2002
La influencia del templo
agosto de 2002


Ven y Escucha Al Profeta

La influencia del templo

La primera vez que visité Checoslovaquia, mucho antes de que allí hubiera libertad, conocí a Jifií ·nederfler y su esposa, Olga. Fui a su casa en Praga, donde se reunía la rama. En las paredes del cuarto en el que nos reunimos había varias láminas del Templo de Salt Lake. Le dije a la hermana Šnederfler: “Su esposo debe de sentir mucho amor por el templo”. Y ella me contestó: “Yo también, yo también”.

Sacó un álbum con las fotos de los misioneros que habían estado allí en 1950, cuando un edicto del gobierno hizo cerrar la misión. A medida que nos las mostraba, página por página, decía: “¡Buen muchacho; buen muchacho!”.

El hermano Šnederfler ha estado siempre dispuesto a defender el Evangelio. Cuando llegó el momento propicio para que pidiéramos que se reconociera oficialmente a la Iglesia, las autoridades gubernamentales, que entonces eran comunistas, dijeron: “No manden a un estadounidense ni a ningún otro extranjero; manden a un checoslovaco”. La situación era atemorizante, porque el admitir que se era un líder de cualquier iglesia en esa época en que la religión estaba prohibida podría indicar peligro.

Se llamó al hermano Šnederfler para ir ante su gobierno. Más tarde me dijo que había pedido a todos los hermanos de la rama que oraran por él. Luego, a Olga, su esposa, le dijo: “Te quiero. No sé cuándo volveré ni si volveré; pero tengo amor por el Evangelio y debo seguir a mi Salvador”. Con ese espíritu de fe y devoción, el hermano Šnederfler fue a ver a los oficiales de gobierno, reconoció ante ellos que él era el líder de la Iglesia allí y que había ido para solicitar que se restableciera el reconocimiento oficial del que la Iglesia había gozado antes.

Mientras tanto, el élder Russell M. Nelson, del Quórum de los Doce Apóstoles, había estado trabajando incansablemente para lograr esa meta tan deseada. Un tiempo después recibió la buena noticia: “Su Iglesia es oficialmente reconocida otra vez en Checoslovaquia”.

Con cuánta alegría el hermano Šnederfler fue a dar a su esposa y a los otros valientes miembros la noticia de que otra vez podrían ir los misioneros a ese país y que de nuevo la gente podía adorar a nuestro Padre Celestial libremente. Aquél fue un día feliz.

Más tarde, Jiří y Olga Šnederfler sirvieron como presidente y directora de las obreras del Templo de Freiberg, Alemania, al que asisten miembros fieles de la Iglesia procedentes de Alemania, de la República Checa y de otras naciones vecinas. Fueron muy felices por encontrarse día tras día en la casa del Señor que tanto querían.

Adaptado de un discurso pronunciado en la conferencia general de octubre de 1991.