El Amigo
Ana aprende sobre su valor
Febrero de 2024


“Ana aprende sobre su valor”, El Amigo, febrero de 2024, págs. 40–41.

Ana aprende sobre su valor

¿Por qué Mila tenía que ser siempre tan perfecta?

Esta historia sucedió en Canadá.

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“Mamá, ¿adivina qué?”, dijo Mila, la hermana mayor de Ana. Sostuvo en alto su libreta de calificaciones de la escuela. “¡Tengo la calificación más alta en todas mis clases!”.

Ana puso los ojos en blanco. ¿Por qué Mila tenía que ser siempre tan perfecta?

“¡Eso es genial!”, dijo la mamá. “Estoy muy orgullosa de ti”. Se volvió hacia Ana. “¿Y cómo están tus calificaciones?”.

Ana le entregó a su mamá su libreta de calificaciones. “Están bien”, dijo Ana, bajando la mirada. Ana se esforzaba mucho en la escuela, pero no tenía calificaciones perfectas como las de Mila.

“También estoy orgullosa de ti”, dijo su mamá. Le dio un abrazo a Ana.

Ella dice eso solo para hacerme sentir mejor, pensó Ana. Mila siempre había sido más lista que ella.

Pero Mila no solo era mejor que Ana en la escuela. Era mejor en todo. Tenía más amigas. Tenía el cabello más bonito. Era mejor en los deportes. Todos querían a Mila.

Los padres de Ana intentaban ayudar.

“Eres muy importante, Ana”, decía su papá.

“Eres hermosa e inteligente”, decía su mamá.

Pero Ana no se sentía importante, hermosa ni inteligente. No comparada con Mila.

Un día, Ana y Mila jugaban a un juego de mesa. “Ganaste otra vez”, se quejó Ana.

“¿Quieres jugar otra cosa?”, preguntó Mila. “Podríamos ir afuera. ¡Seguro que me vencerás si jugamos fútbol!”.

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“¡No!”, reaccionó Ana. “Estoy cansada de perder y de que siempre seas mejor que yo”. Sentía como si hubiese agua caliente hirviendo dentro de ella.

Los ojos de Mila se abrieron de par en par. “Lo siento…”.

Ana se dio vuelta y corrió a su habitación antes de que Mila pudiera terminar. “¡Nunca seré perfecta como tú!”, dijo, y dio un portazo.

Ana se acostó en la cama con el rostro en la almohada. ¡Se sentía muy enojada!

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Ana respiró profundamente. Cuando se tranquilizó, se arrodilló para ofrecer una oración. “Querido Padre Celestial”, dijo, “por favor, ayúdame. Siempre tengo celos de Mila”. Su voz se calmó. “Siento que nunca seré lo suficientemente buena. ¿Realmente me amas?”.

Un sentimiento cálido se extendió desde su cabeza hasta los dedos de los pies. Entonces le vino un pensamiento. El Padre Celestial ama a las personas porque son Sus hijos, no porque sean los mejores. Tal vez Ana no tenía que ser mejor que nadie para ser amada. Era amada en este momento.

Ana se quedó de rodillas. No quería que el buen sentimiento desapareciera. El Padre Celestial la amaba y mucho.

En ese momento, alguien golpeó suavemente la puerta. Era la mamá. Se sentó en la cama junto a Ana. “Oí que estabas molesta”.

Ana asintió. “Sí. Pero ahora me siento mejor. Sé que no debería enojarme con Mila por obtener buenas calificaciones o por ganar. Pero hice una oración que me ayudó mucho”.

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La mamá rodeó a Ana con el brazo. “¿Cómo te sentiste cuando oraste?”.

“Bien”, dijo Ana. “Sentí que soy muy importante para el Padre Celestial”.

La mamá acercó a Ana hacia ella. “Siempre has sido muy importante para el Padre Celestial y para nosotros. Pero me alegro de que lo sepas ahora”.

“Yo también. Voy a pedirle a Mila que me perdone por gritarle”. Ana sonrió. “¡Y le preguntaré si quiere jugar fútbol!”.

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PDF del relato

Ilustraciones por Marina Martin