2006
Estar en el mundo sin ser del mundo
febrero de 2006


Lecciones del Antiguo Testamento

Estar en el mundo sin ser del mundo

Sodoma y Gomorra tienen relevancia tanto real como simbólica, ya que representan la iniquidad en el mundo. El Señor se apareció a Abraham y le dijo, refiriéndose a los habitantes de Sodoma y Gomorra: “…el pecado de ellos se ha agravado en extremo” (Génesis 18:20). Su maldad era tan grave, y había tan pocos justos, que Dios destruyó completamente esas dos ciudades de la llanura. El gran profeta de nuestros días, el presidente Gordon B. Hinckley, ha declarado: “Todos los pecados de Sodoma y Gomorra afligen a nuestra sociedad. Jamás nuestra gente joven ha enfrentado más grandes desafíos; jamás hemos visto en forma más clara la lasciva cara de la maldad”1.

El apartar el mal de nuestra vida se ha convertido en algo aún más esencial ya que nuestros hogares están equipados para traer a nuestra propia sala buena parte de lo que el Señor ha condenado, por lo cual debemos permanecer vigilantes. Uno de los desafíos más difíciles de nuestra vida es el de estar en el mundo sin ser del mundo (véase Juan 15:19)2. La doctrina del Evangelio deja claro que debemos vivir en este mundo para alcanzar nuestro destino eterno. Se nos ha de poner a prueba y debemos demostrar que somos dignos de un reino más elevado (véase 2 Nefi 2:11; D. y C. 101:78). Debemos ser como Abraham, que removió su tienda y edificó “altar a Jehová” (Génesis 13:18), y no como Lot, que “fue poniendo sus tiendas hasta Sodoma” (Génesis 13:12).

Ser una luz al mundo

A principios de 1969, en plena efervescencia del periodo de los “niños de las flores” en San Francisco, California, la zona de San Francisco y alrededores representaban un auténtico imán para el consumo de drogas y todo tipo de conductas promiscuas y pecaminosas. Un presidente de estaca, preocupado por esa situación, preguntó a los líderes de la Iglesia si era conveniente alentar a los Santos de los Últimos Días a que permanecieran en la zona. El élder Harold B. Lee (1899–1973), que en aquel entonces era el miembro de más antigüedad del Quórum de los Doce Apóstoles, fue asignado a tratar ese asunto. Se reunió con un grupo de líderes del sacerdocio y les dijo que el Señor no había revelado la construcción del Templo de Oakland, California, para que los miembros se marcharan de allí. Su consejo fue que los miembros establecieran Sión en sus corazones y hogares, que fueran una luz para aquellas personas que les rodeaban y que se cimentaran en las ordenanzas y los principios que se enseñan en el templo3.

No podemos evitar el mundo. Una existencia en el aislamiento no es la solución4. Por el lado positivo, nuestra contribución al mundo forma parte de nuestro desafío y resulta esencial para que desarrollemos nuestros talentos. El presidente Brigham Young (1801–1877) dijo: “Cada realización, cada refinamiento, cada resultado provechoso en matemáticas, en música y en todas las ciencias y las artes es para los santos”5.

El presidente Spencer W. Kimball (1895–1985) instó a los miembros a realizar mayores logros. Dijo: “Debemos reconocer que la excelencia y la calidad son un reflejo del concepto que tengamos de nosotros mismos, de la vida y de Dios”6.

Para lograr lo mencionado anteriormente, los miembros de la Iglesia deben participar en el mundo de manera positiva. ¿Cómo podemos entonces poner un equilibrio entre la necesidad de realizar aportaciones positivas al mundo y el no sucumbir a los pecados del mundo? (Véase D. y C. 25:10; 59:9). Hay dos principios que tendrán un gran impacto.

1. Hagan saber a los demás que son Santos de los Últimos Días dedicados.

Aprendí la importancia de ello en los principios de mi carrera profesional. Tras terminar mi formación académica en la Facultad de Derecho de Stanford, busqué empleo en un bufete de abogados en particular en el que no trabajaba ningún miembro de la Iglesia, pero que se componía de abogados de gran carácter y capacidad. Después de una mañana de entrevistas, el socio principal y otros dos me invitaron a comer. El socio principal me preguntó si quería tomar una bebida alcohólica como aperitivo, y más tarde si quería tomar vino. En ambos casos rechacé la invitación, y la segunda vez le informé de que era un Santo de los Últimos Días activo y que no tomaba bebidas alcohólicas.

El bufete me ofreció un empleo, y unos meses más tarde el socio principal me dijo que el ofrecimiento de alcohol había sido una prueba. Comentó que en mi currículo quedaba claro que había prestado servicio como misionero SUD, y que tomó la determinación de contratarme sólo si era fiel a las enseñanzas de mi propia Iglesia, ya que lo consideraba un importante asunto de carácter e integridad.

En los años que pasé en San Francisco, conocí a algunos miembros que evitaban que sus colegas se enteraran de que eran Santos de los Últimos Días. Eso les conducía invariablemente a situaciones comprometedoras que se podían haber evitado si hubieran declarado con franqueza aquello en lo que creían. Simbólicamente, habían colocado sus tiendas hasta Sodoma (véase Génesis 13:12).

2. Tengan confianza en sus creencias y vivan de acuerdo con ellas.

En nuestra vida personal, debemos evitar los malos “afanes temporales de la vida terrenal”7 y las destructivas “cosas pasajeras de este mundo”8.

Un comentario despectivo que se hace de vez en cuando acerca de los miembros de la Iglesia es: “Son como corderitos que esperan a que sus líderes les digan lo que deben hacer. ¿Por qué no pueden pensar por sí mismos?”. Si bien a primera vista este comentario puede parecer convincente, lo cierto es que los Santos de los Últimos Días que son fieles, de una manera reflexiva y con un espíritu de oración, estudian la doctrina y los principios de las Escrituras así como el consejo de los profetas vivientes, tras lo cual procuran recibir un testimonio del Espíritu Santo que les confirme su veracidad. No tienen por qué caer en todo error descorazonador en su vida. Saben lo que es correcto y lo que no lo es. No tienen por qué decidir una y otra vez la manera en la que vivirán. Pueden beneficiarse de las experiencias de todas las generaciones que los precedieron y de las instrucciones de nuestro Padre Celestial y Sus siervos ungidos. Pueden dar la espalda a la tentación.

De manera inevitable, debemos tomar decisiones. Si conocemos la doctrina y los principios del Evangelio, podremos tomar decisiones sabias. Si llevamos una vida pura, el Espíritu nos guiará. Entonces seremos capaces de orientar nuestras tiendas simbólicamente hacia el templo (véase Génesis 13:18) y los convenios que hemos hecho con el Señor, y estaremos en el mundo sin ser del mundo.

Notas

  1. “El vivir durante el cumplimiento de los tiempos”, Liahona, enero de 2002, pág. 6.

  2. Véase L. Tom Perry, “En el mundo”, Liahona, julio de 1988, págs. 13–15.

  3. Notas personales de la reunión; véase también D. y C. 115:5; Harold B. Lee, “Your Light to Be a Standard unto the Nations”, Ensign, agosto de 1973, págs. 3–4.

  4. Véase Gordon B. Hinckley, “No dejemos caer la pelota”, Liahona, enero de 1994, pág. 53.

  5. Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Brigham Young,1997, pág. 207.

  6. “The Gospel Vision of the Arts”, Tambuli, febrero de 1978, pág. 5.

  7. C. Richard Chidester, “Worldly, Worldliness”, en Daniel H. Ludlow, ed., Encyclopedia of Mormonism, 5 tomos, 1992, tomo IV, pág. 1587; véase también Alma 4:8.

  8. Neal A. Maxwell, “Al que venciere… así como yo he vencido”, Liahona, julio de 1987, pág. 70X; véase también D. y C. 121:34–35.