2002
El poder de la amistad en Nueva Zelanda
agosto de 2002


El poder de la amistad en Nueva Zelanda

En ocasiones, el ser una buena amiga significa ser una buena misionera.

Jaslyn Simpson tomó un paso de fe en una clase de Abejitas de sólo dos jóvenes. La asesora de Abejitas del Barrio Crofton Downs, Estaca Wellington, Nueva Zelanda, desafió a las Abejitas, como parte de una lección sobre la obra misional, a invitar a una amiga a la Iglesia, y Jaslyn decidió hacerlo.

“Sabía que algo faltaba en la vida de Amy”, dice Jaslyn, “por eso sabía que debía darle a conocer el Evangelio”. El pequeño acto de amor de Jaslyn inició un gran cambio en la vida de su mejor amiga, Amy Valentine. Amy aceptó la primera invitación de Jaslyn para ir a la Iglesia, y siguió asistiendo a las reuniones dominicales y a las actividades de entre semana durante los dos meses siguientes, hasta que Jaslyn y su familia se mudaron a Sydney, Australia.

“Nunca había tenido ningún antecedente cristiano; no tenía idea de cómo orar ni nada”, dice Amy. “Pero antes de que Jaslyn y su familia se mudaran, decidí seguir yendo a la Iglesia aunque ellos no estuvieran. Para entonces, ya conocía a otras personas en la Iglesia”.

Una de esas personas era Michelle Broczek, la otra Abejita del Barrio Crofton Downs. Michelle invitó a Amy a recibir las charlas misionales en su casa y, con el consentimiento de sus padres, Amy se bautizó a los trece años de edad. Eso ocurrió hace cinco años.

Pero su transición a la Iglesia no fue fácil. “Aun cuando me hallaba bien encaminada hacia el bautismo y durante una temporada después de que se llevó a cabo, resultó difícil hacer los ajustes”, dice. La amistad y el amor de Michelle ayudaron a Amy a permanecer en el Evangelio, aunque su familia y sus amigos no fueran miembros. “Michelle es un ejemplo asombroso”, explica Amy, “y eso para mí fue muy importante”.

“Siempre he sido así”, dice Michelle. “Yo no cambié simplemente porque Amy se fuera a unir a la Iglesia”.

Michelle sabe que es importante ser un ejemplo, en especial para fortalecer a los investigadores y a los miembros nuevos de la Iglesia. “Hay que seguir fortaleciendo el testimonio y a una misma, y ser consciente de las cosas pequeñas que uno hace”, aconseja.

Amy y Michelle derivan gran fortaleza la una de la otra, y también tienen fuertes testimonios. Con frecuencia regalan ejemplares del Libro de Mormón con sus testimonios escritos en ellos.

Amor En el Hogar

Aunque posee un fuerte testimonio del Evangelio, a Amy le parece que no es fácil ser el único miembro de la Iglesia de su familia. Aun cuando ha podido compartir el Evangelio con sus amigos de la escuela, es más difícil hacerlo con su familia. “Mis padres son un ejemplo para mí”, dice, “y parece raro que yo trate de enseñarles a ellos algo sobre el Evangelio”.

El hecho de que en su familia no haya otros miembros de la Iglesia hace que la meta del matrimonio en el templo cobre importancia para Amy. Ella quiere tener una familia que sea fuerte en el Evangelio y hacer todas las cosas que ahora no tiene la oportunidad de hacer, como el estudio familiar de las Escrituras y la noche de hogar.

Un Amor Cristiano

Amy sigue intentando compartir el Evangelio con su familia y espera que su ejemplo y su actividad en la Iglesia algún día surtan finalmente algún efecto en ellos. Ella continúa siendo activa mediante la oración y al obtener fortaleza del programa de las Mujeres Jóvenes.

Ahora que es Laurel, Amy ha escogido un Proyecto con un Valor, el cual le está ayudando a acercarse más a Cristo. “Este año me estoy concentrando en conocer mejor a Jesucristo”, dice. Al saber que la mejor manera de conocerle es ser más como Él, Amy, con la ayuda de las Escrituras, redactó una lista de todos los atributos de Cristo. Encontró atributos como la fe, la caridad y la generosidad, y se esfuerza por ir cultivando cada una de las cualidades que aparecen en su lista.

Para las personas que se encuentren en la misma situación que ella, Amy aconseja lo siguiente: “Estudien, estudien de verdad”, recalca. “Logren un testimonio y un entendimiento personal del Evangelio. No dependan de otros para ello, pues se trata de una cuestión personal. Confíen siempre en que nuestro Padre les dará el entendimiento y las bendiciones que necesiten”.

Una Obra de Amor

Todas las jóvenes del barrio están de acuerdo: la vida de Amy es una obra de amor. “Todos querrían tener una amiga tan dedicada al Evangelio como Amy. Ella siente un gran amor por el Evangelio”, dice Kelly Butters, que acaba de avanzar del programa de las Mujeres Jóvenes al de la Sociedad de Socorro.

Desde que alguien compartió con ella el don del Evangelio, Amy siente la necesidad de compartirlo con otras personas. Ella, Michelle y las demás jovencitas de la estaca han amistado a otras personas y siguen compartiendo el Evangelio y sus testimonios.

El pequeño paso de fe que Jaslyn dio hace cinco años ha afectado cada fibra de la vida de Amy, y continúa bendiciendo la vida de otras personas mediante el ejemplo y testimonio de ella.

¡Estás Invitada!

“¿Tenderán una mano de ayuda y traerán a otra jovencita a la plena actividad de la Iglesia durante este año que empieza? Sin duda cada una de ustedes conoce a una joven que sea menos activa, a una conversa reciente, o a alguien que no sea miembro. Les suplicamos que hagan el esfuerzo y compartan el Evangelio de Jesucristo con otra jovencita a fin de que ella también pueda disfrutar de las dulces bendiciones del cielo… Piensen en que si cada una de ustedes acepta esta invitación para esforzarse y traer tan sólo a una, el año próximo habrá el doble de mujeres jóvenes activas. Permitan que el Espíritu Santo las guíe en sus esfuerzos; sus padres y sus líderes también les ayudarán a saber qué hacer y cómo hacerlo” —Margaret D. Nadauld, presidenta general de las Mujeres Jóvenes (“Un Consolador, un Guía, un Testificador”, Liahona, julio de 2001, pág. 111).