Conferencia General
Jesucristo es el tesoro
Conferencia General de octubre de 2023


Jesucristo es el tesoro

Céntrense en Jesucristo, Él es nuestro Salvador y Redentor, es lo “señalado” que debemos ver y es nuestro mayor tesoro.

En 1907, un inglés acaudalado llamado George Herbert, quinto conde de Carnarvon1, se mudó a Egipto y se interesó en la arqueología. Estableció contacto con un egiptólogo muy reconocido, Howard Carter, y le propuso una sociedad. Carter supervisaría las excavaciones arqueológicas y Carnarvon proveería el financiamiento.

Ellos exploraron con éxito diversos yacimientos. Luego, recibieron permiso para realizar excavaciones en el Valle de los Reyes, ubicado cerca de la Luxor moderna, donde se habían hallado las tumbas de muchos faraones. Ellos decidieron buscar la tumba del rey Tutankamón, quien había llegado al trono de Egipto hacía más de 3000 años y reinó durante diez años hasta que falleció de forma imprevista2. Se sabía que él había sido enterrado en el Valle de los Reyes3, pero se desconocía la ubicación de su tumba.

Carter y Carnarvon buscaron sin éxito la tumba de Tutankamón durante cinco años. Con el tiempo, Carnarvon informó a Carter que él daba por concluida la búsqueda infructuosa. Carter insistió en hacer una temporada más de excavaciones y Carnarvon accedió y estuvo de acuerdo en financiarla.

Carter se dio cuenta de que se había excavado de manera metódica la totalidad del Valle de los Reyes, excepto el área de su campamento base. Luego de excavar allí unos pocos días, encontraron los primeros peldaños que descendían a la tumba4.

Cuando al final Carter vislumbró la antecámara de la tumba de Tutankamón, vio oro por doquier. Luego de catalogar durante tres meses lo que había en la antecámara, en febrero de 1923 —hace cien años—, abrieron el sello de la cámara sepulcral. Este fue el hallazgo arqueológico más famoso del siglo XX.

En esos años de búsqueda infructuosa, Carter y Carnarvon habían pasado por alto lo que estaba literalmente debajo de sus pies. Unos cinco siglos antes del nacimiento del Salvador, Jacob, el profeta del Libro de Mormón, se refirió al hecho de dar por sentado o restar valor a lo que tenemos cerca como “traspasar lo señalado”. Jacob previó que el pueblo de Jerusalén no reconocería al Mesías prometido cuando Él llegara. Jacob profetizó que ellos serían “un pueblo [que despreciaría] las palabras de claridad […] y procurar[ía] cosas que no podían entender. Por tanto, a causa de su ceguedad, la cual [vendría] por traspasar lo señalado, es menester que caigan”5. En otras palabras, ellos tropezarían.

La predicción de Jacob resultó ser acertada. Durante el ministerio terrenal de Jesús, muchos traspasaron o vieron más allá de lo señalado, más allá de Él. Vieron más allá del Salvador del mundo. En vez de reconocer Su función en el cumplimiento del plan del Padre Celestial, ellos lo condenaron y crucificaron. Buscaban y esperaban a alguien diferente que les trajera la salvación.

Al igual que esas personas de Jerusalén, o que Carter y Carnarvon, también nosotros podemos tender a ver más allá de lo señalado. Debemos cuidarnos de esa tendencia, no sea que no veamos a Jesucristo en nuestra vida ni reconozcamos las muchas bendiciones que Él nos ofrece. Lo necesitamos a Él. Se nos aconseja confiar “íntegramente en los méritos de aquel que es poderoso para salvar”6.

Él es lo señalado. Si nos imaginamos erróneamente que necesitamos algo más allá de lo que Él nos ofrece, negamos o reducimos el alcance y el poder que Él puede tener en nuestra vida. Él ha reclamado los derechos de misericordia y nos extiende esa misericordia7. Él es la suprema “fuente [a la que hemos] de acudir para la remisión de [nuestros] pecados”8. Él es nuestro Abogado ante el Padre y defiende lo que el Padre siempre ha querido: que volvamos a Él como herederos en Su Reino. En palabras del profeta Alma, debemos “mira[r] y empeza[r] a creer en el Hijo de Dios, que vendrá para redimir a los de su pueblo, y que padecerá y morirá para expiar [nuestros] pecados […]; y que se levantará de entre los muertos, lo cual efectuará la resurrección”9. Jesucristo es nuestro tesoro.

El Salvador nos ha dado muchas formas de centrarnos en Él de manera intencional, entre ellas la oportunidad diaria de arrepentirnos. A veces, subestimamos lo grande que es esta bendición que se nos ofrece. Cuando yo tenía ocho años, mi padre me bautizó. Más tarde, le tomé de la mano porque íbamos a cruzar una calle de mucho tráfico. Sin prestar atención, bajé de la acera a la calle justo cuando pasaba un camión grande y ruidoso. De un tirón brusco, mi padre me sacó de la calle y me devolvió a la acera. Si no lo hubiera hecho, el camión me habría atropellado. Conociendo mi naturaleza traviesa, pensé: “Quizás hubiera sido mejor para mí que el camión me matara porque nunca volveré a estar tan limpio como ahora justo después de mi bautismo”.

A mis ocho años, pensaba de forma errónea que las aguas del bautismo lavaban los pecados. No es así. En los años que pasaron desde mi bautismo, he aprendido que los pecados se limpian por el poder de Jesucristo, mediante Su sacrificio expiatorio, al hacer y al guardar el convenio bautismal10. Y luego, mediante el don del arrepentimiento, podemos permanecer limpios. También he aprendido que la Santa Cena trae a nuestra vida un poderoso ciclo virtuoso que nos permite retener la remisión de nuestros pecados11.

Así como el tesoro se hallaba bajo los pies de Carter y Carnarvon, las atesoradas bendiciones de la Santa Cena están a nuestra disposición cada vez que asistimos a la reunión sacramental. Se nos promete que el Espíritu Santo será nuestro compañero constante si tratamos a la Santa Cena como un nuevo converso ve a su bautismo y confirmación: con un corazón quebrantado y un espíritu contrito, y la determinación de vivir a la altura de ese convenio bautismal. El Espíritu Santo nos bendice con Su poder santificador para que podamos retener la remisión de nuestros pecados siempre, semana a semana12.

Nuestro cimiento espiritual se fortalece mediante el arrepentimiento y al prepararnos conscientemente para la Santa Cena y al participar dignamente de ella. Solo teniendo un cimiento sólido es que podremos afrontar las lluvias, los vientos y los torrentes metafóricos que afrontamos en la vida13. Por el contrario, nuestro cimiento espiritual se debilita cuando por voluntad propia no asistimos a la reunión sacramental o no nos centramos en el Salvador durante la Santa Cena. Puede que, sin quererlo, nos “separ[emos] del Espíritu del Señor, para que no tenga cabida en [n]osotros para guiar[n]os por las sendas de la sabiduría, a fin de que [seamos] bendecidos, prosperados y preservados”14.

Al tener el Espíritu Santo con nosotros, seremos inspirados y guiados a hacer y guardar otros convenios, como los que hacemos en el templo. Al hacerlo, se profundiza nuestra relación con Dios15. Habrán notado que en años recientes se han anunciado muchos nuevos templos que están cada vez más cerca de los miembros16. Paradójicamente, conforme los templos están más al alcance de todos, podría volverse más fácil que nos relajemos en cuanto a la asistencia al templo. Cuando los templos están distantes, planeamos nuestro tiempo y recursos para viajar al templo para adorar allí; damos prioridad a esos viajes.

Cuando el templo está cerca, podría ser fácil permitir que cosas pequeñas se interpongan y nos digamos: “Bueno, iré en otra ocasión”. Vivir cerca de un templo nos da una gran flexibilidad para programar tiempo en el templo; pero esa misma flexibilidad puede hacer que no valoremos el templo. Si hacemos esto, “dejamos de ver lo señalado”, subestimamos la oportunidad de acercarnos más al Salvador en Su Santa Casa. Nuestro compromiso de asistir al templo debe ser tan fuerte cuando hay un templo cerca como cuando está distante.

Luego de que Carter y Carnarvon excavaron en varias partes en el Valle de los Reyes en busca de la tumba de Tutankamón, se dieron cuenta de que la habían pasado por alto. Para hallar nuestro tesoro, no tenemos que trabajar en vano, como hicieron ellos por un tiempo. Tampoco necesitamos buscar consejos de fuentes exóticas, solo porque valoramos lo novedoso de la fuente y pensamos que dichos consejos serán más instructivos que los que recibimos de un humilde profeta de Dios.

En el Antiguo Testamento se narra que cuando Naamán buscó la cura para su lepra, se indignó cuando le pidieron que se sumergiera siete veces en un río cercano común y corriente. Mas fue persuadido a seguir el consejo del profeta Eliseo en lugar de confiar en su idea preconcebida de cómo debía producirse el milagro y, como resultado, Naamán fue sanado17. Al confiar en el profeta de Dios actual sobre la tierra y al actuar según sus palabras, hallaremos felicidad y también podremos ser sanados. No necesitamos mirar más allá.

Hermanos y hermanas, los aliento a recordar a Jesucristo y a centrarse siempre en Él. Él es nuestro Salvador y Redentor, es lo “señalado” que debemos ver y es nuestro mayor tesoro. Al venir a Él, serán recompensados con fortaleza para afrontar los desafíos de la vida, con valentía para hacer lo correcto y con la capacidad de cumplir su misión en la vida terrenal. Atesoren la oportunidad de arrepentirse, el privilegio de participar de la Santa Cena, la bendición de hacer y guardar los convenios del templo, el deleite de adorar en el templo y el gozo de tener un profeta viviente.

Doy mi testimonio solemne y seguro de que Dios, el Padre Eterno, es nuestro Padre Celestial y que Él vive; Jesús es el Cristo; Él es nuestro bondadoso y sabio Amigo celestial18, y esta es Su Iglesia restaurada. Gracias por su fe y fidelidad; ruego que sean bendecidos, prosperados y preservados. En el nombre de Jesucristo. Amén.

Notas

  1. El nombre completo del quinto conde de Carnarvon es George Edward Stanhope Molyneux Herbert.

  2. Un escáner de tomografía computarizada realizado en 2005 indicó que el rey Tutankamón pudo haber sufrido una fractura compuesta en uno de los huesos de las piernas, que quizá se infectó y le produjo la muerte.

  3. La mayoría de los faraones del Imperio Nuevo de Egipto fueron enterrados en el Valle de los Reyes. La mayoría de esas tumbas fueron descubiertas y saqueadas en la antigüedad.

  4. Este relato del descubrimiento de la tumba de Tutankamón se basa principalmente en Eric H. Cline, “King Tut’s Tomb”, en Archaeology: An Introduction to the World’s Greatest Sites, 2016, págs. 60–66.

    Numerosos factores contribuyeron a las decisiones de Carter y Carnarvon en cuanto a dónde excavar, y dónde no, en el Valle de los Reyes. La zona alrededor del campamento base no parecía al principio una buena opción para la excavación. La zona, de contorno triangular, brindaba acceso a los visitantes a la tumba de Ramsés VI, de modo que las excavaciones en esa zona serían de particular inconveniencia. La zona estaba cubierta, en palabras de Carter, por “un número de viviendas para los obreros, construidas de forma muy precaria, que probablemente utilizaron los trabajadores de la tumba de Ramsés […] [y] debajo de estas había un metro de tierra”. No parecía muy probable que hubiesen construido esas viviendas encima de la entrada a una tumba (véase Howard Carter y A. C. Mace, The Tomb of Tut-ankh-Amen: Discovered by the Late Earl of Carnarvon and Howard Carter, tomo I, 1923, págs. 124–128, 132).

    Para consultar otros relatos del descubrimiento de la tumba de Tutankamón, véase Zahi Hawass, Tutankhamun and the Golden Age of the Pharaohs, 2005; Nicholas Reeves, The Complete Tutankhamun: The King, the Tomb, the Royal Treasure, 1990, págs. 80–83; y Nicholas Reeves y Richard H. Wilkinson, The Complete Valley of the Kings: Tombs and Treasures of Egypt’s Greatest Pharaohs, 1996, págs. 81–82.

  5. Jacob 4:14.

  6. 2 Nefi 31:19.

  7. Véase Moroni 7:27–28.

  8. 2 Nefi 25:26.

  9. Alma 33:22.

  10. Véase Doctrina y Convenios 76:52.

  11. Véanse David A. Bednar, “Enseñe para edificar la fe en Jesucristo”, discurso pronunciado en el Seminario para nuevos líderes de misión, 23 de junio de 2023; Rachel Sterzer Gibson, “Teach to Build Faith in Jesus Christ, Elder Bednar Instructs”, Church News, 23 de junio de 2023, thechurchnews.com.

  12. Sin embargo, la Santa Cena no se ha establecido como un medio específico para asegurar la remisión de nuestros pecados (véase James E. Talmage, Los Artículos de Fe, 12.º edición, 1924, pág. 175). Una persona no puede pecar a sabiendas el sábado por la noche y suponer que tan solo necesita comer un pedacito de pan y beber de un vasito de agua el domingo para ser limpiado como por arte de magia. Sin embargo, el efecto santificador del Espíritu Santo puede limpiar a todo el que se arrepienta con un corazón sincero y con verdadera intención.

  13. Véase 3 Nefi 18:12–13.

  14. Mosíah 2:36.

  15. El presidente Russell M. Nelson dijo: “Dios tiene un amor especial por cada persona que hace convenio con Él en las aguas del bautismo, y ese amor divino se profundiza a medida que se llevan a cabo y se cumplen fielmente convenios adicionales” (“Decisiones para la eternidad”, Devocional mundial para jóvenes adultos, 15 de mayo de 2022, Biblioteca del Evangelio). Los muchos convenios de la senda de los convenios no son solo secuenciales, sino acumulativos e incluso sinérgicos. Dichos convenios facilitan una conexión con Dios cercana y fuerte. Y esa conexión nos permite ser transformados hasta el punto de recibir Su imagen en nuestros rostros y de que nuestros corazones hayan cambiado de forma potente y permanente (véase Alma 5:14).

  16. El presidente Nelson explicó que el Señor “está propiciando que Sus templos estén más al alcance de todos, está acelerando el ritmo al que construimos templos, está aumentando nuestra capacidad de ayudar a recoger a Israel y, además, está haciendo más fácil que cada uno de nosotros experimente un refinamiento espiritual” (“Céntrense en el templo”, Liahona, noviembre de 2022, pág. 121).

  17. Véase 2 Reyes 5:9–14.

  18. Véase “Yo sé que vive mi Señor”, Himnos, nro. 73.