2020
Nuestra esperanza, nuestra luz, nuestra fortaleza
Octubre de 2020


La última palabra

Nuestra esperanza, nuestra luz, nuestra fortaleza

De la transmisión de una velada con una Autoridad General para los educadores de religión, celebrada el 8 de febrero de 2019.

Cuando fui ordenado Apóstol, el querido presidente Thomas S Monson (1927–2018) declaró que debía ser un testigo especial del nombre de Jesucristo en todo el mundo. No tomé ese mandato a la ligera. Escudriñé las Escrituras, ubicando al Señor por Sus nombres y títulos. Todos estos que voy a compartir con ustedes son de versículos de las Escrituras que nos recuerdan nuestra esperanza que hay en Él.

Él es la Esperanza de Israel (Jeremías 17:13), la Estrella Resplandeciente de la Mañana (Apocalipsis 22:16), el Buen Pastor (Doctrina y Convenios 50:44), el Consejero (Isaías 9:6; 2 Nefi 19:6), el Príncipe de Paz ( Isaías 9:6; 2 Nefi 19:6), el Libertador (Romanos 11:26), la Luz del Mundo (Juan 8:12), y el Sumo Sacerdote de las cosas buenas por venir (Hebreos 9:11). Él es poderoso para salvar (Alma 34:18; Doctrina y Convenios 133:47) y el que tiene todo poder (Doctrina y Convenios 61:1).

La influencia, la huella y el alcance de Cristo lo abarcan todo. Él está allí cuando vacilamos y nos esforzamos por avanzar. Y si tropezamos, Su “luz que brilla en las tinieblas” (Doctrina y Convenios 6:21) resplandece más que nunca. Él nos ama en nuestras horas más brillantes y en las más oscuras.

Ser un discípulo de Jesucristo no da lugar a conjeturas; Su sendero está bien marcado por Sus pasos. A medida que lo seguimos, llegamos a amar lo que Él ama. Al renovar los convenios con Él cada semana participando de la Santa Cena, aumenta nuestra comprensión de Él como el Redentor del mundo (Doctrina y Convenios 93:9), el Espíritu de Verdad (Doctrina y Convenios 93:9), y el Verbo (Doctrina y Convenios 93:8).

Queridos amigos, ese es el Salvador que conozco, a quien amo y venero con todo mi corazón. Desde lo más profundo de mi alma doy testimonio de Él y de Su bondad y misericordia. Él ha prometido: “[P]orque sois mis amigos y tendréis una herencia conmigo (Doctrina y Convenios 93:45).

Jesucristo es siempre la respuesta a los problemas y desafíos que forman parte de esta experiencia mortal. Al comprender Su misión y Su evangelio, nuestro amor por Él, y nuestra creencia y confianza en Él nos dan fortaleza.