Historia de la Iglesia
Perseguir los sueños


Perseguir los sueños

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misioneras en Otavalo

Ana Cumandá Rivera y otras misioneras sirviendo en Otavalo

En 1977, Ana Cumandá Rivera, de Quito, fue llamada a una misión y asignada al área de Otavalo. Los primeros misioneros de Otavalo recién habían sido llamados. Aunque las misioneras, generalmente, debían ser mayores de veinte años en aquella época, se había permitido a la mayoría de las compañeras de la hermana Cumandá que sirvieran a la edad de dieciséis o diecisiete años, antes de que sus familias las instaran a casarse.

Con ellas, la hermana Cumandá vio el cumplimiento de la Escritura que decía que en los últimos días incluso los jóvenes tendrían sueños y profetizarían (véase Joel 2:28–29). “Hermana, soñé con Alma”, le dijo un día una compañera de nombre Petrona Burga, “y Alma me dijo que tenemos que ir a una comunidad llamada Punyaro, ya que hay muchas personas esperándonos”. En Punyaro encontraron tres familias que aceptaron el Evangelio. En otra ocasión, una compañera de nombre Luzmila Carrascal soñó que debían ir a un pueblo llamado Monserrat en lugar de ir a visitar a una familia a la que ya estaban enseñando. Cuando fueron a Monserrat, encontraron a esa misma familia que se dirigía a la capilla, esperando que los bautizaran.

Luzmila Carrascal también ejerció fe de otra manera: le pidió a la hermana Cumandá que le enseñara a leer y escribir. “Tan solo enséñeme”, le dijo Carrascal, “y yo oraré al Padre Celestial para que me ayude a comprender”. Después de ver que la hermana Carrascal aprendió a leer y a escribir, Cumandá estaba deseosa de hacer más. Tras su misión, oró para poder ser “un instrumento de progreso” para los hijos de Dios. La Iglesia pronto le pidió que regresara a Otavalo, esta vez como coordinadora de alfabetización.