Historia de la Iglesia
“El Señor le sonríe a las Filipinas”


“‘El Señor le sonríe a las Filipinas’”, Historias mundiales: Filipinas, 2019

“‘El Señor le sonríe a las Filipinas’”, Historias mundiales: Filipinas

“El Señor le sonríe a las Filipinas”

En diciembre de 1941, cuando Estados Unidos entró en la Segunda Guerra Mundial, Maxine Tate se unió a la Cruz Roja, sintiendo que allí podría “ser de gran utilidad” y cumplir sus “más grandes deseos de hacer el bien a las personas”. Hacia el final de la guerra, fue enviada a las Filipinas. Como lo había hecho en otros lugares, Maxine, llevando siempre consigo su armonio, comenzó a reunir a los militares Santos de los Últimos Días para adorar juntos. En Manila, consiguió un lugar donde reunirse en casa del coronel Edward “Pete” Grimm, que vivía en Manila desde hacía mucho tiempo, aunque todavía no era miembro de la Iglesia.

Además de organizar reuniones de la Iglesia, Maxine se dedicaba al cuidado de los prisioneros de guerra y brindaba ayuda a los refugiados. Al meditar en cómo podría hacer el mayor bien por ellos, ella anhelaba proporcionarles alivio espiritual así como físico. Sin embargo, en ese momento la Iglesia no tenía reconocimiento legal ni congregaciones locales en las Filipinas y los líderes de la Iglesia tenían reparos en bautizar a conversos sin tener un plan de apoyo futuro. Por lo menos dos filipinos recibieron permiso para ser bautizados pese a esa preocupación: Aniceta Pabilona Fajardo, una amiga de Maxine que se bautizó en 1945, y David Lagman, quien conocía a un piloto Santo de los Últimos Días, se bautizó en 1958.

Después de la guerra, Maxine contrajo matrimonio con Pete y se estableció en Manila. Para finales de la década de 1950, había organizado una Escuela Dominical y una Primaria con otras familias que vivían lejos de sus países. Sin embargo, no se conformó con mantener el Evangelio en su grupo e invitó a amigos filipinos a asistir. “Hizo todo lo que pudo para enseñar el Evangelio a los demás”, recordó el élder Gordon B. Hinckley. “Ella suplicó que se enviaran misioneros”. Para 1960, los líderes de la Iglesia se prepararon para hacerlo; Pete ayudó con el papeleo legal que permitiría que la Iglesia enviara misioneros al país. Finalmente, en abril de 1961, Hinckley abrió las Filipinas para la obra misional. David Lagman fue uno de los que oyeron a Hinckley orar para que “muchos miles recibieran este mensaje y fueran bendecidos por él”.

Los pocos santos de las Filipinas se llenaron de alegría cuando los primeros misioneros llegaron el 5 de junio de 1961. “Seguramente”, pensó David Lagman, “el Señor le sonríe a las Filipinas”. En agosto, Eloisa, la esposa de David, llegó a ser la primera conversa que se bautizó luego de la llegada de los misioneros. Otros aceptaron rápidamente el mensaje. Rubén M. Lacanienta dijo que, para su familia, el Evangelio restaurado era “como un diamante que brilla entre un montón de carbón sucio”, lo que les brindó “el valor de cambiar por la verdad”. Maxine y Pete siguieron apoyando a los misioneros y a los nuevos miembros de la Iglesia; muchos de los primeros 2000 bautismos tuvieron lugar en su piscina. Al final de la vida de Maxine, la membresía de la Iglesia en las Filipinas había llegado a más de 700 000. “Nunca en todos mis sueños esperé que la obra tuviese tanto éxito”, dijo Maxine. “Los filipinos estaban listos para el evangelio de Jesucristo”.

Imagen
un hombre es bautizado

Fotografía tomada durante un servicio bautismal en la piscina de la casa de Maxine y Pete Grimm, alrededor de 1964.