Historia de la Iglesia
Conservar la santidad del templo


“Conservar la santidad del templo”, Historias mundiales: Filipinas, 2019

“Conservar la santidad del templo”, Historias mundiales: Filipinas

Conservar la santidad del templo

En 1989, los santos de Solano ahorraron para hacer el viaje de ocho horas al Templo de Manila, Filipinas. Muchos hicieron planes para recibir su propia investidura del templo; siete familias también planearon sellarse por la eternidad. Esos miembros siguieron firmes para realizar el viaje incluso cuando, la semana anterior a su partida, el Gobierno anunció un aumento del 20 por ciento en los precios de la gasolina. A pesar del aumento de los costos y los informes de los crecientes disturbios en Manila, partieron la noche del jueves, 30 de noviembre.

Esa noche, un grupo de soldados realizó un intento de golpe de estado contra el Gobierno. Cuando los santos de Solano llegaron a Manila en la madrugada del 1 de diciembre, gran parte de la ciudad había cerrado, pero el presidente del templo, movido por la compasión, dijo a los santos que abrirían el templo para ellos. El personal del templo oró para poder reunir suficientes obreros de las ordenanzas. Pronto llegaron varios, entre ellos una hermana que había caminado ocho kilómetros hasta el templo después de que cancelaran su autobús debido a los disturbios. A primera hora de la tarde, los santos de Solano habían recibido todas sus ordenanzas. Mientras subían a sus yipnis (autobuses filipinos) para viajar a casa, se oían en la distancia disparos de armas ligeras y ataques de mortero.

En la noche del viernes, 1 de diciembre, Dignardino Espi, director de seguridad del templo, llegó para cuidar el complejo con otros dos guardias, Remigio Julian y Felipe Ramos. La atmósfera, recordó Espi, estaba “llena de tensión” cuando los informes de enfrentamientos entre las fuerzas rebeldes y del Gobierno a solo 400 metros de distancia se escuchaban en una pequeña radio en la caseta de vigilancia. Durante la noche, los guardias se preocupaban por cómo mantener “el carácter sagrado del templo y sus alrededores” si el conflicto se acercaba a ese lugar.

Eso ocurrió al día siguiente. Espi, Julian y Ramos observaron cómo un tanque rebelde chocaba con una barrera del Gobierno en la carretera que estaba entre el templo y la base militar cercana. Las tropas rebeldes se bajaron en los terrenos del templo, pero Espi los convenció de que se refugiaran en los edificios alrededor del templo y no en el templo mismo. Al poco tiempo, el Gobierno inició ataques aéreos contra objetivos rebeldes. Espi mantuvo informados por teléfono a los líderes de la Iglesia sobre la situación y se le dijo que se ocupara primero de su propia seguridad en lugar del edificio. Poco después, se cortaron las líneas telefónicas.

El domingo por la mañana, los guardias ayunaron y llevaron a cabo una reunión de oración mientras continuaban los ataques aéreos en los terrenos del templo. Los miembros de la Iglesia de las Filipinas también ayunaron y oraron por el templo, al igual que los líderes de la Iglesia en el Templo de Salt Lake. Sin embargo, esa noche Espi escuchó en los terrenos del templo cómo fracasaban las negociaciones entre el Gobierno y los rebeldes. Escuchó al comandante de los rebeldes ordenar a sus tropas que se prepararan para una última batalla, pero Espi continuó orando para que el hombre cambiara de parecer. “Mientras estuvimos de guardia toda esa noche, no escuchamos ninguna explosión ni disparos”, recordó Espi. “Sentimos que la paz se extendía por todo el templo y sus alrededores”.

A la mañana siguiente, Espi y los otros guardias del templo descubrieron que los rebeldes se habían retirado en silencio durante la noche. Los morteros, los cohetes y los disparos habían causado grandes daños al hostal de los participantes, pero en el templo en sí no hubo daños.