El Amigo
Las picaduras de insectos y las bendiciones
Febrero de 2024


“Las picaduras de insectos y las bendiciones”, El Amigo, febrero de 2024, págs. 10–11.

Las picaduras de insectos y las bendiciones

Carlos necesitaba ayuda.

Esta historia ocurrió en EE. UU.

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Carlos frunció el ceño frente al espejo del baño. Tenía el rostro y los brazos de color rosa intenso. Su quemadura solar era peor de lo que pensaba. Y tenía muchas picaduras de insectos en los brazos y piernas. Ir de caminata con su clase de la Primaria había sido divertido, ¡pero ahora le dolía toda la piel!

Carlos observó su mochila en el piso. El protector solar y el repelente de insectos que su mamá había empacado todavía estaban adentro. Debería haberlos usado como ella le dijo, pero pensó que no los necesitaba.

Carlos abrió el gabinete y encontró la botellita que su mamá siempre usaba para las quemaduras solares. Se frotó el gel en la cara. Se sentía fresco sobre la piel caliente.

Luego, Carlos se puso el gel en los brazos. Pero no pudo encontrar la crema para las picaduras de insectos. Pronto se dio por vencido. Necesitaba ayuda. Tendría que hablar con su mamá.

La encontró en la cocina. Cuando ella vio que tenía el rostro quemado por el sol, se preocupó. Carlos pensó que se enojaría con él por no haber usado protector solar. Sin embargo, no lo hizo.

“¿Estás bien?”, le preguntó. “Eso realmente debe doler”.

“Sí”. Bajó la cabeza. “¿Me puedes ayudar? ¿Por favor?”.

“Por supuesto”. La mamá condujo a Carlos al baño. Buscó en el gabinete y sacó un pequeño tubo.

“Esto debería ayudar a que las picaduras dejen de picar”, dijo ella. Le frotó un poco de crema en cada picadura.

“Listo”, dijo, cerrando el tubo. “Espero que te ayude a sentirte mejor”.

“Gracias, mamá”. Carlos miró al suelo. “Siento no haber utilizado las cosas que empacaste para mí. Debí escucharte. Pensé que sabía más que tú, pero no fue así”.

Ella le dio un beso en la cabeza. “De nada. A veces yo también creo que lo sé todo. Entonces, el Padre Celestial me muestra que no lo sabía en absoluto”. Redujo su voz a un susurro. “Incluso los adultos pueden cometer errores”.

Carlos se rio. Después, frunció el ceño. “Si te hubiera obedecido, no me dolería tanto ahora”.

“Creo que así es como se sienten muchos de los hijos del Padre Celestial cuando lo desobedecen”, dijo la mamá. “Desearían haberle escuchado. Él sufre por Sus hijos cuando tienen dolor, al igual que yo sufro por ti ahora”.

“Pero Él puede ayudarlos a sentirse mejor”, dijo Carlos. “Como tú me ayudaste. ¿Cierto?”.

La mamá sonrió. “¡Así es! Cuando nos arrepentimos, el Padre Celestial y Jesucristo pueden ayudarnos. Y entonces, podemos tomar mejores decisiones en el futuro”.

Carlos también sonrió. Aún le dolían las quemaduras solares y las picaduras de insectos, pero sabía que sanaría. Y la próxima vez, ¡podría tomar una mejor decisión!

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Ilustración por Mary Sullivan