2020
Cómo hallé la sanación del abuso sexual
Octubre de 2020


Cómo hallé la sanación del abuso sexual

Había vivido una pesadilla, pero más tarde descubrí que, en los momentos más oscuros, podía confiar en mi Salvador.

Imagen
silhouette of girl

Fotografía de Getty Images, utilizada con fines ilustrativos; la persona que posa es una modelo.

La pesadilla comenzó cuando tenía tan solo siete años y mi madre se volvió a casar. Nos gustaba mucho nuestro nuevo padrastro; era amable y encajaba bien en la familia; me sentía realmente segura al estar cerca de él. Todo era maravilloso hasta que un día, cuando el resto de la familia estaba ausente, abusó sexualmente de mí.

No comprendí lo que me había hecho; me sentí asustada, confundida y muy avergonzada, pero tenía mucho miedo de decírselo a alguien. Pensaba que destruiría la felicidad que recién había encontrado mi familia y que, de todos modos, nadie me creería, por lo que decidí guardar silencio.

Solo había abusado de mí en aquella ocasión, pero ese recuerdo siempre se hallaba presente en la mente. Con el tiempo, me volví tan paranoica que pensé que alguien percibiría mi dolor y descubriría el secreto, así que intenté ocultar la verdad entablando amistad con mi padrastro. Fue especialmente amable conmigo, y en realidad me empezó a caer bien otra vez.

Sin embargo, las cosas empeoraron. Cuando mamá empezó a trabajar de noche, mi padrastro empezó a abusar de mí con frecuencia. Me sentía muy indefensa. Quería contarlo, pero mi padrastro le caía bien a todo el mundo y yo pensaba que todos se pondrían de su parte, así que una noche, cuando me encontraba sola, le rogué a Dios que me ayudara a guardar el secreto.

Contar la verdad

Un día, finalmente, dejó de abusar de mí; no tuve ni idea por qué. Aunque él ya no me hacía daño, siempre me sentía sucia y avergonzada; me odiaba a mí misma. A veces, incluso me debatía pensando si la muerte sería más fácil que la realidad. Todavía quería contarlo, pero tenía miedo de las consecuencias de decir la verdad.

Un domingo en la Iglesia, cuando tenía catorce años, escuché una lección sobre cómo tomar decisiones importantes. La maestra nos animó a ayunar y a orar y prometió que Dios nos fortalecería para hacer lo correcto. Después de la Iglesia, seguía pensando en lo que ella había dicho; me preguntaba que, si se lo pedía, ¿me ayudaría Dios a contar la verdad?

Al día siguiente ayuné para tener el valor de hablarle a mamá sobre el abuso. No podía concentrarme en la escuela porque solo podía pensar en cómo reaccionaría ella. Cuando llegué a casa, me sentí completamente enferma. Volví a orar para recuperar fuerza, pero no me sentí preparada para decírselo.

Esa noche, me acerqué a mamá mientras preparaba la cena. No sabía qué decirle, pero cuando la miré a los ojos, encontré el valor para empezar a hablar. Una vez que empecé, revelé todo lo que había estado escondiendo durante años.

Mamá y yo nos sentamos en el sofá y lloramos juntas. Después, nos comunicamos con el presidente de rama y llamamos a la policía. Se consideró responsable a mi padrastro por lo que me había hecho y se me proporcionó la protección que necesitaba; ya no tendría que volver a verlo nunca más.

Imagen
actor portraying Jesus

El camino a la sanación

Durante ese tiempo, fue difícil volver a contar mi experiencia a las autoridades y que los amigos me preguntaran dónde estaba mi padrastro, pero con el apoyo de mi familia, ya no estaba sola. Juntos, nos hemos unido en torno a un nuevo lema de la familia: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13). Otros familiares también nos brindaron su amor y apoyo y, con el tiempo, empezamos a sanar juntos.

Mamá y yo asistimos a terapia profesional, ¡lo cual fue de gran ayuda! La terapeuta era exactamente lo que necesitaba; me ayudó a entender todas las emociones que estaba sintiendo y me ayudó a sobrellevar los malos recuerdos. Nunca me di cuenta de cuánto dolor tenía hasta que empecé a sentirme sana otra vez.

No pensaba que el dolor desaparecería solo por contar la verdad, pero tampoco me daba cuenta del tiempo y de la paciencia que harían falta para sanar. Durante mucho tiempo, había sentido que no valía nada; tuve que volver a aprender a amarme a mí misma.

Hallaba la paz más grande cuando me volvía hacia mi Salvador y mi Padre Celestial. El reconocer que Ellos sabían exactamente cómo me sentía me infundió fortaleza y esperanza. Confié en Ellos durante los momentos más oscuros. Con el tiempo, los recuerdos comenzaron a desvanecerse y realmente sentí paz por medio del amor del Salvador.

Una de las partes más gratificantes del proceso de sanación fue reconocer que yo tenía un futuro brillante. Cuando ocurría el abuso, no podía ni siquiera imaginarme tener una vida normal; me sentía rota constantemente. Sin embargo, a través de la ayuda y la sanación, encontré cosas en las que podía esperar con ilusión. Comencé a contar mi historia a otras chicas que estaban sufriendo, e incluso decidí servir en una misión. Compartir mi testimonio con los demás me fortaleció.

Lo que mi padrastro me hizo no define quién soy; él cambió mi vida para siempre, pero he elegido utilizar mi experiencia para ayudar a otras personas. Algunos días todavía son difíciles, pero en medio de todo, el Señor me ha fortalecido y sé que seguirá ayudándome. Me he transformado de ser una víctima a una superviviente.