2010
¿Por qué no quieres venir a la fiesta?
Febrero de 2010


¿Por qué no quieres venir a la fiesta?

Me estaban presionando y tenía que tomar una decisión.

Como converso a la Iglesia en Malasia, un país en el que hay pocos cristianos, a veces me resultaba difícil defender mis creencias. Un día de diciembre, mi jefe me dijo que nuestra compañía celebraría una fiesta de aniversario a finales del año, y que debía asistir. Esto me preocupaba y no deseaba asistir, ya que en nuestra compañía era costumbre tomar alcohol en las fiestas. También sabía que mis colegas intentarían obligarme a tomar alcohol.

No obstante, mi jefe insistía en que debía asistir. Yo me preguntaba cómo podría superar ese desafío.

Más tarde, un compañero de trabajo me detuvo y me preguntó: “¿Por qué no quieres venir a la fiesta?”. Le dije que no tomo alcohol debido a mis creencias religiosas.

Él me respondió con enojo: “Deberías preocuparte por el mundo en el que vives ahora, no por otro mundo que quizá ni exista. ¿Quieres ganar dinero o renunciar a él por tus tontas creencias?” Cuando me hizo esta pregunta, tuve miedo. Sabía que si no tomaba alcohol en la fiesta, perdería mi trabajo. En ese momento me vino a la mente un pasaje de las Escrituras: “Yo, yo soy vuestro consolador. ¿Quién eres tú para que tengas temor del hombre, que es mortal, y del hijo de hombre, que será como el heno? ¿Ya te has olvidado de Jehová, tu Hacedor, que extendió los cielos y fundó la tierra…?” (Isaías 51:12–13).

En ese preciso momento supe que debía temer a Dios, no a mis colegas ni a mi jefe. También me di cuenta de que mi propósito en la tierra no es ganar dinero, sino crecer espiritualmente. Así que le respondí a mi colega: “Yo escogeré mis creencias, y tú deberías respetarlas”.

Varias semanas después, dejé mi empleo. En mi último día de trabajo, tuve una buena conversación con mis colegas. Les expliqué en qué se diferencia La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días de otras iglesias. Les expliqué mis creencias y mi deseo de obedecer los mandamientos.

Más o menos una semana más tarde, conseguí otro trabajo con un mejor salario y que me deja más tiempo para prepararme para servir en una misión de tiempo completo.

Esta experiencia no sólo me enseñó que la obediencia a los mandamientos me permitirá regresar con mi Padre Celestial algún día, sino que me dio la confianza de que, sean cuales sean los desafíos que afronte cada día, el Señor me preparará el camino (véase 1 Nefi 3:7).

Ilustración por Gregg Thorkelson.