El diezmo La mejor decisión
De un discurso que pronunció en la conferencia general de abril de 2008.
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Cuando era niño, un vecino me regaló un becerrito.
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Fue mucho trabajo cuidar al becerrito, pero lo cuidé y le di de comer.
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El día que papá vendió el becerro me sentí algo confuso; iba a extrañarlo, pero también deseaba recibir mi recompensa por todo mi trabajo.
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Cuando papá llegó a casa, dejó caer en mis manos veinte dólares en monedas de plata; pensé que era la persona más rica del mundo.
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Conté, pulí y admiré cada una de las monedas.
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El domingo, antes de irme a la iglesia, guardé dos de las monedas en mi bolsillo para pagar mi diezmo.
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Fue difícil darle mi diezmo al obispo, pero me sentí bien por obedecer al Señor.
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Mamá dijo que se sentía orgullosa de mí; dijo que sería bendecido por pagar mi diezmo y que era la mejor inversión que podría hacer.