Bondad, caridad y amor
Examinemos nuestras vidas y tomemos la determinación de seguir el ejemplo del Salvador siendo bondadosos, cariñosos y caritativos.
Mis queridos hermanos, me siento honrado por el privilegio de dirigirme a ustedes en esta reunión mundial de fieles poseedores del sacerdocio de Dios. Esta tarde me referiré a un tema del que ya he hablado antes.
El profeta Mormón describió una de las características clave del Salvador, la cual deben emular Sus discípulos. Él dijo:
“… y si un hombre es manso y humilde de corazón, y confiesa por el poder del Espíritu Santo que Jesús es el Cristo, es menester que tenga caridad; porque si no tiene caridad, no es nada; por tanto, es necesario que tenga caridad.
“Y la caridad es sufrida y es benigna, y no tiene envidia ni se envanece, no busca lo suyo, no se irrita fácilmente…
“Por tanto, amados hermanos míos, si no tenéis caridad, no sois nada, porque la caridad nunca deja de ser. Allegaos, pues, a la caridad, que es mayor que todo, porque todas las cosas han de perecer;
“pero la caridad es el amor puro de Cristo, y permanece para siempre; y a quien la posea en el postrer día, le irá bien”.
Hermanos, si no somos bondadosos con los demás, no honramos el sacerdocio de Dios.
Mi amado amigo y colega, el élder Joseph B. Wirthlin, era en verdad un hombre benévolo. Él dijo:
“La bondad es la esencia de la vida celestial, es el modo en que una persona que se asemeja a Cristo trata a los demás. La bondad debe estar presente en todas nuestras palabras y obras, en la escuela, en el trabajo, la Iglesia y, especialmente, en el hogar.
“Jesús, nuestro Salvador, fue la personificación de la bondad y de la compasión”.
Las Escrituras nos enseñan que el ejercicio justo del sacerdocio depende de que vivamos los principios de bondad, caridad y amor. En Doctrina y Convenios leemos lo siguiente:
“Ningún poder o influencia se puede ni se debe mantener en virtud del sacerdocio, sino por persuasión… benignidad, mansedumbre y por amor sincero;
“por bondad y por conocimiento puro, lo cual ennoblecerá grandemente el alma sin hipocresía y sin malicia”.
Hermanos, examinemos nuestras vidas y tomemos la determinación de seguir el ejemplo del Salvador de ser bondadosos, cariñosos y caritativos; y al hacerlo, estaremos en una mejor posición de suplicar que los poderes del cielo desciendan sobre nosotros, sobre nuestras familias y sobre nuestros compañeros de viaje en este a veces difícil trayecto, de vuelta a nuestro hogar celestial. Lo ruego en el nombre de Jesucristo el Señor. Amén.