2002
La Iglesia ofrece consuelo y ayuda humanitaria luego de los ataques terroristas
Enero de 2002


La Iglesia ofrece consuelo y ayuda humanitaria luego de los ataques terroristas

Los líderes de la Iglesia ofrecieron mensajes de paz y consuelo después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, Washington, D.C. y Pensilvania. Se sabe de cinco Santos de los Últimos Días que perdieron la vida durante los ataques.

Carolyn Meyer-Beug, de 48 años, miembro del Barrio Santa Monica 2, Estaca Santa Mónica, Los Angeles, California y su señora madre, Mary Alice Wahlstrom, de 75 años, del Barrio Kaysville 17, Estaca Kaysville Este, Utah, se encontraban a bordo del primer avión que fue estrellado contra el World Trade Center de la ciudad de Nueva York. Las dos viajaban de regreso después de dejar a las gemelas de la hermana Beug en la universidad.

Ivhan Luis Carpio Bautista, de 24 años, de la Rama Richmond Hill 3, Distrito Richmond Hill, Nueva York, estaba trabajando en un restaurante ubicado en el piso 107 de la primer torre gemela del World Trade Center cuando ocurrieron los ataques. Él había pensado tomar libre el 11 de septiembre, ya que era su cumpleaños, pero accedió a trabajar en lugar de uno de sus compañeros.

Brady Howell, de 26 años, miembro del Barrio Crystal City, Estaca Mount Vernon, Virginia, y Rhonda Rasmussen, de 44, del Barrio Lake Ridge 2, Estaca Mount Vernon, Virginia, murieron en el ataque perpetuado al Pentágono, en Washington, D.C. El hermano Howell trabajaba como empleado civil para la Marina de los Estados Unidos y la hermana Rasmussen trabajaba como analista de presupuesto para el Departamento de la Armada. Su esposo, de 26 años, que también se encontraba trabajando en el edificio, salió ileso.

Poco después de haberse enterado de los ataques, la Primera Presidencia dio a conocer un mensaje en el que expresaba “su más sentidas condolencias a las personas que tenían seres queridos, amigos o compañeros que habían sido heridos o muertos en los actos de violencia sin sentido que tuvieron lugar hoy. Oramos por las víctimas inocentes de estos despiadados ataques, y pedimos que nuestro Padre Celestial guíe al presidente [George W.] Bush, de los Estados Unidos, y a sus asesores al responder a estos incidentes devastadores.

“Nos unimos a otros en oración para que la paz y el amor del Salvador nos brinden consuelo y guía en estos momentos tan difíciles”.

La noche del 11 de septiembre, el presidente Gordon B. Hinckley habló en un concierto que el Coro del Tabernáculo Mormón había planeado dar y que se convirtió en un servicio conmemorativo. “Aunque parezca ser un momento sombrío”, dijo el presidente de la Iglesia, “a través de la densa oscuridad del miedo y de la ira, podemos ver la solemne y maravillosa faz del Hijo de Dios. Es a Él a quien debemos dirigir nuestra mirada en estas circunstancias”.

El presidente Hinckley ofreció mensajes similares de fe y consuelo cuando se presentó en el programa de televisión Larry King Live y en el servicio del 14 de septiembre llevado a cabo en el Tabernáculo de Salt Lake, fecha en que el presidente Bush había declarado día nacional de oración y conmemoración. “No podemos devolverle la vida a los muertos”, expresó el presidente Hinckley, pero podemos “rogar a nuestro Padre Celestial que brinde consuelo y solaz a quienes tanto han sufrido”. También dijo que tenía esperanza de que el Padre Celestial apresurara el día en que los hombres volvieran sus espadas en rejas de arado y no “se adiestraran más para la guerra” (véase Isaías 2:4). En ese servicio conmemorativo participaron también los miembros de la Primera Presidencia y del Quórum de los Doce Apóstoles, otras Autoridades Generales y el Coro del Tabernáculo. El servicio se trasmitió a los centros de reuniones de la Iglesia a lo largo de los Estados Unidos.

El 20 de septiembre, el presidente Hinckley, junto con otros 26 líderes religiosos, se reunieron con el presidente Bush en la Casa Blanca, invitados por el presidente de los Estados Unidos. “Nunca me he sentido tan fuerte”, dijo el presidente Bush, “y esa fortaleza proviene de Dios”. Le pidió a la gente que orara por la seguridad del país y para que él fuera bendecido con sabiduría, fortaleza y claridad en sus pensamientos.

Cuando el presidente Bush pidió opiniones, el presidente Hinckley expresó: “Señor presidente, queremos que sepa que lo apoyamos, que oramos por usted. Amamos este país que se halla ‘bajo el amparo de Dios’”.

A pedido de la Primera Presidencia, las unidades de la Iglesia de todos los Estados Unidos llevaron a cabo reuniones sacramentales conmemorativas, el domingo 16 de septiembre; y por todo el mundo los miembros de la Iglesia tendieron la mano, con amor y servicio, a los que habían perdido seres queridos. Muchos miembros de la Iglesia dieron albergue en sus casas y en los centros de reuniones a quienes quedaron sin poder salir de Nueva York y detenidos en los aeropuertos.

Los fondos de ayuda humanitaria que donó la Iglesia a la Cruz Roja Americana se utilizaron en gran parte para ayudar con la búsqueda y la obra de rescate, para alimentos y albergues de emergencia y para cubrir otras necesidades. La Cruz Roja de Salt Lake City utilizó parte del dinero para ayudar a los viajeros detenidos en esa ciudad a obtener alimentos y albergue. También se brindó ayuda adicional a las familias de las víctimas de la ciudad de Nueva York.

El 9 de octubre, la Primera Presidencia aprobó la distribución de mantas, artículos de higiene, suministros médicos y artículos para niños recién nacidos para los refugiados de Afganistán.