del suelo y se rompió en pedazos.
Mamá corrió a la sala de estar. Cuando vio lo que había sucedido, se echó a llorar y se fue a su habitación. Ella sabía que había sido un accidente, pero el daño ya estaba hecho.
Esa noche, después de que todos nos fuéramos a la cama, papá sacó el recogedor y la escoba y barrió cuidadosamente los pedazos rotos. Luego se quedó despierto toda la noche pegando las piezas.
El nacimiento todavía tiene algunas grietas. A la vaca le falta una oreja, a un rey mago le falta una parte de la cara, un pastor tiene más pegamento que porcelana en algunas partes; pero, milagrosamente, las figuras rotas se pudieron reparar.
La abuela se ofreció a hacer un nuevo nacimiento, pero mamá se negó; dijo que su nacimiento significa aun más para ella ahora; es un símbolo de la devoción de su afectuoso esposo y un recordatorio de nuestro amoroso Salvador.
A medida que cada uno de nosotros afronta las dificultades de la vida, podemos quebrarnos de alguna manera; incluso podemos sentirnos destrozados en piezas irreparables. Sin embargo, tenemos un Salvador, y podemos llegar a ser sanados por medio de Sus amorosas manos.