Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia
El padre en el hogar


Capítulo 43

El padre en el hogar

Todo padre debe elevarse a la altura de su santo oficio como cabeza de familia.

De la vida de Joseph F. Smith

Através de su vida, Joseph F. Smith llevó siempre consigo el recuerdo de su padre asesinado, Hyrum Smith. El 27 de junio de 1918, el presidente Smith presidió en una reunión que se llevó a cabo en el cementerio de Salt Lake City, donde se había erigido un monumento en honor de su padre, y en esa ocasión dijo: “Soy bendecido con treinta y cinco hijos que viven, todos los cuales, que yo sepa, son miembros dignos de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, y creo que tienen el corazón puesto en la obra del Señor. Estoy orgulloso de mis hijos. Tengo más de ochenta y seis nietos… Soy rico; el Señor me ha dado grandes riquezas en mis hijos y en los hijos de mis hijos… Quiero que se fijen en este pequeño rebaño de nietos, acá, en cada uno de ellos. Los quiero mucho, y los conozco a todos. Jamás los saludo sin darles un beso, igual que a mis hijos”1.

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Hyrum Smith

Hyrum Smith, el padre del presidente Joseph F. Smith, dejó en su hijo una impresión perdurable, a pesar de que el niño sólo tenía cinco años de edad cuando su padre fue asesinado.

Más adelante, el hijo, Joseph Fielding Smith, que iba a ser Presidente de la Iglesia de 1970 a 1972, comentó que el amor que su padre sentía por la familia “era ilimitado en magnitud y pureza. El mundo no conocía —no podía conocer— la profundidad de su amor por todos ellos. Los inicuos y depravados lo han ridiculizado y calumniado; pero la verdadera condición de su vida familiar y el asombroso amor que tenía por la familia es más de lo que ellos pueden comprender. ¡Cuánto oraba para que sus hijos fueran siempre fieles!, fieles a Dios, fieles a sus semejantes, fieles entre sí y para con él… Que lo sean, todos y cada uno de ellos, que sean fieles a él y a la causa que él tan devotamente representó durante su vida terrenal y que fue lo más preciado de toda su existencia”2.

Enseñanzas de Joseph F. Smith

No hay substituto para el hogar.

No hay substituto para el hogar. Su fundamento es tan antiguo como el mundo, y su misión fue establecida por Dios desde las épocas más remotas… De modo que el hogar es más que un lugar de habitación, es una institución que significa estabilidad y amor en el individuo, así como en las naciones.

No puede haber felicidad genuina aparte y separada del hogar, y todo empeño que se haga por santificar y preservar su influencia ennoblece a quienes se esfuercen y se sacrifiquen por establecerlo. Muchas veces, el hombre y la mujer intentan reemplazar la vida del hogar con alguna otra clase de vida; se convencen a sí mismos de que el hogar implica restricción, que la mayor libertad consiste en una oportunidad más amplia de hacer lo que se quiera. Pero no existe felicidad sin servicio, y no hay servicio más grande que el que convierte el hogar en una institución divina y fomenta y preserva la vida familiar.

Los que esquivan las responsabilidades del hogar carecen de un importante elemento del bienestar social. Podrán entregarse a los placeres sociales, pero éstos son superficiales y su resultado es la desilusión más adelante en la vida. Las ocupaciones del hombre lo alejan a veces del hogar, pero la idea de regresar a él es siempre una inspiración que conduce a las buenas obras y a la devoción3.

En el hogar ideal el alma no está hambrienta ni se paralizan el desarrollo y la expansión de los sentimientos más nobles por el efecto de los placeres groseros y sensuales. La meta principal no es acumular bienes materiales, lo cual generalmente aparta cada vez más de la vida verdadera, ideal y espiritual, sino que más bien consiste en producir riqueza de alma, un sentido de logros nobles, un torrente de amor y del deseo de ayudar.

No son los costosos cuadros y tapices, los adornos valiosos, las diversas decoraciones, los muebles caros, los campos, rebaños, casas ni tierras lo que constituye el hogar ideal, ni tampoco las satisfacciones y comodidades sociales que algunos buscan tan tenazmente. Es, en cambio, la belleza del alma, los espíritus cultos, amorosos, fieles y leales; las manos que socorren y el corazón comprensivo; el amor que no busca lo suyo, los pensamientos y acciones que impulsan nuestra vida hacia resultados más refinados, esto es lo que forma el fundamento del hogar ideal4.

En el hogar, la autoridad de presidir se confiere al padre.

No hay autoridad más alta en los asuntos relacionados con la organización familiar que la del padre, especialmente cuando preside esa organización un hombre que posee el Sacerdocio Mayor. Esta autoridad se ha honrado en toda época, y entre el pueblo de Dios ha sido sumamente respetada en todas las dispensaciones, y los profetas inspirados por Dios la han recalcado muchas veces en sus enseñanzas. El orden patriarcal es de origen divino y continuará a través de esta vida y de la eternidad. De modo que existe una razón particular por la que hombres, mujeres y niños deben entender este orden y esta autoridad en los hogares del pueblo de Dios, y procurar convertirlo en lo que Dios tuvo por objeto que fuese: una habilitación y preparación para la exaltación más elevada de Sus hijos…

Esta autoridad lleva en sí una responsabilidad, y grave por cierto, así como derechos y privilegios, y nunca será demasiado el ejemplo que den los hombres con su manera de vivir, ni será demasiado el cuidado que tengan de vivir en armonía con esta importante regla de conducta ordenada por Dios en la organización familiar. En esa autoridad se basan determinadas promesas y bendiciones, y los que la observen y respeten tendrán cierto derecho al favor divino, que no pueden obtener a menos que respeten y observen las leyes que Dios ha establecido para el gobierno y la autoridad del hogar5.

Deseo… recalcar a los oficiales de la Iglesia la necesidad de consultar al padre en todas las cosas relacionadas con el llamamiento de sus hijos al sacerdocio y a labores de la Iglesia, a fin de que ésta no altere el respeto y la veneración que los hijos deben demostrar a los padres ni sus oficiales los pasen por alto. De esa manera, se harán prevalecer la armonía y la buena voluntad; y la aprobación de la familia y la vida familiar, en las cuales se basa y se preserva el gobierno de la Iglesia, se agregarán a los llamamientos del Santo Sacerdocio para asegurar la unidad, la fortaleza y la potestad en cada una de sus acciones6.

Padres, cumplan completamente con su deber hacia su familia.

Si [los padres] tienen el Espíritu del Señor en el cumplimiento de sus deberes temporales, jamás descuidarán a la madre de sus hijos ni a sus hijos; no dejarán de enseñarles los principios de la vida y de establecer un buen ejemplo para ellos. No hagan ustedes nada por lo que tuvieran que decir a un hijo: “No hagas tú lo mismo”. Vivan de tal manera que puedan decirle: “Hijo, haz lo que yo hago; sígueme; imita mi ejemplo”. Ésa es la manera en que debe vivir un padre; cada uno de nosotros; y el seguir un curso que sabe que no es correcto y que preferiría que sus hijos no siguieran es una vergüenza, una debilidad, algo bochornoso para cualquier miembro de la Iglesia. ¡Cuán vergonzoso es que un hombre se ponga por delante un impedimento, un obstáculo que lo prive de cumplir completamente su deber hacia aquellos que lo aman y a quienes debería amar más que a su propia vida, sólo por ceder a apetitos erróneos y a pasiones bajas y por hacer cosas que no debe y que trataría de impedir que sus hijos hicieran. Cumplan su deber, mis hermanos, y el Señor cumplirá el Suyo para con ustedes7.

Hermanos, en el hogar son muy limitados la devoción religiosa, el amor y el temor de Dios; la mundanería, el egoísmo, la indiferencia y la falta de reverencia en la familia son excesivos; de lo contrario, no existirían tan abundantemente alrededor. De manera que es el hogar lo que debe reformarse. Hoy, mañana, procuren efectuar un cambio en su hogar orando dos veces por día con su familia; llamen a sus hijos y a su esposa para que oren con ustedes; pidan una bendición sobre todo alimento que coman. Dediquen diez minutos a leer un capítulo de las palabras del Señor que se encuentran en la Biblia, en el Libro de Mormón, en Doctrina y Convenios, antes de acostarse o antes de salir para su trabajo cotidiano. Aliméntense espiritualmente tanto en el hogar como en los lugares públicos. Hagan que abunden en su familia el amor y la paz, el Espíritu del Señor, la bondad, la caridad, el sacrificio en bien de los demás. Desechen las palabras ásperas, la envidia, el odio, la maledicencia, el lenguaje obsceno, las insinuaciones y la blasfemia, y dejen que el Espíritu de Dios tome posesión de su corazón. Enseñen a sus hijos estas cosas con espíritu y con fuerza, sostenidos y fortalecidos por la práctica personal; háganles ver que son sinceros y que practican lo que predican8.

Padres y madres, les ruego, y ruego a Dios que les ayude en ello, que enseñen a sus hijos los principios y preceptos del Evangelio de Jesucristo, para que crezcan sin hacia la salvación. Ruego a Dios que les ayude a criar a sus hijos en el amor por la verdad, por la virtud, libres de los vicios contaminadores del mundo, libres de mancha, de ebriedad, del uso del tabaco, las bebidas alcohólicas y los narcóticos, y de cualquier tipo de vicio; que les enseñen a ser puros en su forma de vivir y en sus hábitos, para que sean templos santos en los cuales el Espíritu del Dios viviente pueda morar y encontrar lugar apropiado. Es su deber hacerlo, es mi deber, es deber de todo hombre el enseñar a su familia estas cosas y criarlos en el camino que deben seguir9.

Ojalá que los padres de Israel vivan como deben vivir, que traten a la esposa como deben tratarla, que hagan que su hogar sea lo más cómodo que pueda ser; que alivien en todo lo posible las cargas de su compañera; que establezcan un ejemplo apropiado para sus hijos; que les enseñen a reunirse con ellos para orar de mañana y de noche, y al sentarse para tomar los alimentos, que reconozcan la misericordia de Dios al darles el alimento que comen y la ropa que visten, y agradecer Su mano en todas las cosas10.

Las relaciones familiares se han designado para la eternidad.

Dios está a la cabeza de la raza humana; lo veneramos como el Padre de todos. No hay manera de complacerlo mejor que el considerar, respetar y honrar a nuestros padres, que son el medio de nuestra existencia aquí en la tierra11.

La organización familiar constituye la base de todo gobierno verdadero, y nunca será demasiado el hincapié que se pueda hacer en la importancia de que el gobierno de la familia sea lo más perfecto posible ni en el hecho de que se debe respetar en todos los casos12.

Nuestras relaciones (familiares) no tienen por objeto ser exclusivamente para esta vida, para este tiempo, según lo distinguimos de la eternidad. Vivimos por el tiempo y por la eternidad y formamos asociaciones y relaciones por el tiempo y por toda la eternidad. Nuestros afectos y nuestros deseos se han dispuesto y preparado para durar, no sólo en la vida temporal o terrenal sino por toda la eternidad. Aparte de los Santos de los Últimos Días, ¿quiénes consideran el concepto de que continuaremos como organización familiar allende el sepulcro? —el padre, la madre, los hijos, reconociéndose los unos a los otros en la relación que tienen entre sí y que los unen unos a otros; esta organización familiar una unidad en la organización grande y perfecta de la obra de Dios, todo ello destinado a continuar a través del tiempo y de la eternidad13.

Tengo la gloriosa promesa de la relación con mis seres queridos a través de la eternidad. Mediante la obediencia a esta obra, en el Evangelio de Jesucristo, reuniré a mi alrededor a mi familia, a mis hijos, a los hijos de mis hijos, hasta que lleguen a ser tan numerosos como la descendencia de Abraham o incontables como las arenas de la playa. Porque tengo ese derecho y privilegio y también lo tiene todo miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días que posea el sacerdocio y lo magnifique a la vista de Dios14.

Después de todo, hacer bien aquello que Dios ha ordenado como el deber común de todo ser humano es la verdadera grandeza. Es mucho más grandioso ser un padre o una madre de éxito que ser un afamado general u hombre de estado15.

Sugerencias para el estudio

  • ¿Cuál debe ser “la meta principal” del padre en el hogar? El proveer lo necesario para la familia, ¿en qué modo se extiende desde lo temporal a lo espiritual? ¿Cómo puede el padre crear un sentido de “riqueza de alma” entre los de su familia?

  • ¿Qué elementos “constituye[n] el hogar ideal”? ¿Por qué es el padre quien tiene la responsabilidad de asegurarse de cultivar esos elementos?

  • ¿En qué manera sostienen la mujer y los hijos al cabeza de familia? ¿Qué debe hacer el marido y el padre para ser digno de ese apoyo de parte de los miembros de la familia?

  • ¿Cómo ha puesto el Señor las bendiciones del sacerdocio al alcance de las mujeres no casadas?

  • El hecho de que los líderes del sacerdocio respeten a los padres y los consulten, ¿en qué modo los fortalece a éstos y bendice a la familia?

  • ¿Qué aspectos de nuestros hogares de hoy necesitan reformarse? ¿Qué puede hacer el padre para contrarrestar la mundanería e inculcar devoción religiosa en el hogar?

  • ¿Qué bendiciones recibimos al saber que nuestras relaciones familiares pueden continuar en la eternidad? ¿Qué puede hacer el padre para asegurarse de que su familia sea eterna?

Notas

  1. En “The Hyrum Smith Monument”, Improvement Era, agosto de 1918, págs. 860–861; párrafos modificados.

  2. Life of Joseph F. Smith, compilador Joseph Fielding Smith, 1938, pág. 4.

  3. Gospel Doctrine, quinta edición, 1939, pág. 300.

  4. Gospel Doctrine, págs. 303–304.

  5. Gospel Doctrine, págs. 286–288.

  6. Gospel Doctrine, págs. 162–163.

  7. En “Conference Report”, abril de 1915, pág. 7.

  8. Gospel Doctrine, págs. 301–302.

  9. En “Conference Report”, oct. de 1911, pág. 132.

  10. Gospel Doctrine, pág. 288.

  11. Gospel Doctrine, pág. 162.

  12. Gospel Doctrine, pág. 162.

  13. Gospel Doctrine, pág. 277.

  14. Gospel Doctrine, págs. 108–109.

  15. Gospel Doctrine, pág. 285.