Ciertas mujeres
Las mujeres ciertas se centran en el Salvador Jesucristo y tienen esperanza mediante la promesa de Su sacrificio expiatorio.
Mis amadas hermanas, cuánto las amamos y agradecemos su compasiva y entusiasta respuesta a la invitación de la Primera Presidencia y a la campaña #fuiforastero. Sigan orando, escuchando los susurros del Espíritu y actuando de conformidad con las impresiones que reciban.
Ya sea que viaje localmente o alrededor del mundo, es común que me pregunten: “¿Se acuerda de mí?”. Debido a que soy penosamente imperfecta, debo admitir que a menudo no puedo recordar nombres. Sin embargo, sí recuerdo el amor tan real que el Padre Celestial me ha permitido sentir al conocer a Sus queridos hijos e hijas.
Hace poco tuve la oportunidad de visitar a algunas amadas mujeres que están en la prisión. Cuando nos despedimos con profunda sinceridad, una querida mujer suplicó: “Hermana Burton, por favor no nos olvide”. Espero que ella y otras que deseen que se les recuerde sientan que así es mientras comparto algunos pensamientos con ustedes.
Ciertas mujeres de la época del Salvador: Centradas en el Salvador Jesucristo
Nuestras hermanas a través de todos los tiempos han demostrado el fiel modelo de discipulado que nosotras también nos esforzamos por conseguir. “El Nuevo Testamento contiene relatos sobre [ciertas] mujeres, cuyos nombres no siempre se mencionan, que ejercieron fe en Jesucristo [y Su expiación], aprendieron y vivieron Sus enseñanzas y testificaron de Su ministerio, Sus milagros y Su majestuosidad. Tales mujeres llegaron a ser discípulas ejemplares e importantes testigos en la obra de salvación”.
Consideren estos relatos en el libro de Lucas. El primero, durante el ministerio del Salvador:
“Y aconteció… que Jesús caminaba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce con él,
“y [ciertas] mujeres… María, que se llamaba Magdalena… y Juana… y Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes”.
El siguiente, después de Su resurrección:
y [ciertas] mujeres… que fueron temprano al sepulcro;
“… como no hallaron su cuerpo, vinieron diciendo que… habían visto visión de ángeles, quienes les dijeron que él vive”.
He leído estos relatos de “ciertas mujeres” muchas veces antes, pero hace poco al reparar en ello más atentamente, esas palabras parecían saltar de la página. Al meditar esos relatos con mayor detenimiento, ha sido evidente para mí que esas mujeres son mujeres ciertas, en el sentido de que son mujeres convencidas, seguras, confiadas, firmes, inequívocas y fiables.
Cuando reflexioné sobre esas potentes palabras descriptivas, recordé a dos de esas ciertas mujeres que dieron testimonios seguros, confiados y firmes del Salvador. Aun cuando ellas, como nosotras, fueron mujeres imperfectas, sus testimonios son inspiradores.
¿Recuerdan a esa mujer anónima junto al pozo que invitó a los demás a venir y ver lo que había aprendido del Salvador? Dio un testimonio con plena certeza en la forma de una pregunta: “¿No será este el Cristo?”. Su testimonio e invitación fueron tan persuasivos que “muchos… creyeron en él”.
Tras la muerte de su hermano Lázaro, Marta, la amada discípula y amiga del Señor, declaró, con lo que debió haber sido gran emoción: “Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto”. Consideren su certeza cuando continuó: “mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará”. Y siguió dando testimonio: “… yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo”.
Aprendemos de esas hermanas que las mujeres ciertas son discípulas centradas en el Salvador Jesucristo y tienen esperanza mediante la promesa de Su sacrificio expiatorio.
Ciertas mujeres de la Restauración que guardan sus convenios: Dispuestas a sacrificar
En la antigüedad, las mujeres ciertas se sacrificaron cuando testificaron y vivieron las enseñanzas de Jesús. Las mujeres ciertas durante los inicios de la Restauración hicieron lo mismo. Drusilla Hendricks y su familia se encontraban entre los que, como nuevos conversos, sufrieron durante la persecución de los santos en el condado de Clay, Misuri. Su esposo quedó paralizado de forma permanente durante la Batalla del río Crooked y ella quedó a cargo de cuidarlo y también de proveer para su familia.
“En una ocasión particularmente angustiosa, cuando la familia no tenía alimentos, recordó que una voz le dijo: ‘No te rindas, pues el Señor proveerá…’”.
Cuando se necesitó que su hijo se ofreciera como voluntario para el Batallón Mormón, al principio Drusilla se resistió y luchó en oración con el Señor hasta que “fue como si una voz le dijera: ‘¿No deseas la gloria más alta?’. Naturalmente respondió: ‘Sí’, y la voz continuó: ‘¿Cómo esperas ganarla si no es al hacer los sacrificios más grandes?’”.
De esta mujer cierta aprendemos que el guardar convenios del discipulado requiere que estemos dispuestas a sacrificar.
Ciertas mujeres de la actualidad: Recordar y prepararse para celebrar Su regreso
He mencionado a mujeres ciertas de la época del Salvador y de los inicios de la Restauración del Evangelio, pero ¿qué tal los ejemplos de discipulado y testimonios de las mujeres ciertas de nuestra propia época?
En la asignación reciente que tuve en Asia, me sentí nuevamente inspirada por las muchas mujeres ciertas que conocí. Me impresionaron particularmente los miembros de primera generación en India, Malasia e Indonesia, quienes se esfuerzan por vivir la cultura del Evangelio en su propio hogar, en ocasiones a costa de grandes sacrificios, ya que el vivir el Evangelio muchas veces no concuerda con la cultura de la familia y del país. Las mujeres ciertas multigeneracionales de Hong Kong y Taiwán continúan bendiciendo la vida de su familia, de los miembros de la Iglesia y de sus comunidades al permanecer centradas en el Salvador y dispuestas a sacrificar para guardar sus convenios. Se encuentran mujeres ciertas similares por toda la Iglesia.
Una mujer cierta que ha bendecido mi vida desde hace décadas ha luchado durante los últimos quince años la debilitante, difícil y progresiva enfermedad llamada miositis por cuerpos de inclusión. Aunque está confinada a una silla de ruedas, se esfuerza por ser agradecida y mantiene al día su “Lista de habilidades”, que es una lista que siempre está actualizando de las cosas que sí puede hacer, tales como respirar, tragar, orar y sentir el amor del Salvador. Casi a diario da con plena certeza su testimonio centrado en Cristo a sus familiares y amigos.
Hace poco escuché la historia de Jenny. Ella es una exmisionera cuyos padres se divorciaron mientras ella estaba prestando servicio en la misión. Ella habló de cómo la idea de regresar a casa “[la] aterraba”, pero al final de su misión en Italia, al quedarse en la casa de la misión antes de regresar a su casa en Estados Unidos, una mujer cierta, la esposa del presidente de misión, con ternura la ministró al simplemente cepillarle el cabello.
Años más tarde, otra mujer cierta, Terry —presidenta de la Sociedad de Socorro de estaca y discípula de Cristo— bendijo la vida de Jenny cuando esta fue llamada como presidenta de la Sociedad de Socorro de barrio. En ese tiempo, Jenny estaba trabajando en su tesis doctoral. Terry no solo sirvió a Jenny como mentora y como líder, sino que también estuvo con ella durante diez horas en el hospital cuando Jenny recibió el alarmante diagnóstico de leucemia. Terry la visitó en el hospital y llevó a Jenny a sus citas; Jenny confesó: “Creo que debo haber vomitado varias veces en su auto”.
A pesar de su enfermedad, Jenny continuó sirviendo con valentía como presidenta de la Sociedad de Socorro de barrio. Incluso en su situación extrema, hizo llamadas por teléfono y envió mensajes de texto y de correo electrónico desde su cama, e invitó a las hermanas a ir a visitarla. Envió tarjetas y notas por correo a personas, demostrando amor a sus hermanas desde la distancia. Cuando su barrio pidió una fotografía de su presidencia para la historia de su barrio, esto fue lo que recibieron [véase foto]. Ya que Jenny misma es una mujer cierta, invitó a todos a compartir las cargas de los demás, incluso la suya.
Siendo la mujer cierta que es, Jenny testificó: “No solo estamos aquí para salvar a los demás, sino también a nosotros mismos. Esa salvación viene de asociarnos con Jesucristo; de comprender Su gracia, Su expiación y Sus sentimientos de amor por las mujeres de la Iglesia.Eso sucede por medio de cosas tan sencillas como cepillar el cabello de alguien, enviar una nota con un mensaje inspirado, claro y revelador de esperanza y gracia, o permitir que las mujeres nos presten servicio”.
Hermanas, cuando estamos distraídas, cuando nos embargan las dudas, el desánimo, el pecado o la tristeza, o cuando sentimos que tenemos el alma abrumada, espero que aceptemos la invitación del Señor de tomar de Su agua viva tal como lo hizo cierta mujer en el pozo, invitando a los demás a hacer lo mismo al mismo tiempo que también damos nuestro propio testimonio con plena certeza: “¿No será este el Cristo?”.
Cuando la vida parece ser injusta, tal como debió haberle parecido a Marta cuando murió su hermano —cuando sufrimos la pena de la soledad, la infertilidad, la pérdida de seres queridos, la pérdida de oportunidades de matrimonio y familia, padres divorciados, depresión debilitante, enfermedad física o mental, estrés abrumador, ansiedad, adicción, dificultades financieras o una abundante diversidad de otras posibilidades— recordemos a Marta y declaremos nuestro testimonio similar con plena certeza: “…mas también sé… [y] yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios”.
Espero que recordemos a las muchas mujeres ciertas que rehusaron abandonar a nuestro amado Salvador durante la insoportable experiencia que padeció en la cruz y que horas más tarde tuvieron el privilegio de ser las primeras testigos ciertas de Su gloriosa resurrección. Que se nos halle manteniéndonos cerca de Él en oración y en el estudio de las Escrituras. Acerquémonos a Él al prepararnos para los emblemas sagrados de Su sacrificio expiatorio y al participar de ellos cada semana durante la ordenanza de la Santa Cena, y a medida que guardemos nuestros convenios al prestar servicio a los demás en sus tiempos de necesidad. Quizá entonces lleguemos a estar entre las mujeres ciertas, discípulas de Jesucristo, que celebrarán Su regreso glorioso cuando venga de nuevo.
Hermanas, testifico de unos amorosos Padres Celestiales; de nuestro Salvador Jesucristo; y de Su infinita expiación [que realizó] a favor nuestro. Sé que el profeta José Smith fue preordenado para ser el Profeta de la Restauración; sé que el Libro de Mormón es verdadero y que fue traducido por el poder de Dios. Hemos sido bendecidos con un profeta viviente en nuestros días, el presidente Thomas S. Monson. ¡De esas verdades tengo plena certeza! En el nombre de Jesucristo. Amén.