#Escúchalo, ¿de qué manera lo haces? El presidente Dallin H. Oaks dice que el Señor nos puede bendecir y bendecir a los demás si lo escuchamos, #Escúchalo.
Blog

Escucharlo para que otras personas se acerquen más a Él

Cuando el Señor nos invitó a escucharlo, nos estaba pidiendo a cada uno de nosotros, en nuestras circunstancias personales, con nuestra propia sensibilidad cultural y con nuestra propia capacidad, que entendiéramos un mensaje.

Lo escucho a Él por medio de pensamientos y sentimientos

“Escúchalo” es la palabra que Dios el Padre utilizó para presentar a Su Hijo Unigénito, Jesucristo, a José Smith y marcar el inicio de la gloriosa restauración del Evangelio (José Smith—Historia 1:17). Esa palabra resuena con convicción en mi interior cuando reflexiono sobre las experiencias de mi vida. He dado muchos discursos y, en mi experiencia, la inspiración de esos discursos llega en forma de pensamientos en la mente. A veces tengo la impresión de que debo mirar algo que leí anteriormente, pero la mayoría de las veces se trata de una sucesión de ideas que describiría diciendo que están escritas en la pizarra de mi mente. No oigo una voz, pero a veces veo y siento palabras.

Lo escucho a Él por medio de intensas impresiones

A menudo reflexiono sobre una experiencia que tuve hace más de cincuenta años, cuando servía como consejero en la presidencia de la Estaca Chicago Illinois Sur. Había recibido una invitación para discursar en la reunión sacramental de la tarde en nuestra unidad más occidental, que se encontraba cerca de Aurora, Illinois, a una hora en auto desde mi casa. Cada vez que recibía una invitación para discursar sin un tema asignado, habitualmente sentía una impresión en cuanto a lo que debía decir, pero en esa ocasión en particular no recibí ninguna impresión.

El día de reposo transcurría sin recibir ninguna impresión y yo meditaba mientras conducía. Pensé: “¿Qué voy a decir durante los cuarenta y cinco minutos que se me ha invitado a hablar?”. Me encontraba a medio camino de Aurora cuando recibí una impresión. Recuerdo que fue intensa y que la sentí con tanta fuerza que supe que era la respuesta a mis oraciones. La impresión fue esta: “Habla acerca de tus experiencias en los tribunales penales de Chicago”. En ese momento, estaba trabajando durante el verano como fiscal en el tribunal penal del condado de Cook para obtener más experiencia que me sirviera de ayuda en mis responsabilidades como docente. Nunca había hablado de mis experiencias en los tribunales penales. Rara vez hablaba de experiencias personales en mis discursos, así que aquella impresión me sorprendió mucho.

Hablé acerca de los diversos tipos de robos por los que se estaba juzgando a delincuentes jóvenes, incluidos los hurtos en comercios. Hice hincapié en lo grave que era ese tipo de delito y lo que les sucedía a esos jóvenes cuando eran declarados culpables por ello. Después de concluir el discurso, una madre se me acercó y me dio las gracias. Me dijo que tenía un hijo joven que había estado involucrado en hurtos en comercios. Ella y su esposo habían tratado de advertirle en cuanto a la gravedad de esos actos, pero no habían logrado ningún resultado. Aquella madre me dijo: “Cuando me enteré de que usted iba a discursar esta tarde, como conocía su formación y experiencia, oré al Señor para que dijera algo que pudiera ayudar a nuestro hijo. Y así fue”, dijo ella. “Él lo escuchó como nunca nos ha escuchado a nosotros y le doy las gracias por escuchar al Espíritu del Señor y seguirlo; le doy las gracias por lo que ha dicho”.

Lo escucho a Él al seguir la guía del Espíritu

Al meditar en esa experiencia en la Rama Aurora hace tantos años, la he relacionado con los muchos discursos que tengo que dar. Rara vez se me asigna un tema en particular, pero el Señor ha sido bueno conmigo al darme inspiración sobre cuestiones de las que debo hablar. Por razones que no puedo explicar, el modelo que sigo al preparar y dar discursos ha sido centrarme en la doctrina del Evangelio y no en mis experiencias personales. Por lo tanto, cuando recibo la fuerte impresión de hablar de una experiencia personal, presto atención a esa impresión y trato de escuchar al Señor y seguir Su inspiración.

Hay ocasiones en las que una o dos personas de una congregación realmente necesitan que se hable de un tema en particular. Esa fue mi experiencia en Aurora, Illinois, aquella tarde, y desde ese momento ha sido una experiencia frecuente. Escúchenlo —escuchen las impresiones de Su Espíritu— y en vez de limitarse a dar un discurso que, por lo general, sea útil para un amplio grupo de personas, es posible que se sientan inspirados a contestar las oraciones de alguien al recibir inspiración e instrucción específicas sobre un tema concreto. Cuando me sucede algo así, me siento lleno de gratitud. El modelo que sigo es dar gracias al Señor y orar para que se produzca el efecto deseado en los corazones y las mentes de aquellos que necesitaban escuchar ese mensaje.

Lo escucho a Él por medio de las acciones y la ministración de los demás

La mayoría de las veces, cuando pedimos ayuda al Señor, esa ayuda no llega por medio de una visita, como ocurrió con José Smith o con el apóstol Pablo de camino a Damasco. La mayoría de las respuestas que recibimos llegan por medio de las acciones de los demás. El Señor podría inspirar a alguien a ministrar, a enviar una carta, a hacer una llamada telefónica o a ofrecer una u otra sugerencia. Así es como el Señor nos ayuda habitualmente. Todas las personas de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días que tienen el don del Espíritu Santo tienen derecho a recibir inspiración del Señor, independientemente de su condición o de sus circunstancias.

Nuestras manos son Sus manos cuando lo escuchamos y nos sentimos inspirados a ayudar a uno de Sus hijos.

Lo escuchamos a Él en nuestras circunstancias personales

Cuando el Señor nos invitó a escucharlo, nos estaba pidiendo a cada uno de nosotros, en nuestras circunstancias personales, con nuestra propia sensibilidad cultural y con nuestra propia capacidad, que entendiéramos un mensaje. En una Iglesia mundial como la nuestra, hay tantas culturas, lenguas, símbolos y otros métodos de comunicación distintos que, sin duda, el Señor nos habla a través de las lenguas, los símbolos y las circunstancias que individualmente podemos entender y escuchar.

Cuando reciban una impresión, actúen en consecuencia, por muy inusual que parezca o por muy incapaces que se consideren para seguirla. Actúen en consecuencia. Hay un motivo para ello. Tal vez no conozcan la causa, pero ustedes y otras personas recibirán bendiciones si lo escuchan a Él y siguen Su guía.

Comentarios
0