2021
El poder de las invitaciones simples y naturales
Marzo de 2021


Mensaje del Área

El poder de las invitaciones simples y naturales

Hace algunos años, los misioneros del barrio nos animaron a pensar en alguien para invitar a nuestro hogar y compartir un video de la vida de Jesucristo. Era Semana Santa y desde un tiempo ya teníamos en la mente a Aurora y Carolyn, nuestras vecinas del departamento de enfrente. Mi esposa había estado conversando con ellas y regalándoles algunas revistas de la Iglesia. Teníamos temor de que no aceptaran la invitación, por lo que oramos como familia para recibir confianza y valor. Hicimos la invitación y Aurora, Carolyn y Florencia estuvieron en nuestro departamento. Compartimos algunas cosas para comer y vimos el video junto a los misioneros. Fue una hermosa velada.

Esa primera invitación llevó a otras más, como acompañarnos a una actividad de la Iglesia y escuchar a los misioneros. Finalmente, Aurora y Carolyn tomaron la decisión de bautizarse después de haber recibido una confirmación por el Espíritu.

Esa experiencia misional me hizo entender qué significa la obra misional de los miembros y aprendí dos importantes lecciones: el poder de las invitaciones simples y naturales y el amor por nuestros semejantes como motor.

El poder de las invitaciones simples y naturales

Siempre me ha maravillado la experiencia de Pedro y Juan con el hombre cojo de nacimiento en la entrada del templo. Las Escrituras nos relatan el encuentro: “Y era traído un hombre que era cojo desde el vientre de su madre, a quien ponían cada día a la puerta del templo que se llama la Hermosa, para que pidiese limosna a los que entraban en el templo. Este, cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogó que le diesen limosna. Y Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos. Entonces él estuvo atento a ellos, esperando recibir algo de ellos. Y Pedro dijo: No tengo plata ni oro, mas lo que tengo te doy: En el nombre de Jesucristo de Nazaret, ¡levántate y anda! Y tomándole de la mano derecha le levantó, y al instante fueron afirmados sus pies y sus tobillos”1.

Ese relato de las Escrituras me ha llevado a reflexionar en algunas preguntas: ¿Qué habría pasado si Pedro y Juan hubieran dado una moneda al hombre?, ¿Qué habría pasado si Pedro no hubiera hecho la invitación y no hubiera extendido la mano para levantarlo? Las invitaciones simples y naturales son el maravilloso recurso que los miembros de la Iglesia tenemos para ser partícipes del recogimiento de Israel y manifiestan nuestro interés genuino de extender una mano y ayudar.

El presidente Oaks enseñó en la Conferencia General de octubre de 2016: “Llegaremos a entender que el éxito en compartir el Evangelio consiste en invitar a las personas con amor y con la genuina intención de ayudarles, sin importar cuál sea su respuesta”2.

El amor por nuestros semejantes como motor

El Salvador enseñó: “… Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo3. El segundo gran mandamiento es el motor de la obra misional de los miembros. Nos impulsa un deseo sincero y supremo sobre el otro. Queremos que sientan el amor de Dios en sus vidas tal como nosotros lo hemos sentido; queremos que reciban las bendiciones del cielo tal como nosotros las hemos recibido. En palabras del presidente Oaks: “Compartir el Evangelio no es una carga, sino un gozo. Lo que llamamos la ‘obra misional de los miembros’ no es un programa, sino una actitud de amor y de participación para ayudar a los que nos rodean”4.

“Algunas de las personas que vengan y vean quizás nunca se unan a la Iglesia, y otras lo harán con el tiempo. Esa es su decisión, pero eso no cambia nuestro amor por ellas” enseñó el élder Uchtdorf en la Conferencia General de abril de 20195.

Estas lecciones aprendidas me llevaron a cambiar mi forma de participar en la obra misional. Entendí que debía ser sincero, respetarlos, fortalecerlos, animarlos e invitarlos a actuar; pero por sobre todas las cosas, amarlos, sin importar su decisión.

Eso fue lo que ocurrió con Aurora, Carolyn y Florencia. Ellas pasaron a ser parte de nuestra familia. Un amor profundo por ellas inundaba nuestros corazones, que incluso nos hacía olvidarnos de nosotros mismos y nuestros problemas.

Semanas después tuvimos la bendición de entrar al templo junto a Aurora. Ella pudo bautizarse por su madre y yo tuve el privilegio de bautizarme por su esposo y por su padre. Estar en ese sagrado lugar, juntos, sintiendo fuertemente el Espíritu, inundó nuestros corazones. Todo había comenzado con una amorosa invitación, y ahí estábamos, en la Casa del Señor junto a una de sus preciadas hijas.

Quisiera concluir con las palabras del presidente Russell M. Nelson en su llamado a que Dios prevalezca en nuestras vidas. Él enseñó: “Imagínense cómo nuestras oraciones por nuestros misioneros, y por nuestros propios esfuerzos por recoger a Israel, podrían cambiar teniendo presente ese concepto. A menudo oramos para que nosotros y los misioneros seamos guiados hacia aquellos que están preparados para recibir las verdades del evangelio restaurado de Jesucristo. Me pregunto ¿a quién seremos guiados cuando supliquemos encontrar a aquellos que estén dispuestos a permitir que Dios prevalezca en sus vidas?”6.

Sé sin ninguna duda que en la medida que invitemos a quienes nos rodean, de forma simple y natural y con amor genuino, encontraremos a aquellos que están dispuestos a que Dios prevalezca en sus vidas.

Testifico con todo mi corazón que Nuestro Padre Celestial y su hijo Jesucristo viven y nos aman. Esta es la dispensación del cumplimiento de los tiempos, somos protagonistas del recogimiento de Israel en ambos lados del velo en preparación para la segunda venida del Salvador. En el nombre de Jesucristo. Amén.

Notas

  1. Hechos 3:2–7.

  2. Dallin H. Oaks, “Compartir el Evangelio restaurado”, Liahona, nov. de 2016, pág. 59.

  3. Lucas 10:27, cursiva añadida.

  4. Dallin H. Oaks, “Compartir el Evangelio restaurado”, pág. 60.

  5. Dieter F. Uchtdorf, “La obra misional: Compartir lo que guardan en el corazón”, Liahona, mayo de 2019, pág. 17.

  6. Russell M. Nelson, “Que Dios prevalezca”, Liahona, nov. de 2020, pág. 93.