2010
¿Había robado a Dios?
Febrero de 2010


¿Había robado a Dios?

Hildo Rosillo Flores, Piura, Perú

Unas semanas después de que me bautizara a la edad de treinta años, el presidente de nuestra rama de Piura, Perú, quiso entrevistarse conmigo para determinar mi dignidad para recibir el Sacerdocio Aarónico. Tomé asiento y el presidente Jorge García ofreció una oración, tras lo cual me preguntó: “¿Cree en Dios?”

“Sí”, le respondí.

“¿Cumple con la Palabra de Sabiduría?”

“Sí”, le respondí otra vez.

“¿Es usted casto?”

“Sí”.

Hasta este punto, había respondido con confianza, pero entonces llegó la siguiente pregunta: “¿Paga un diezmo íntegro?”.

Me quedé sin palabras. Me pasó por la mente la ilustración que los misioneros me habían mostrado al enseñarme la charla sobre el diezmo. Me dijeron que la décima parte de nuestros ingresos le pertenecen al Señor. Entonces escuché otra pregunta: “¿No le enseñaron los misioneros la ley del diezmo?”.

“Sí, me la enseñaron”, le respondí, “pero simplemente no lo pago”.

“Lo siento”, dijo el presidente García un momento después, “pero tendrá que pagar el diezmo para recibir el sacerdocio. Comience ahora mismo, y pague el diezmo al Señor”.

Me marché de su oficina muy pensativo. Después de repasar la ley del diezmo aquel día, entré en mi habitación, me arrodillé en el suelo y comencé a orar. “Padre Celestial, si te he robado por no pagar el diezmo, te pido que me perdones. Te prometo que nunca más dejaré de pagarlo”.

El domingo siguiente en la capilla, le pedí otra entrevista al presidente de la rama. Le dije que sentía que el Señor me había perdonado y había aceptado mi compromiso de pagar el diezmo, y que había comenzado a hacerlo aquel mismo domingo. “¿Soy digno de recibir el sacerdocio?”, le pregunté.

“Sí”, me respondió. “Hoy le conferiré el Sacerdocio Aarónico y lo ordenaré al oficio de diácono”.

En la actualidad, tengo un fuerte testimonio del diezmo y de las abundantes bendiciones que recibimos al pagarlo. En innumerables entrevistas desde aquel domingo de hace más de treinta y cinco años, siempre que mis líderes me preguntan si pago un diezmo íntegro, tengo la satisfacción de responder: “¡Sí!”